¿Qué salió mal?
Acabo de ver algunas noticias, leer algunos comentarios de
prensa y la tele. Ganó el “no” al acuerdo del Gobierno Nacional con las FARC.
Por poco, pero ganó. Mucha abstención pero si no la hemos prohibido en otras
elecciones, en esta era menos conveniente prohibirla. Luego, digamos para
empezar que la realidad es la realidad, es la realidad.
Lo que sigue será mi propia elaboración sobre porqué ganó el
no. No mi lectura de manuales de ciencia política, no soy docto en ello y se
notará. Creo que las razones para el resultado que se dio son diversas e
intentaré mostrar algunas.
1.
Ganó el no porque Santos es un mal presidente.
Aparte de la paz, Santos ha sido un pésimo presidente. Lo que ha inaugurado fue
iniciado en el Gobierno de Uribe, lo que ha iniciado no ha sido capaz de
terminarlo en seis años de presidencia. Lo que ha propuesto en otras áreas se
ha caído sin gloria alguna. El país derrochó una bonanza de precios del
petróleo y se nos avecina una reforma tributaria feroz. El peso se ha devaluado
un 50% aprox., las reformas en educación son inexistentes, la ciencia y la
tecnología son como siempre las damas de compañía de las campañas, la justicia
la reformó un día (mal) y al otro devolvió la reforma y no ha sido capaz de
articularla con una política criminal que sirva para algo, los programas que
adelanta son todos asistencialistas (casas gratis, ser pilo paga, etc) y gana 200.000
votos con ellos pero no resuelve el problema de millones. En cada aspecto de su
presidencia Santos ha fallado. El país perdió mar territorial con Nicaragua y no
se hace fuerza por la oposición venezolana. Los únicos triunfos son deportivos
y esos poco cuentan. Total, si no es la paz, no hay mucho que mostrar en seis
años de presidencia. No hay un solo ministro que uno diga que es un duro, que
sabe de qué habla… basta ver la de Educación.
2.
Santos representa una aristocracia que todos
empezamos repudiar. Santos es hijo, nieto, bisnieto de otros Santos que como él
manejaron a Colombia como les dio la gana. Es de una élite social y económica
que poco o nada tiene que ver con la gente que va en Transmilenio o en metro.
Cuentan que jugaba partidos de golf (¿quién en Colombia juega golf?) a 30
millones de pesos el hoyo solo por apostar. No tiene conexión alguna con la gente común
y silvestre que al final es la que vota. Anda en un país que existe solo para los
egresados de Uniandes y en el que todo pasa siempre y cuando pase en Bogotá; un
país centralista, arrodillado al poder, sin voluntad de hacer, solo de obedecer.
Eso se nota en lo que hace, como lo hace, donde lo hace… no es sino mirar su
discurso de aceptación del no, las manos parecían las de un clérigo predicando.
3.
El proceso lo apoyó gente despreciable con la que
nadie se identifica por el bien del país. Roy Barreras y Benedetti, por ejemplo.
Los del No tampoco eran la crema y nata de la ética y la probidad, no. Pero los
del “no” no tenían que probar que eran capaces de abrir una nueva puerta al
país, los del “sí”, sí. Muchos veíamos
con verdadera zozobra a Ernesto Samper y César Gaviria apoderados del sí. Y
digo, al otro lado Uribe y Pastrana no
eran mucho mejores, pero la demostración de que este es una nueva oportunidad
para Colombia debe venir de la mano de gente honesta, no untada por la
corrupción oficial. Haber dejado el Sí
en manos de esta casta de seres lo llevó a la debacle porque ¿qué oportunidad
nueva para Colombia es Horacio Serpa? Hubiera hecho más convocando la MANE. Ahí
Santos demostró que escucha lo que quiere escuchar, no la realidad.
4.
Las Farc. Aquí hay poco que decir, basta leer las
declaraciones que dieron, las entrevistas, etc. Basta mirar sus barrigas y
actitud de haber conquistado el mundo. Colombia no sirve para malos perdedores
y menos para malos ganadores. Somos demasiado moralistas para eso. Entonces verlos
como los dueños del mundo porque le dan la mano un Secretario de la ONU que es
un peón de brega más en el mundo, eso lo condenan los colombianos como sea.
Verlos filosofando al lado de un mojito en un yate, eso es la firma de que algo
no saldrá bien. Verlos posando al lado de la Harley, créanme, fueron 60.000
votos.
5.
Los expertos internacionales. Mujica, los N-mil
españoles, los expertos de países tan jodidos como nosotros, todos con ese aire
de “vamos a evangelizar indios”, es quizá algo que cae igual de mal. Esa idea de
que la gente hace algo porque un extranjero dijo, eso es de la Bogotá de
Uniandes, no del resto del país. Colombia creció desde el siglo XV en la idea
clara de que a los extranjeros hay que resistirlos, hay que desoír y descreer
de sus conclusiones y de sus diagnósticos, ahora no íbamos a cambiar. Y no
cambiamos. Los Uniandinos, unijaverianos, uni…etc. Están acostumbrados a
desempolvar la alfombra roja para el gran doctor que viene, los de abajo, la
mayoría, les hace fiesta pero no les cree. Es decir, nos quitamos el sombrero y les llevamos la corriente, pero hacemos otra cosa.
6.
El ultimátum. Sinceramente creo que otra mala
táctica con los colombianos es dar un ultimátum. El mismo Uribe con el
referendo que hizo se dio cuenta. Hagan esto o si no… eso lo hemos oído en
casa, de los padres, de las madres, etc. Pero generalmente igual vamos y lo
hacemos. Es nuestra forma de resistir, de mostrar rebeldía, de no ser sumisos.
Los indios, los esclavos, los pobres hasta el siglo XX tenían pocas formas de
hacerse oír, quizá la violencia y la desobediencia, la rebelión pasiva, esa que dice
sí… pero no. Y este es el ejemplo máximo. La mala idea de presentar el plebiscito
como “digan sí o se desata la guerra en las ciudades” o “si no votan sí sus
ciudades se quedan sin presupuesto”, entre otras perlas, no cala bien en gente
cuya forma de resistirse es dejar de hacer, hacerse los locos, dejar pasar, no
ir, ignorar, dejar morir las cosas. Esto es algo que quienes no conocen este
país ni su historia no saben.
7.
La idea de que los otros son tan incompetentes
como nosotros. Los del sí se echaron con las petacas. Roy, Benedetti, de la
Calle, no fueron a cada barrio, a cada auditorio, a cada pueblo. Los del no se
tomaron ese trabajo… los demás que pudimos apoyar el sí de mejor manera, igual,
nos echamos. Que lo hagan otros. Y otros lo hicieron, los del no. Uribe sabe
muy bien en su campaña presidencial que es el trabajo de hormiga el que sirve
en Colombia y una vez más lo logra.
8.
Este acuerdo de todas formas no resolvía sino una
fracción de los problemas. También creo que una cosa es la dimensión de los
problemas de la gente… la mayoría no relacionados con el conflicto. La pobreza,
la mala educación, la falta de oportunidades claras, la corrupción (¡ah! la
corrupción), nada de eso se resolvía. Promoverlo como el último obstáculo para
que Colombia saltara a la riqueza es una estupidez que se paga. Al final la
gente no es tan bruta.
9.
La desconexión del país que realmente somos. Nos
parece que “debemos ser” una cosa o la otra. Que “ojalá” esto o aquello, no
saber qué es lo que la gente realmente es se paga haciendo preguntas mal hechas ,“como me da la gana” según Santos. Nos parece retrógrado que la gente se oponga
al aborto, a la igualdad de los homosexuales, a no sé cuantos más temas. Pero
parecernos retrógrado (que lo es) no resuelve el problema de que eso sigue
siendo lo que la mayoría piensa. Somos racistas, homófobos, moralistas, en fin…
muchas cosas no muy buenas. Y nos cuesta a quienes nos creemos diferentes
reconocer que eso es lo que mueve a las mayorías y al país y que, en las
decisiones de mayoría, esas visiones que medio despreciamos son las que calan y
mueven. Despreciarlas es un error costoso.
10.La demonización de la oposición.
Este país tiene una balanza rara. Es signo libra. Si en general la balanza está
demasiado en favor de algo, podemos contar con que internamente la gente buscará como
balancear las cosas. En este sentido la persecución a la oposición, aquí sé que muchos
dirán que no hay tal, pero yo creo que sí la hay, termina pagando un precio… la
gente internamente compensa, siempre. Esos desbalances de la justicia y los medios, por
ejemplo, la gente los compensa internamente y luego, cuando puede, anónimamente,
los manifiesta y los cobra. El excesivo antiuribismo de los medios y de la
justicia en mi opinión logró que mucha gente por compensar y balancear se
inclinara por escuchar lo que ellos decían: no.
En fin, no sé si fracase en mi idea de dar una explicación.
Pero me deja sorprendido el no y quiero intentar articular algunas razones. Y
lo quiero hacer no desde la arrogancia que he leído en medios y en redes
sociales, esa de “somos una mano de brutos” o cosas similares. Antes, cuando se
creía que ganaba el sí, era como que a los del “no” los fueran a obligar a
abandonar el país… les decían que si no les gustaba se fueran. Ahora parece que
los que se debieran ir fueran otros. Y no, ninguno debería irse. Bastaría con
escuchar un poco, ver lo que la gente dice, piensa, no lo que uno quiere oír.
Quizá ahí arranque la paz.
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