En GoogleEarth aparece como una mancha de color sobre un tapete verde mas bien informe y casi feo. De un verde poco natural. Si uno viera esa imagen quizá preferiría coger para otra parte, abandonar del todo la idea de ir por allá. Sin embargo, a medida que se avanza por una carretera que le muestra todo lo cambiante y diverso este país, va cayendo uno en cuenta de que el viaje, si no por el destino, al menos por el trayecto, vale la pena; como en el poema de Cavafis. En el camino, se pasa por el lado de Amagá para descubrir, al otro lado de un cañón que debe tener un nombre bonito pero que la verdad es que ignoro, el Cerro Tulsa, como esculpido a mano. Luego, al llegar a la rivera del Rio Cauca y pasar al otro lado, a la Cordillera Central, puede uno por un largo trecho palpar el fluir de tantos ríos y quebradas que uno corre el peligro de pensar que es inacabable, que tendremos agua para siempre. Al final, luego de dejar pasar por un ladito de Andes empieza un ascenso en verde.
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