En busca del éxito, no de la excelencia

Hace unos 15 años, mientras hacía mi doctorado, había una red de colombianos en el exterior que nos comunicábamos por Internet y que compartíamos las angustias de quienes ven al país desde afuera, tan descuadernado a ratos, tan contradictorio y tan lleno a la vez de posibilidades y de talanqueras. En esa época hubo un gran debate en línea acerca del regreso a Colombia de la diáspora de científicos y académicos colombianos y de las razones para volver o no volver.
Uno de los principales argumentos para que nuestro mejor talento, que con esfuerzo el país prepara hasta terminar su pregrado y a veces un posgrado y que luego, en su etapa productiva termina rindiendo el fruto de ese esfuerzo a países del primer mundo, era el nivel salarial. Se hacían las cuentas y un profesor universitario por la época podría ganar unos 15.000 dólares al año, comparado con salarios de 50.000 a 100.000 que podían ganar vinculados a empresas o universidades de europeas o norteamericanas. En ese sentido no hay competencia y es difícil pedirle a alguien que renuncie a la calidad de vida, futuro y demás ventajas de un mejor salario. Se inventaron entonces una red que pretendía que esos colombianos ayudaran desde afuera... si funcionó o no, no lo sé, no creo que mucho. Pero ese no es el sentido de esta nota.
Eso me vino a la mente hace unos días que en alguna esquina me dí cuenta que no pocos de mis colegas profesores universitarios ganan salarios de 15 millones de pesos mensuales. Mal contados unos 120.000 dólares al año y si usáramos la famosa medida del "purchasing power parity", seria mucho más. La Ley 30, el decreto 1444 y sus sucedáneos han creado esa fantástica noticia. Un profesor universitario colombiano, investigador, que trabaje con disciplina, en 10 años puede llegar a ganarse lo que hoy se gana cualquier profesor de una universidad de un país desarrollado. No es de poca monta. El propósito de incentivar la investigación se logró casi plenamente... entonces ¿qué pasa? ¿por qué nuestros investigadores siguen contribuyendo en  su mayoría (gran, gran mayoría) a la producción científica marginal del mundo? 
¿No será que con esos salarios sería posible atraer a científicos muy brillantes y revolucionar a Colombia científicamente, dar un salto cualitativo de importancia? El hecho es que la práctica ha demostrado que podemos pagar esos salarios que antes eran impensables. Y sin embargo, los grandes cerebros fugados, los buenos científicos no vuelven... ¿cuál es la disculpa ahora?
Ah! pero el sistema es perverso! ese es el problema. 
El como llegamos a pagar salarios de más de 15 millones mensuales a algunos de nuestros investigadores (unos muy merecidamente, vale la pena decirlo) tiene que ver con eso: el sistema y como lo usamos para maximizar beneficios individuales. 
El Decreto 1444 de 1992 pretendía incentivar la producción científica colombiana dando mejoras salariales permanentes a quienes publicaran sus trabajos de investigación. Y se logró. En esa década Colombia pasó de unas cuantas publicaciones en el Science Citation Index a unas mil por año. Un logro. Sin embargo, creadores de la regla, creadores de la salida lateral, de la forma de usar las reglas para un propósito de corto plazo individual, eso somos. Inmediatamente se abrió paso una industria del artículo científico secundario y espurio: el que nadie cita, el que no significa sino un avance infinitesimal para la ciencia o el conocimiento.
Y para muchos la industria era fácil... en los años 90 a no pocos profesores universitarios les aumentaban el salario por cosas como publicar una nota en un periódico. Bastaba con tener muchos estudiantes de pregrado haciendo sus trabajos finales, escribiendo cada uno un reporte y presentándolo en algún congreso o revista gremial, cuya falta de indización habla de sus pobres procesos de evaluación por pares, para tener esos aumentos permanentes de salario. Y luego está el encontrar las revistas internacionales que se especializan en publicar lo que otras no publican. Y entonces ahí llenamos muchas páginas. Y reclamamos los aumentos salariales. Tengo que decir que no hay nada ilegal en todo ello, era como funcionaba, pero si tengo que decir que desde lo ético, todo el asunto deja mucho que desear.  Como lo es el que un colega pone de autor a otro para que él también reciba un aumento  y me devuelva el favor más tarde... así que un trabajo secundario no da lugar a uno sino a dos aumentos salariales (o cuatro si se tiene cuenta la devolución del favor.)
También estaban, y están, quienes publican un mismo resultado dos veces o tres, re-escribiendo un artículo y enviándolo a dos o tres partes que no se comunican entre sí. Y aquellos que escriben el mismo artículo una y otra vez pero variando un parámetro cualquiera y volviendo a sacar importantes conclusiones que seamos francos a nadie le interesan. Tenemos grandes hipótesis que el resto del mundo ha descartado pero insistimos en ellas porque significan eso, aumentos salariales permanentes. O aquellos que publican un retahíla de citas de otros y llenan y llenan páginas.
Esas mañas intentaron ser subsanadas con un cambio al 1444 y ahora es un poco más difícil. Pero siguen pasando no pocos de los trucos anteriores con la salvedad de que algunas de esas ganancias salariales ya no son permanentes... pero sigue pasando. Sigue pasando que publicamos en revistas de muy bajo índice de citación, de muy poco impacto global. Sigue pasando que apuntamos a los colegas en los trabajos en los que no han trabajado realmente.
Y cómo medimos eso... miramos las citaciones en el Science Citation Index y nos damos cuenta que muy pocos trabajos científicos colombianos al año pasan el corte de más de 10 citaciones. Y muy pocos llegan a revistas realmente buenas. Una fracción ínfima.
Eso pues nos llevó  a un sistema en el que por muy poco esfuerzo científico real o puesta de talento, el sistema terminara reconociendo salarios iguales o superiores a los encontrados en Universidades europeas o mucho más reconocidas incluso en Latinoamérica. 
Pero viene el segundo paso, el perverso. O mejor, dos pasos. Uno que nuestros puestos en las Universidades son permanentes, es decir, no nos pueden echar así no más. Eso es bueno, pero mata la necesidad de ser competitivos con los resultados vistos en todos los párrafos anteriores. Y el otro es que el sistema creó unos egos del tamaño de una catedral.
A quienes les toca, porque muchos no es que quieran, trabajar con nuestros científicos, pueden certificar la calidad de personas que hay en esa categoría. Sí, muchos son excelentes personas. Pero hay una liga, una sistema de clasificación no-Colciencias entre ellos, en el que lo que fija la importancia y prestancia es el salario.  "Dado que yo me gano más que todo el mundo es porque soy mejor investigador... y eso me da derechos especiales, me da privilegios que --si no mes los reconocen-- los reclamo o fastidio al sistema hasta que los concedan, so pena de que mi prestancia se vea usada en contra de la institución o funcionario que los niega, así la razón sea suya."  O.K. de nuevo hago la salvedad de sí verdaderamente hay investigadores de talento y trabajo duro, modestos y perseverantes, humildes y sencillamente valiosos, no hablo de ellos.
Si lo que fija la prestancia científica es el salario y el salario se consigue con los atajos descritos... el sistema crea una banalidad que vuelve irrelevante la tarea de producción real de conocimiento, lo valioso es el reconocimiento salarial. Y hay que decir que en ciencias el reconocimiento es una motivación muy poderosa, pero no el económico necesariamente.
La medida del logro científico no es el salario. Pero así se ve en nuestro sistema universitario público. El éxito como investigador lo da ese nivel salarial, es verdad, pero no la grandeza. 
Lo que llama la atención es que a esos investigadores la verdad es que les podemos envidiar el salario pero no los admiramos. No despiertan asombro o sorpresa con sus juicios, no nos dejan turulatos mostrándonos un ángulo de un problema que no habíamos visto... sólo nos anonadan  por lo que llegan a hacer para mantener ese estatus. Y ahí es donde realmente valdría la pena preguntarse ¿cómo dejamos que las cosas llegaran ahí?


PS. un mes despues de escribir esto ... leo 
http://www.theamericanscholar.org/solitude-and-leadership/#more-6736 
que me parece una excelente lectura sobre el tema.

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