Agradar es para Cobardes. Intenta lo que Hiere.

Mi traducción de la columna 


por: JONATHAN FRANZEN
Hace un par de semanas reemplacé mi BlackBerry Perl de hace tres años con un BlackBerry Bold mucho más poderoso. No hay necesidad de decirlo, quedé impresionado con cómo la tecnología ha avanzado en tres años. Aun cuando no tenía a nadie a quien llamar o a quien enviarle un mensaje de texto o correo electrónico, quería seguir manipulando mi nuevo Bold y experimentar la claridad maravillosa de su pantalla, la sensación de seda de su botón de desplazamiento, la velocidad de vértigo de su tiempo de respuesta, la elegancia desorientadora de sus gráficos.

Estaba, en pocas palabras, enamorado de mi nuevo equipo.  Por supuesto, había estado igualmente enamorado de mi equipo viejo; pero con los años la frescura de nuestra relación había desaparecido. Había empezado a tener problemas de confianza con mi Pearl, problemas de responsabilidad, aun problemas de compatibilidad e incluso, hacia el final, algunas dudas acerca de la salud de mi Pearl, hasta que tuve que finalmente admitir ante mi mismo que yo había crecido hacia más allá de nuestra relación. ¿Necesito precisar que – aparte de alguna extraña proyección antropomórfica en la cual mi viejo BlackBerry se sintió triste acerca de la decadencia de mi amor por él – nuestra relación tenía realmente un solo lado? Déjenme de todas formas precisarlo.
Déjenme más aún precisar que la palabra “sexy” es usada en todas partes para describir los juguetes último modelo; y cómo las cosas excelentes en extremo que podemos hacer ahora con estos adminículos –como ponerlos en acción con comandos de voz o haciendo esa cosa de apartar los dedos en el iPhone y que hace que las cosas se agranden –les podrían parecer a la gente hace cien años como los encantamientos de mago, como los gestos con la mano del mago, y cómo cuando queremos describir una relación erótica que funciona a la perfección, hablamos, de hecho, de magia.
Déjenme lanzar la idea de que, a medida que nuestros mercado descubre y responde a lo que los consumidores más quieren, nuestra tecnología se ha vuelto extremadamente adepta a crear productos que se corresponden con el ideal fantástico de una relación erótica, en la que el objeto amado no pide nada y da todo, instantáneamente, nos hace sentir muy poderosos, y no hace escenas terribles cuando es reemplazada por un objeto más sexy y se le confina a una gaveta.
Para hablar con más generalidad, el fin último de la tecnología, el objetivo final de la techné is reemplazar un mundo natural que es indiferente a nuestros deseos –un mundo de huracanes y dificultades y corazones rotos, un mundo que resiste –con un mundo que responde de tal forma a nuestros deseos que llega a ser, efectivamente, un mera extensión de nuestros seres.
Sugiero, finalmente, que un mundo de consumismo tecnológico es perturbado por el amor real, y que no tiene otra opción de perturbar a su vez al amor.
Su primera línea de defensa es la conversión del otro en objeto. Cada uno puede sugerir su ejemplo favorito, el más inmundo, de la conversión del amor en objeto material. El mío incluye la industria de los matrimonios, las propagandas de TV que  muestran niños pequeños o dar un carro como regalo de navidad y la particularmente grotesca ecuación de joyería con diamantes con la devoción eterna. El mensaje, en cada caso, es que si amas a alguien debes comprar cosas.
Un fenómeno relacionado es la transformación, cortesía de Facebook, del verbo “gustar” de un estado mental en una acción que realizas con el ratón de tu computador, de un sentimiento a una afirmación de un gusto de consumo. Y gustar, en general, es un substituto para el amar en la cultura comercial. La cosa que más sorprende de los productos de consumo –y en ninguna parte más que en los dispositivos electrónicos y sus aplicaciones –es que son diseñados para ser inmensamente atractivos (gustadores). Esa es de hecho la definición de un producto de consumo, en contraste con un producto que es simplemente él mismo y cuyos fabricantes no tienen la fijación de que te guste. (Estoy pensando aquí en los motores jet de los aviones, los equipos de laboratorio,  el arte y la literatura serios.)
Pero si consideras esto en términos humanos e imaginas una persona definida por su desesperación de ser agradable, ¿qué verás? Ves una persona sin integridad, sin centro. En casos más patológicos, ves un narcisista –una persona que no tolera la mácula en la imagen de sí misma que representa el no ser agradable para alguien y quien entonces o bien se retira del contacto humano o usa métodos extremos en los que sacrifica su integridad para gustar.
Si dedicas tu existencia a caer bien, a gustar, sin embargo, y adoptas cualquier personalidad sobrada necesaria para que eso suceda, eso sugiere que te has desesperado por no ser amado por lo que realmente eres. Y si tienes éxito en manipular a otros para que les gustes, es difícil no sentir, en algún momento, desdén por esas personas porque han caído en tu trampa. Puedes encontrarte a ti mismo deprimido o alcohólico o, si eres Donald Trump, de candidato presidencial (para luego quitarte).
Los productos electrónicos de consumo nunca harían algo así de poco atractivo porque no son personas. Son, sin embargo, grandes aliados de los patrocinadores del narcisismo.  Al lado del deseo de gustar de estos aparatos hay un deseo de que proyecten una buena imagen de nosotros. Nuestra vidas parecen mucho más interesantes cuando pasan por el filtro sexy de la interface de Facebook. Somos protagonistas de nuestras propias películas, nos fotografiamos a nosotros mismos incesantemente, le damos click al ratón y una máquina confirma nuestro sentido de ser los amos.
Y, dado que nuestra tecnología es solo una extensión de nosotros mismos, no lle tenemos el desdén que sentimos por otra gente por ser manipulable. Es todo un gran círculo sin fin. Nos gusta el espejo y le gustamos al espejo.  Ser amigo de alguien es solamente incluir esa persona en nuestro sala privada de espejos aduladores.  
Puedo estar exagerando el caso, un poco. Muy probablemente, Ud. debe estar cansado de escuchar el poco aprecio que siente la gente de 51 por los medios sociales. Mi propósito aquí es principalmente establecer un contraste entre las tendencias narcisistas de la tecnología y el problema del amor real. A mi amiga Alice Sebold le gusta hablar acerca de “bajar al ruedo y amar a alguien”. Ella tiene en mente la tierra que el amor inevitablemente levanta en la espejo de nuestro aprecio por nosotros mismos.
El hecho simple del asunto es que tratar de ser agradable del todo es incompatible con las relaciones de amor. Tarde o temprano, por ejemplo, te vas a encontrar en una pelea a gritos horrible, y te vas a escuchar a ti mismo diciendo cosas que a ti mismo no te gustan para nada, cosas que destruyen tu propia imagen de una persona justa, amable, agradable, de primera, atractiva, en control, de buen humor, que gusta. Algo más real que el gustar ha salido de dentro de ti y de repente tienes una vida real. De repente hay una decisión real que tomar, no una decisión falsa de consumo entre un BlackBerry o un iPhone, sino una pregunta: ¿amo a esta persona? Y para la otra persona, ¿me ama esta persona?
No existe algo como una persona de la que te guste cada partícula de su propio ser. Por eso es que un mundo del gustar es finalmente una mentira. Pero si existe una cosa, una persona de la que amas cada parte de su ser real. Y esa es la razón por la que el amor es una amenaza para para el orden del consumismo tecnológico; expone la mentira.
Esto no quiere decir que el amor es solo acerca de pelear. El amor tiene que ver con una empatía sin límite, nacida de la revelación del corazón de que una persona es parte a parte tan real como tú. Y es ese el por qué el amor, como lo entiendo, es siempre específico. Intentar amar a toda la humanidad puede ser un esfuerzo digno, pero en una manera graciosa, mantiene el foco en uno mismo, en la propia moral o bienestar espiritual. Mientras que al amar a una persona específica, e identificarse con sus luchas y felicidades como si fueran las tuyas, has rendido algo de tu propio ser.
El gran riesgo es, por supuesto, el rechazo. Todos podemos tolerar que no caigamos bien aquí o allá, porque hay un número casi  infinito de personas a las que potencialmente les gustamos. Pero exponer todo tu ser, no solo la superficie agradable, y que te rechacen, puede ser catastróficamente doloroso.  La perspectiva del dolor en general, el dolor de la pérdida, de una ruptura, de la muerte, es lo que hace tan tentador evitar el amor y estar en la seguridad del mundo del caer bien.
Y aun el dolor hiere pero no mata. Cuando consideras la alternativa –un sueño anestesiado de autosuficiencia, patrocinada por la tecnología –el dolor emerge como un producto natural y un indicador natural de estar vivo en un mundo que se resiste. Pasar la vida sin dolor es no haber vivido. Aun solo decirte a ti mismo, “Uhm! Voy a intentar eso del amor y el dolor más adelante, quizá en mis 30’s” es confinarse uno mismo a 10 años de simplemente usar espacio en el planeta y quemar sus recursos. De ser (y lo digo el más condenatorio de la palabra) un consumidor.
Cuando estaba en la Universidad y muchos años después, me gustaba la naturaleza. No la amaba, pero me gustaba. La naturaleza puede ser muy hermosa. Y como buscaba cosas que anduvieran mal en el mundo, naturalmente me sentí atraído por el ambientalismo, porque había ciertamente cosas que iban mal con el mundo en lo ambiental. Y entre más veía lo que estaba mal –la sobrepoblación del mundo,  la explosión en los niveles de consumismo, el incremento en la temperatura global, el daño a los océanos, la maderización de nuestros bosques –más rabia me daba.
Finalmente a mediados de los 90’s tomé la decisión consciente de parar de preocuparme por el ambiente. No había nada con significado que yo personalmente pudiera hacer para salvar el planeta y yo quería dedicarme a las cosas que amaba. Todavía intenté mantener bajo mi huella de carbono, pero eso era todo lo que podía hacer sin devolverme hacia la rabia y el desespero.
Pero me pasó una cosa extraña. Es una historia larga, pero básicamente me enamoré de los pájaros. Hice esto sin resistencia significativa, porque no es muy moderno ser un observador de pájaros, porque todo lo que traiciona la pasión real es por definición poco moderno. Pero poco a poco, a pesar de mi mismo, desarrollé esta pasión y aunque la mitad de la pasión es obsesión,  la otra mitad es amor.
Y así, sí, mantuve una lista meticulosa de aves que había visto y sí, hice muchas cosas para ver nuevas especies. Pero, no menos importante, cuando veía un ave, cualquier ave, aún una golondrina o un gorrión, podía sentir mi corazón desbordado de amor. Y el amor, como he tratado de decir hoy, es donde los problemas empiezan.
Porque ahora, no porque solo me gustaba la naturaleza, sino por amar una parte vital y específica de ella, no tenía opción sino la de empezar a preocuparme por el ambiente de nuevo. Las noticias en ese frente no eran mejores que cuando dejé de preocuparme por el ambiente –de hecho eran considerablemente peores –pero ahora esos bosques amenazados y humedales y océanos no eran solo escenas bellas para yo disfrutar. Eran el hogar de las animales que amaba.
Y aquí es cuando surgió una paradoja compleja. Mi rabia y dolor y desesperación acerca del planeta se incrementó por mi preocupación por los pájaros salvajes y sí, cuando empecé a involucrarme en la conservación de las aves y aprendí más acerca de los peligros que las aves enfrentan, se volvió más fácil, no más difícil, vivir con mi rabia y desesperación y el dolor.
¿Cómo puede esto pasar? Pienso que por una parte mi amor a los pájaros fue un portal a una parte importante, menos centrada en mí de mí mismo que no tenía idea de que existiera. En lugar de continuar a la deriva hacia adelante como un ciudadano global, gustando o dejando de gustar y ahorrando mi compromiso para una fecha futura, estaba forzado a confrontar un yo que yo debía aceptar de lleno o rechazar.
Que es lo que el amor le hace a una persona. Porque la verdad fundamental de una persona es que vivimos por un tiempo y moriremos antes que pase mucho tiempo. Este hecho es la causa real de nuestra rabia y dolor y desesperación. Y puedes huirle a este hecho o, por la vía del amor, abrazarlo.
Cuando estás en tu cuarto y sientes rabia o sonríes o alzas los hombros, como hice por muchos años, el mundo y sus problemas son demasiado intimidantes. Pero cuando sales y te haces a una relación real con la gente, o aun con animales reales, existe el peligro real de que ames a algunos de ellos.
¿Y quién sabe que te puede pasar entonces?


PS. para quien se pregunte, un reportaje de Juan Gabriel Vásquez sobre Frenzen: http://www.elpais.com/articulo/portada/libertad/Jonathan/Franzen/elpepusoceps/20110918elpepspor_10/Tes

Y su perfil http://www.elpais.com/todo-sobre/persona/Jonathan/Franzen/1505/

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