La ciencia y el diario vivir, maridaje complejo...

Como profesor de cosas que no siempre son intuitivas o sencillas de explicar en tres palabras, uno sufre lo indecible cuando, con personas que no tienen ese entrenamiento, surgen temas que para uno son académicos, no triviales, tampoco misteriosos. Por ejemplo, los amigos, la gente en una fila del banco, hablan de energía, impulso, magnetismo, electricidad y muchos términos que para la vida diaria necesitamos usar. En estos casos la ciencia tiene unas definiciones y precisiones y el lenguaje coloquial otras. Y eso es de esperarse, en el aula o el laboratorio el lenguaje y las representaciones de los fenómenos tienen una cierta lógica y construcción que no siempre se reconocen en la vida diaria. Por eso, parte de la tarea como profesores es buscar que los estudiantes se apropien de esos lenguajes científicos y los usen con delicadeza pero que no pierdan de vista que eso afecta su visión del mundo y los incorporen adecuadamente a esa visión, expresándolos también con cuidado en el lenguaje diario. Es una tarea compleja y demanda esfuerzo, no se cambia de una día para otro.
Y como es difícil, no siempre se logra. El término energía, por ejemplo, pasa transparentemente de un concepto necesario y útil para comprender la dinámica de la naturaleza y la tecnología a ser un aura que rodea cuerpos, emana de piedras o disposiciones de metales, pervive en espacios, casas o lugares, dota a ciertos de elementos de poderes o que es emitida por personas (en honor a la verdad dado que estamos como a 38 grados centígrados, emitimos radiación infrarroja en muchas frecuencias y energías pero principalmente a unos 32.200MHz de frecuencia y lo hacemos a cuatro manos, sin recato alguno, aunque ninguno de los fotones emitidos es "negativo" o malo o involucra algo malsano ni puede ser identificado con respecto al personaje emisor --excepto claro si uno tiene fiebre en cuyo caso puede emitir fotones ligeramente más energéticos, de alrededor de unos 32.300MHz, solo 0.3% más). 
Eso creo que pasa en todo el mundo y con toda la humanidad. Sin embargo, me sirve para ilustrar el complicado proceso de incorporar a la vida lo que aprendemos en las aulas y en laboratorios. Son dos mundos que parecen no estar mezclados, en nuestra imagen del universo o la naturaleza, nos ponemos los lentes de "la vida" y todo lo explicamos con nuestros conocimientos y significados pasados a nosotros por la comunidad y la familia. Y a veces nos ponemos los lentes de lo académico y vemos las cosas en términos técnicos o científicos y solo en ocasiones intentamos que esas dos representaciones se conecten o reemplazar una con la otra. 
En ese sentido uno puede tener un médico, ingeniero o carpintero (solo por poner un ejemplo y no por hablar mal de ninguno de ellos) que opina sobre astrofísica o cosmología y discute con toda calma las contribuciones de Stephen Hawking sin haber siquiera pensado en el largo proceso de llegar a entender los conceptos técnicos de lo que éste propuso. Y lo más curioso para mí es que muchas veces esas personas son las más escuchadas sobre temas sobre lo que no saben sino los pre-conceptos culturales al respecto... y sobre ello han armado una filosofía, diría yo. Aquel que sí ha pasado por todo ese entrenamiento se vuelve tan cauto que más bien calla para no decir imprecisiones; reconoce que para poder esgrimir un argumento no bastan los cinco segundos disponibles en una conversación normal. 
De esa forma nuestro mundo y cultura están llenos de gente muy docta en lo que no sabe y a los que sí saben, rara vez se les pregunta. Para colmo, cuando sí se les pregunta, como tienen explicaciones harto más complejas y difíciles de articular, entonces su respuesta es percibida como traída de un libro de fábula y tan buena como el del que no sabe. Se vuelven explicaciones equivalentes para casi todo el mundo, son sopesadas como si provinieran del mismo sitio y pudieran competir en el mismo plano. Sobra decir,  los realmente expertos generalmente pierden esa batalla: su visión se vuelve menos atractiva ante muchos que la explicación fácil que da la ignorancia profunda. De esa forma lo que se transmite al mundo es una visión bastante distorsionada y la energía entonces pasa de ser una cosa concreta en física a ser lo que emite una piedra. De hecho pasamos a clasificar las piedras según la energía que emiten  y unas se vuelven mejores que otras, vaya a uno a saber exactamente porqué, excepto por la energía que es claro que emiten: estos argumentos siempre son circulares, tautológicos. La ignorancia con frecuencia es un argumento circular y apela a argumentos circulares.
Y en la vida tal vez eso sea bueno a veces: necesitamos que nos reafirmen algunas cosas para ganar seguridad para retener la idea de que sabemos y que por ende controlamos nuestro entorno. Son explicaciones fáciles y que nos añaden cierto confort. La verdad casi siempre es terriblemente incómoda y poco nos conforta, no huele a hogar.
Lo que ya se vuelve trágico es que esas visiones dominadas por el no conocimiento se conviertan en los argumentos de las decisiones económicas, políticas o el rumbo de la inversión o la investigación. Ahí es donde todo la historia pasa a ser dolorosa. Y ahí es donde una buena cantidad de personas con una buena educación científica o matemática o, mejor, bien estructurada académicamente sin importar del todo el campo, hace la diferencia en una sociedad. Es infortunado que nuestros gobiernos avancen por el solo impulso de los prejuicios, la decidida ignorancia de las evidencias y se posicionen bien solo aquellos que tienen la "energía correcta". Y esa es en el fondo una de las diferencias entre sociedades como las europeas y la nuestra. Nuestras visiones impuestas son el mundo de representación de personas en el poder que usan astrólogos para tomar una decisión cuando no cosas peores.


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