Un poco de esperanza.... ?


   Uno no sabe ya si indignarse... porque en Colombia si uno se indigna, se va a quedar indignado casi toda la vida. Hay gente en este país que vive en ese estado y seamos francos, vivir indignado constantemente no es del todo viable, termina afectado la razón. La otra opción es reírse con sorna, digamos filosófica, de lo que pasa y no deja de pasar. En este caso me refiero, claro está, al Congreso de la República. (Pienso y pienso si debo poner las mayúsculas al principio del nombre, con el temor de ir de pronto a engrandecer una institución que es en tantos aspectos enana: sobre todo en lo ético.) 
   Muchos estamos en este momento recordando la etapa previa a la Constitución del 91 en la que con gesto patriótico también muchísimos introdujimos la séptima papeleta, convencidos que era el remedio para deshacernos de un Congreso venal, dedicado a proteger sus propios intereses y los de sus aliados y amigos, de espaldas a los intereses de los colombianos en general. Qué tristeza la que se siente hoy en día luego de ver pasar por el Congreso la famosa reforma a la justicia y que rabia infinita de que estas personas nos hayan traicionado a quienes con algo todavía de fe les confiamos la dirección legislativa del país. Aquí incluyo incluso a quienes no vota que con su silencio terminan avalando a estos que quedan ahí.
   El ya famoso libro "Por qué Fallan las Naciones", explica que las naciones fallan por la existencia de instituciones "extractivas", montadas y dirigidas por una élite que se dedica a usarlas para perpetuar sus poderes, su estatus y su riqueza, apropiándose de los recursos y el poder, negando el acceso a esas instancias democráticas al grueso de la población y para ello terminan matando la innovación y el acceso a los bienes que de otra forma serían colectivos como el conocimiento. El Congreso de Colombia acaba de darnos el mejor ejemplo de una Institución extractiva en el sentido del mencionado libro. Cuando aparecemos en las listas de Estados en riesgo de fallar no nos debemos quejar, debemos solo mirar a nuestro congreso y agradecerle ponernos ahí y mantenernos ahí, porque un estado así no puede garantizarle acceso, educación, seguridad, justicia y otros servicios a casi nadie excepto los que están en esa élite.
    Lamentablemente el poder corrompe, no hay en el país casi ni un solo político que no esté corrompido de los vicios que detentan quienes aprobaron esa reforma constitucional. Sin embargo, me ofrezco para trabajar en buscar convocar una nueva constituyente que le revoque el mandato a estos tipos y que adecue la Constitución a las nuevas realidades y equilibre tanto entuerto que por cuenta del congreso y tanto gobernante corrupto nos está hundiendo. Quizá solo sirva para renovar la esperanza, pero al menos eso nos merecemos, un poco de esperanza.


Un error para tapar otro.


Lo que ha surgido en las noticias es que Santos y Corzo, prohombres de nuestra patria, han decidido "objetar" lo inobjetable con omisiones individuales, cada una ilegal. El Presidente no va a hacer publicar la reforma, con lo que abre el precedente de que la Constitución se puede cambiar pero que si al Presidente no le gusta entonces no la promulga y listo. Un poder más de hecho para los presidentes, como si tuvieran pocos y que no está consignado en la Constitución del 91 (vetar reformas que no le gusten). El presidente del Congreso, el que le da tristeza gastar en la gasolina de sus carros oficiales, dice que él tampoco va a mandar al reforma a publicación. Con lo que ahora no solo el Presidente de la República sino, aun más peligroso aún, el presidente del congreso (con minúsculas) pueden impedir las reformas constitucionales que no les gusten. Los congresistas en todas sus falencias tienen un poder, cambiar la constitución. Y nadie se los puede arrebatar ni negar... y ya, por arte de la magia criolla, tenemos dos funcionarios que pueden asumir un poder de veto. 


Reformar una reforma aprobada toma una nueva reforma, dos períodos de sesiones ordinarias consecutivas, etc. etc. No es maquillaje de sesiones extra y de afán. El daño que Santos y su camarilla le están haciendo al país es inconmensurable y dañará nuestra ya muy menguada institucionalidad. 

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