A pesar de que fue hace ya muchos días, no he dejado de pensar en lo que pasó en Bogotá y también en Tunja a varios estudiantes universitarios que murieron mientras manipulaban o estaban expuestos a explosivos. Papas-bomba como se ha dado en llamarlas, quizá porque las envuelven en papel aluminio y parecen papas cocidas al horno por el tamaño y la forma. La primera tarea que nos deberíamos proponer es quitarles ese nombre que encierra una cierta connotación de artefacto inocuo, si no benéfico y en todo caso no letal y legal. Nada más inocente que una papa y nada menos letal que un explosivo. Empecemos por llamar las cosas por su nombre, se trata de explosivos o, como mínimo, granadas de mano mal hechas. Lo de estas semanas ya ha pasado antes, una y otra vez; muchachos muertos, heridos y mutilados en la Universidad de Antioquia por explosivos que ellos mismos llevaban o preparaban. Recuerdo tres estudiantes muertos en Medellín en una casa a dos cuadras de la Facultad de Minas hace var...