Las Papas Bomba

A pesar de que fue hace ya muchos días, no he dejado de pensar en lo que pasó en Bogotá y también en Tunja a varios estudiantes universitarios que murieron mientras manipulaban o estaban expuestos a explosivos. Papas-bomba como se ha dado en llamarlas, quizá porque las envuelven en papel aluminio y parecen papas cocidas al horno por el tamaño y la forma. La primera tarea que nos deberíamos proponer es quitarles ese nombre que encierra una cierta connotación de artefacto inocuo, si no benéfico y en todo caso no letal y legal. Nada más inocente que una papa y nada menos letal que un explosivo. Empecemos por llamar las cosas por su nombre, se trata de explosivos o, como mínimo, granadas de mano mal hechas.

Lo de estas semanas ya ha pasado antes, una y otra vez; muchachos muertos, heridos y mutilados en la Universidad de Antioquia por explosivos que ellos mismos llevaban o preparaban. Recuerdo tres estudiantes muertos en Medellín en una casa a dos cuadras de la Facultad de Minas hace varios años, todavía paso por el lado de esta casa cuando voy por ese sector. Muchachos con las manos voladas en pedazos, muchachas quemadas vivas. Hace poco en Cali la muerte de un estudiante quedó registrada en cámara cuando su morral explotó (aquí se puede ver en youtube) y en resumen, son demasiados para intentar recordar todos los incidentes.

No nos quedan sino preguntas. ¿Eran de la guerrilla? ¿eran solo activistas con la idea de protestar y nada mejor qué hacer? Para sus compañeros de clase la pregunta que puede quedar es ¿quiénes eran esas personas con las que compartíamos aulas y a veces un café? ¿los conocíamos?  Preguntas sin respuesta alguna o cuya respuesta en el mejor de los casos no es clara y nadie va a averiguar realmente bien. Ni las familias sabrán en qué se habían convertidos sus hijos y hermanos o qué hacían ahí con un bulto de explosivos o qué pasó que terminaron expuestos a ese riesgo inocentemente.

Las Universidades públicas por su parte, hacen nada para intentar recomponer ese camino. En principio porque nos ponemos en el pedestal moral que "así no es" y pare de contar. Y es verdad: así no es, pero ¿cómo es? o siquiera ¿qué es lo que es? y ¿qué podemos hacer para que esto no pase?

De cualquier forma no solo las universidades no hacen nada a este respecto sino que al gobierno no puede serle más indiferente este problema. En los consejos superiores no hace absolutamente nada al respecto (tiene dos sillas en cada Consejo Superior de cada universidad pública del país) y perpetúa como rectores a personas que han mostrado su total impotencia e incompetencia para enfrentar este problema. No se necesita mucho para imaginarse que al gobierno le interesa mantener este statu quo, aunque lo que creo que realmente pasa es que a nadie en el gobierno le importa esta problemática ni personal, ni política, ni desde ningún punto de vista. Lo que importa de la Universidad pública son otras cosas, los contratos, los contratos y los contratos. Y algunos números, cifras que mostrar, graduados por supuesto (aun creo eso). Pero las vidas, las carreras, las personas de por medio, para el gran gobierno, importan cero.

Es difícil localizar el momento en que los explosivos se hicieron parte de la vida de las universidades colombianas. Ciertamente en los años 70 ya había explosivos y no han parado. Pero no sería de extrañarse que aparezcan cuando en las Universidades empezaron a hacer presencia los movimientos guerrilleros de finales de los 60, el EPL, el ELN y el M19. Y buena parte de los problemas todavía tienen mucho que ver con la guerrilla infortunadamente.

Creo que en mis alrededores han explotado unos 200 explosivos de estos (digamos a menos de 50mts) a lo largo de mi vida. Y una bomba (a unos 10mts) que por fortuna no era muy grande. Si dijera a 100mts. de mí, creo que el número de explosivos de este tipo que he sentido explotar sobrepasa los mil. De todas estas explosiones, menos mal, el peor efecto fue el de la última que cayó a unos 3mts de donde yo pasaba y me hizo salpicar el café, nada para salir en las noticias, afortunado yo. El resto, el susto y el desconcierto y en los últimos años, la rabia. Nadie tiene derecho a poner en riesgo mi vida de esa forma, nadie tiene derecho a aterrorizarme de esa forma. Y la sensación de no poder hacer algo, esto también da rabia.

Lo que quisiera decir en este escrito es simple: no entiendo. De todas estas explosiones no me ha quedado claro ningún mensaje, ninguna idea, absolutamente nada. En otras palabras, al menos personalmente, no han servido para nada. Para hacerme dar miedo (eso lo podrían lograr de muchas formas) y dudo que ese sea el objetivo. Pero entonces, ¿cuál es el objetivo? ¿qué puede comunicar una explosión? miedo, terror, desconcierto, alguna pequeña destrucción... ¿algo más? la muerte de algún policía o un estudiante. ¿Eso ayuda a algo?

Uno diría que el anarquismo es en sí un fuerza que podría explicar esto. Se hacen cosas que provocan rechazo o repulsa y que ponen en duda el orden social, las jerarquías, los principios establecidos. Si ese fuera el caso, ¡qué falta de imaginación! En la Universidad han habido hechos mucho más anárquicos (alguna vez desenterraron un muerto de un cementerio y lo plantaron en una de las plazoletas, por ejemplo; otra vez, alguien forró en fotos de pornografía barata algunas paredes justo el día internacional de la mujer). Ninguna de esas veces disfruté el espectáculo realmente pero las tengo en la memoria y me hicieron pensar en cosas que no había pensado mucho y que al menos me hicieron caer en cuenta o preguntarme si el orden establecido para esas cosas era lógico y si yo respetaba esas tradiciones por inercia o por voluntad propia (enterrar los muertos, la igualdad de género, en los ejemplos mencionados).

Descarto que sea el anarquismo; si lo es, Bakunin debe estar bastante incómodo en su tumba. Puede ser ociosidad... alguien alguna vez puso unas papeletas navideñas en la biblioteca y causó tal pánico que resultaron varios heridos (se esperaba una masacre de Pablo Escobar en la Universidad así que unas explosiones secas hicieron pensar a muchos que había que correr a salvar la vida). Pero eso se descarta, los explosivos navideños se compran pero sentarse a mezclar químicos, manipular cosas, empacar y preparar; no hay forma que sea ociosidad. Las papas bomba son una empresa, un emprendimiento destructivo de algunos.

Entonces volvemos a la guerrilla. Las universidades públicas son de los pocos lugares donde el discurso guerrillero aun lo escuchan algunos. Por simpatía vieja o nueva, por intentar comprender, por lo que sea. Y no tiene mucho sentido que a la única comunidad que a medias todavía les escucha algo la aterroricen. Pero bueno, la guerrilla no ha sido destacada por su lógica o sindéresis, nadie los acusa de eso. De hecho, de los peores hechos de este tipo la guerrilla ha tenido responsabilidad. En Febrero de 2005 murieron dos personas a quienes les explotaron no se sabe qué explosivos en la U. de Antioquia. No discutamos si hacían o no parte de la protesta. Pero lo que pasó después ese mismo día, sí se ha olvidado de forma lamentable. Numerosos muchachos heridos en la misma explosión, de una lado para otro, desorientados pues no conocían la Universidad y sus líderes habían salido corriendo de primeros. A diferencia de esos "líderes", estos chicos no sabían dónde había un baño, por dónde eran las escaleras o cuál pasillo conducía hacia la calle. Unos no sabían siquiera que estaban en un segundo piso. Eran muchachos que habían sido contratados para este "trabajo"... les pagaban 60 ó 70 mil pesos por participar en una pedrea y tirar explosivos. Al menos hasta el año pasado la tarifa no había cambiado mucho. Esto solo muestra que ya hay muestras de que hasta a este tipo de acción se le hace "outsourcing", se está subcontratando.

La posibilidad de activistas que se organizan y piensan que esa es la forma de llevar a cabo una protesta es una alternativa de explicación no menos tranquilizadora sobre el origen de estos hechos. En primer lugar porque estamos hablando de ciudadanos para quienes el uso de un explosivo es una forma válida de intervenir en la vida nacional. Y están tan desorientados que creen eso: que generar la noticia de que la Universidad hubo que cerrarla o que un policía perdió un pié, es intervenir en la vida nacional. Lo es, pero para empobrecerla. Es intervenir, pero para menoscabar la legalidad de otros movimientos. Se interviene pero de una forma que se pierde lo actuado en cuestión de segundos en el marco del show mediático que vivimos diariamente los colombianos, donde una noticia se vuelve de ayer en cuestión de horas. En fin, pensar que esta forma violenta de hacerse escuchar alcanza más allá de sus propios compañeros y profesores es, por decir lo menos, un desvarío. Se dan tanta importancia a sí mismos que no ven que no la tienen. Y el anonimato de las capuchas y la falta de voz ayudan a que eso quede como anécdota de unas explosiones más cuando no el de la anécdota triste de que se perdieron unas vidas. Pero nada más.

Estas explosiones periódicas, seguidas de las muertes que acarrean, se hacen para enviar un mensaje político vacío venga de donde venga. No dicen nada, no alertan sobre nada, no generan ninguna reacción de mediano o largo plazo ni en individuos ni en la comunidad que las padece, no implantan idea alguna en la mente de nadie. Es como si esto lo hicieran solo para demostrar que pueden hacerlo, simplemente, o para entrenarse en algo que no sabemos qué es.

Diríamos entonces que hay dos tipos de personas en ese combo que nos aliena con sus explosivos; a los que contratan y los que están ahí por algún tipo de convicción y compromiso. A los primeros no hay mucho que decirles, ese día de trabajo puede costar la vida. Y a los otros, dejarles la pregunta, ¿no lograrían mucho más con un argumento sostenido y presentado con convicción, pulido en el debate? A la guerrilla o a los milicianos que provocan algunas de estas escaramuzas quizá les deje en claro cuál de esos muchachos tiene disciplina y obedece, pero el costo es alejar a toda una comunidad y poner en riesgo a esos mismos muchachos. Esa no es una situación de guerra o combate, es una auto-inmolación que ni siquiera cumple aquello que quienes se queman vivos hacen: enviar un mensaje. La auto-inmolación de estos chicos que vuelan en pedazos o se queman es inútil, no deja mensaje alguno, solo  tristeza y dolor y unos daños que se reparan en dos días. Debería preocuparnos un poco más qué hacer para erradicar ese sonido insulso pero asustador de las Universidades colombianas.

Las explosiones apenas logran tapar el inmenso silencio de la falta de argumentos y resaltar la ignorancia de estos muchachos que creen que eso no hace nada, que no tienen idea de lo que están manipulando y a veces ni porqué o para qué.


Comments

Popular posts from this blog

Poema de William B. Yeats

Las campanas de El Jardin, Antioquia

Huerto En Marrakech