Una Reflexión sobre las Relaciones de Pareja y la Libertad.

Con el tiempo y quizá con la experiencia, no siempre amarga, he llegado a pensar que la libertad en las relaciones entre personas no es la falta de compromisos como creo que algunas personas, incluso cercanas, juzgan. Creo que esa idea (de la libertad como no existencia de compromisos) puede ser válida para algunos sentidos del concepto de libertad, pero especialmente no la siento como cierta en las relaciones de pareja  (novios, amantes, matrimonio o cualquier otro tipo). Por supuesto, entonces, en esta nota no hablo de libertad en abstracto y general; no me refiero por ejemplo a quienes no son libres por estar en la cárcel o de alguna forma físicamente imposibilitados de moverse o actuar como quieren, solo quiero referirme a la libertad desde el punto de vista de la relaciones de pareja.

Es cierto que cuando un compromiso de cualquier tipo, personal, profesional, familiar u otro se termina tenemos por un momento la sensación de libertad. Sin embargo, sabemos bien que esa sensación es pasajera y que en el fondo es simplemente alegría de disponer de más tiempo y quizá de no tener unos pocos pendientes en la mente o el fin de algo que pese a todo puede cansar. Pero no tener, no crear o prescindir de lazos, per sé; en ello no va realmente la libertad. La libertad primero está en el intelecto y el uso de la razón y la inteligencia, en la postura frente a la vida con independencia y autonomía. Y esto, la autonomía, la independencia o como quieran llamarle, no está solo en la ejecución de algunas acciones, aunque se refleja en éstas y es en éstas en las que se manifiesta. La libertad y su ejercicio se inicia, a mi juicio, en la reflexión y en la consciencia sobre esos actos. Está, creo, en el uso de la voluntad para elegirlos y ejecutarlos. Y al final, esa voluntad surge del ejercicio de la razón.

El truco por supuesto es tener consciencia y saber si nuestra razón es libre. (Ya estamos en el terreno de la libertad como algo interno a nuestro estado mental, a nuestro sistema de pensamiento y visión del mundo y la  imagen de nosotros mismos en él.)  No creo que haya pasado demasiado tiempo desde cuando leíamos los ensayos de Umberto Eco sobre los "Apocalípticos e Integrados frente a la Cultura de Masas" y si alguien no lo conoce aun lo consigue fácilmente en bibliotecas. Allí el problema de la libertad de nuestra razón en realidad está planteado en un dilema parecido, aunque al rededor de otra pregunta. ¿Nos gustan por ejemplo las caricaturas porque la cultura de masas nos ha alienado hasta hacernos creer que nos gustan o simplemente nos gustan porque las encontramos entretenidas, relajantes o creativas y bonitas?  Es una vieja reflexión frente a la libertad de la razón y no pretendo elaborar más de lo que tanto filósofo haya dicho, solo escogí ese ejemplo porque es tan antiguo y bien conocido que ayuda enormemente a poner el tema y para decir no me quiero extender en ese dilema porque sería un atrevimiento (ya escribir todo este texto es un atrevimiento).

Entonces, solo quiero plantear que lo que nos gusta y que por ende buscamos con acciones concretas se constituye en ejercicio de la libertad cuando esa búsqueda y esa acción están sujetas a la verificación permanente de la razón y a la observación de uno por uno mismo como sujeto de crítica; de tal forma que podemos y de hecho mantenemos un diálogo interno que nos hace conscientes de nuestras decisiones y de las motivaciones de dichas decisiones y sus a veces infinitos motivos y consecuencias, aunque no siempre todos sean claros en un principio (o al final). Y cuando, pese a esos infinitos vericuetos, aun ejecutamos la acción y mantenemos la voluntad de buscar y hacer lo necesario para que se den las consecuencias de eso que hacemos, decimos que actuamos con libertad.

Esto especialmente no sucede cuando nos paramos como sujetos incapaces de observarse a sí mismos o sintiéndose inválidos o desvalidos para actuar frente a lo que nos motiva o frente a lo que nos frena y como sujetos al servicio de un fin que no reconocemos en nosotros mismos. El decir "no soy capaz" es ya de por sí una renuncia al ejercicio de la libertad. Repito, estamos hablando de relaciones, no de imposibilidades físicas como por ejemplo no ser capaz de comunicarse telepáticamente, por decir algo. Esos "no soy capaz" están por supuesto en otro plano mucho más obvio.

De esta forma los lazos (relaciones) que formamos porque decidimos hacer lo necesario para formarlos y mantenerlos y que, día a día, decidimos mantener, son un ejercicio de libertad. Aun si lo hacemos por solo conveniencia y utilitarismo, si dicha elección es libre y sabemos y podemos vivir con sus implicaciones y más aún, los efectos de esa decisión es lo que buscamos; entonces diré que estamos en una relación con libertad. Si los formamos porque "no somos capaces de hacer otra cosa" o los rompemos por las misma causa (algo interno, nosotros, se nos muestra como externo que nos impone una elección) diría que  en ese caso estar en una relación o abandonarla no son actos libres.

La libertad entonces reside en las decisiones que tomamos a pesar de nuestro miedo y de nuestro temor, está en la decisión de ponerse en frente de otro, sin saber si éste habrá tomado en ese mismo instante la misma decisión de estar ahí y continuar ahí (es decir, en una relación). Esto significa ponerse en una posición de vulnerabilidad en la que tarde o temprano el dolor es inevitable y a veces grande. La otra persona puede decidir, por la razón que sea, libre o no, no estar más en el mismo lugar, con lo que sabemos que eso implica en nuestro imaginario, en la imagen que tenemos de nosotros mismos u amor propio. Sospecho, sin embargo, que es la mejor posición en la que podemos estar. Y es la más aterradora ciertamente.

Es difícil ver como alguien en soledad, porque teme encontrar a alguien (pone, por ejemplo, requisitos arbitrarios o imposibles de imaginarios que no se cuestiona, para comprometerse) puede ser más libre que quien en una relación decide cosas para su vida. Por ejemplo, posponer un proyecto para beneficio de un bienestar común o se embarca en un cambio drástico por los mismos propósitos, si son hecho en esa lógica, son más libres que quien cae prisionero del temor al compromiso y con relaciones de un día torpedea cualquier posibilidad de relación. Lo que se encuentra comúnmente es una persona que teme enfrentar sus miedos y cierra la posibilidad a relación alguna real para vivir de la herida que esto causa... la culpa siempre será de "los hombres" o "las mujeres" en general, que tienen tantos defectos. Esas excusas no son mucho más que las ventanas a través de las cuales se contempla el mundo desde un edificio cerrado del que no nos podemos mover. El no podernos mover es indicio de pérdida de la libertad, no?

Las decisiones libres se toman en soledad, podemos escuchar a los demás y con frecuencia necesitamos escucharlos (los amigos, la familia, por ejemplo), pero finalmente las decisiones libres se toman en soledad pues sus consecuencias son en realidad sobre nosotros.

El ejercicio de la libertad se establece entonces en cada minuto en que tomamos la decisión de permanecer o no en una relación, no en la no existencia de relación alguna. Eso es tan solo soledad y la soledad a pesar de  su necesidad es a su vez un refugio que puede ser más opresivo. La soledad, infortunadamente para muchas personas, es solo una forma diferente de vivir su propia cárcel (con la comodidad de haberla construido uno mismo) o en algunos casos una buena  excusa para eludir la toma de decisiones, para no enfrentar los miedos y los temores, sus razones o mecanismos. Mi visión de esto es que cada que enfrentamos nuestro miedo somos más libres, no menos, pese al pánico que podemos sentir.

Uno encuentra la persona que piensa que ser libre en términos de relaciones es acostarse con quien quiera o al menos salir con quien se quiera cuando se quiera y sin tener que "rendir cuentas" o incluir la opinión de nadie. Y sí, algo hay de ejercicio de la libertad en ello, solo que generalmente esas actitudes esconden otros dramas que esclavizan más de lo que liberan. No veo en ello otra cosa que un escape para no enfrentar la soledad radical y el vacío que conllevan. Son formas de asegurarse no salir de la cárcel del miedo a ser herido o del temor a estar bien (que hay no pocos que lo tienen). Y en la elección regular de muchas personas que veo cerca es que ni ese ejercicio sobre la autonomía del cuerpo lo ejercen realmente.

En realidad ulteriormente la pérdida de libertad reside en la falta de conocimiento de uno mismo... no saber de nosotros es quizá la peor de las pérdidas pues lleva a repetir y repetir, como prisioneros dando vueltas en un patio al rededor de nada.

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