más sobre la soledad

A la soledad no se regresa, sencillamente nunca se fue, solo se ocultaba tras bambalinas, se hacía la muerta entre tus cosas, debajo de tu cama, en el armario y en la gabinete del baño. Y regresar a ella es en realidad dejarla que ocupe el espacio que nunca perdió. Que vuelva a dominar y a ser el aire que respiras.

La soledad a diferencia de las personas (digamos que del amor), te entrega todo al instante, sin reservas, sin pudor, sin recato alguno y pide más bien poco o nada.

Reintegrarse a la soledad es volver a apreciar un río sereno luego de rápidos y cascadas que producen emoción pero en los que solo viven algunas personas de las que no eres parte.

No todo es carente de emoción en esa soledad que vuelves a vivir.

La única infedelidad imperdonable es a la soledad. Es la única que merece que se le sea fiel y sin embargo es la primera a la que uno engaña con alguien que llega y se planta en medio de la plaza, de tu plaza, o de algún pequeño patio que habías dispuesto para noches tranquilas.

Pero luego vuelves y aprendes a renunciar. Adios a los planes de ir a un sitio u otro, leer, ver cine, caminar, hacer un postre, ver una obra, fumar yerba o subir una montaña, acampar en algún lugar o manejar hasta la costa juntos. Cuando todo eso se va divisas en la distancia eso que se perdía de vista y no sabía que viajabas hacía allá, la soledad.

En eso la soledad es como un viaje circular, te le alejas pero te espera en la distancia, adelante, nunca atrás.

Al principio la soledad parece triste pero no lo es, es como una vieja amistad con la que de pronto descubres que retomaste un tema que había quedado parado años y en el que ahora hay nuevos argumentos y mejores ideas y que, en lugar de estar detenido, ha sido avanzado en secreto por cada uno. (Pero debes reconocer cuando aún no estás ahí).

Para la mayoría de la gente la soledad es una derrota, en lo personal es una conquista. Volver a ella es encontrar un poco de una verdad perdida. encontrar alguna simetría inesperada en un dibujo o un piso mientras se camina con la cabeza baja.

Esa bifurcación del camino entre la soledad allá por el camino de la izquierda y una remota posibilidad de felicidad incierta por allá si tomas el camino de la derecha es falsa, las dos vías están conectadas y lo sabes pero intentas doblar hacia la derecha solo por contumacia. Intentas probar algo. La otra opción no es la contumacia, es solo el amor que te impide ver.

Uno está al final de su soledad, es como el cofre del tesoro el final del arco iris, solo que hay es un enorme vacío que llena el cofre, uno.

La soledad, sin embargo, te hace conciliarte con ese vacío, ya no pretender que tienes cosas que compartir (sabes bien lo falso de esa premisa), ya no intentar llenar el cofre de cosas de interés para que alguien intente acercarse. Ya dejar de batallar con un agujero negro que nada va  a saciar y que no tienes recursos con los cuales decorar o hacer lucir mejor. Ese dejar de batallar es también un descanso que ninguna otra cosa trae, solo la soledad y a veces la pérdida de la esperanza cuando en algún momento te la logras despegar.

Entrar de nuevo en la soledad no es honesto si no se deja a un lado la esperanza.

Hay también regresos falsos a la soledad (la esperanza me hace escribir esto).






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