Las películas que no he sido capaz de volver a ver.

No me refiero a las malas, esas que uno quisiera no haber visto siquiera la primera vez o medio visto porque, para empezar, no fue capaz de terminarlas. Y de esas hay una cantidad fantástica que por fortuna no crece hoy en día con tanta rapidez como en otros tiempos, no porque no hayan sino porque me resisto con más facilidad a verlas.

Digo, de esas películas que me han impresionado tanto que no las volví a ver. Una de ellas, la que más terror me produce ver de nuevo, Fanny y Alexander de Ingmar Bergman. En general el cine de Bergman es difícil de ver en primer lugar, complejo, rico, con caracteres demasiado humanos, demasiado fallidos en ocasiones, demasiado tangibles. A veces los vemos y de lo mucho que podemos vernos retratados en ellos nos distancian. No es gratuito que Bergman tomara algunas de sus obras de Eugene O'Neill. Su teatro es a su vez un estudio sobre los humanos viviendo en sociedad, mucho más rico aunque quizá aquí sea injusto, que el de Sartre en obras como "El Infierno son los Demás". A O'Neill lo leí una tarde de un sábado  que recuerdo algo espantado en lugar de estudiar para un examen que tenía unos días después. 

Fanny y Alexander tiene sin embargo un ritmo, un descenso lento y pausado, construido con paciencia, hacia nuestra veta más triste, nuestra crueldad e inflexibilidad. El ambiente se va volviendo opresivo, la impotencia de la audiencia ante lo que pasa en frente de sus ojos, son una metáfora por la impotencia que sentimos ante los caminos algo miserables que tomamos todos los días, personal o colectivamente, las cosas con las que somos capaces de convivir. Solo que en la vida diaria lo toleramos mientras en el cine, en tres horas, estamos al final exhaustos. En este caso, uno desciende de una cierta nostálgica belleza a un infierno... Bergman más o menos no dejaba mucho tregua. Y quizá por eso mismo no soy capaz de volverme a sentar a ver la película. Quizá lo haga y me sienta defraudado, quien sabe! Aunque hay algo de luz al final de la película, la luz no es ya completa.

La otra película de quiero hablar es "Toro Salvaje" de Martin Scorsese.  En Raging Bull he visto de nuevo el infierno aparecer, los sueños hechos y destruidos por la misma mano. Como somos capaces de conseguir lo que soñamos solo para destruirlo en el instante siguiente sin fórmula de salida, sin pensar, casi inevitablemente.   En Raging Bull la semilla de lo que te hace ganar la gran batalla de tu vida es la que crece y mata finalmente no solo el sueño sino todo lo que te ha llevado allí. La autodestrucción es de nuevo un generador de miedo, de pánico al ver retratado a seres humanos que no son más que eso. 

A diferencia de películas como The Fighter en la que hay una historia de superación, las otras que menciono en realidad muestran un lado un poco más humano. Debajo de las historias de superación siempre hay una tragedia no contada, una pila de historias en las que el autor de la obra no quiso parar o no se dignó contar.  Por ejemplo Shine lo deja a uno con una sensación de amor por la vida, la música, la superación de los obstáculos. Pero no tenemos noción del infierno real de sus protagonistas, el padre del pianista o su familia. Eso convierte a estos filmes en ejercicios heroicos pero a medio hacer. Completar o mostrar la otra mitad de la historia le quitaría el velo de heroismo (no humano) para cubrirlo de humanidad. 

Hay otras películas que sin caer en el genero de la autosuperación logran contar la tragedia humana pero al mismo tiempo mostrar salidas, son quizá mejores, quizá más frescas, no dejan un ahogo y un corazón encogido al final. Esas las puedo (de pronto) repetir... hoy quería hablar de las que no soy capaz de ver de nuevo aunque sean las mejores.

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