El Deber Ser

    Me preocupa la conjugación condicional del verbo deber; debería. El deber ser es una de esas cosas complicadas de definir, tratar, estudiar, siquiera precisar pues, aunque podríamos establecer que es una comparación con un cierto arquetipo o ideal de sociedad, cultura, cosa o evento, la verdad es que trasciende eso. Esto porque en el fondo todos tenemos una noción de que los arquetipos son eso, algo esencialmente no material o real, y por lo tanto sabemos que son ideas abstractas contra las cuales comparamos cosas, son su símbolo y un emblema de perfección en belleza, fealdad, pureza, bien o mal. El problema con los ideales es que cuando se comparan los mios con los tuyos y aunque en primera instancia parecieran coincidir, las diferencias suelen ser profundas. Y dos, que sabemos de su irrealidad y por lo tanto podemos cargarla de cosas sin fijarnos en su coherencia, lo que implica que el ideal de una sociedad, vista por un individuo, contiene cosas incompletas, a veces incoherentes y casi siempre contradictorias. Aspiramos a una sociedad donde todos sean felices y nadie entre en conflicto con nadie, por ejemplo, pero al mismo tiempo pensamos en la necesidad de normas o de un sistema de justicia, que solo es necesario si hay algún tipo de conflicto que dirimir, no es el mejor ejemplo pero ilustra el punto. Si nos ponemos en la tarea de expurgar las contradicciones de nuestros ideales terminaremos en un mar de frustración... y eso pocos lo hacen.
    El deber ser, sin embargo, a diferencia de los ideales, está envuelto en un manto de "puede ser posible". Y como todos tenemos experiencia en "la vida", todos somos expertos en el "deber ser" y de ahí que sepamos el "debería ser" de las cosas, que resulta que no son como deben ser; según cada uno de nosotros, de nuestro juicio, raciocinio y evidencias recolectadas en ese paso por "la vida". De cada cosa o aspecto de la vida humana (y por tanto sujeto de posibles cambios) parecemos creer saber lo suficiente para expresar el deber ser. No hay un "deber ser" de la naturaleza, la naturaleza la asumimos (muestra de razón) que es como debe ser o simplemente no le pedimos que "deba" ser sino que es y eso lo acomodamos ráídamente a nuestros valores y explicaciones y hacemos nuestro pensamiento abstracto compatible con la naturaleza, no al revés. Pero en lo humano no,  lo humano no es "la naturaleza"  y en su modificabilidad está nuestro "debería ser".
    En primer lugar, sorprende que todos estemos tan convencidos de que hay una forma como deberían ser las cosas y dos, "las cosas" mismas son difíciles de definir. Cuando decimos "las cosas" nos referimos por supuesto a la realidad. Y sé con certeza que me meto en un verdadero pozo sin fondo visible si trato desde mi desconocimiento de definir qué es la realidad. La parábola de la caverna de Platón muestra que desde la antigüedad nos preocupa qué es la realidad. Podríamos decir que la realidad no necesariamente es toda la suma exacta de los hechos que conocemos. Sabemos de hecho que hay cosas que han sucedido y desconocemos y hacen parte de la misma y que, por lo tanto, nuestra realidad es solo una representación limitada de ella. Adicionalmente los hechos son infinitos y aunque éstos son parte de la realidad, hay algo que trasciende los meros hechos... nuestra forma de integrar esos hechos en una narrativa, un orden, una secuencia, es parte de la realidad misma, lo que la vuelve harto compleja y llena de autoreferencias y círculos. Eso que trasciende es lo que cada uno aporta a la realidad al ordenarla, contarla e interpretarla.
    Sin embargo, si los hechos controvierten nuestro relato de la realidad mediante lo que llamaríamos "pruebas", es dificil esgrimir la idea de que una cosa es o fue "real". En otras palabras hay algunos puntos de chequeo de la realidad y nuestras versiones sobre ella. Quienes han creído ver un ovni alguna vez es posible que lo vieran como real, pero la evidencia para la mayoría es que no existen (sin ofender a nadie). Un evento, un hecho, una objeto que puedan ser objeto de juicio y calificación es lo que llamaremos real. Todo lo que pueda ser objeto de adjetivo es parte de la realidad, pero cada adjetivo es un relato y una forma de transmitir esa realidad. Uno diría que la realidad es la situación que es y nada más, lo cual solo logra diferir la definición pues ahora habría que definir "situación" e inevitablemente esto nos lleva al contexto, la historia, los caminos que llevan allí y las diferentes historias que se tejen al respecto, es decir, no resuelve nada. Esa es otra lectura de la realidad, simplemente es la super-imposición de las lecturas de la misma. Voy por un camino sinuoso. 
    Un koan zen pregunta "si un árbol cae en el bosque y no hay quien lo escuche, ¿produce sonido?" esa es una pregunta por la realidad; si no hay una historia sobre la realidad, un relato de la misma, no parece ser la realidad. "Si un árbol cae en el bosque" es un experimento mental, si vemos un árbol caído en el bosque podemos construir el relato de su caida y eso lo vuelve más real a nuestros ojos y ese relato contiene un sonido. En fin, lo que "no es" es irreal y eso aunque parezca práctico está lejos de serlo pues al final la realidad no es algo que "percibimos" y para ello debe pasar por los sentidos y ser procesada por el cerebro. Y ya sabemos que el cerebro no con poca frecuencia nos miente, nos hace sentir lo que "no es". Eso entonces nos marca la posibilidad de que lo que percibimos como realidad puede no ser lo que los demás perciben como realidad. No siendo yendo más allá de poder intuir lo que Berkeley trataba de explicar pues obviamente si fuéramos berkelianos, Berkeley sería irreal y por ende algo imaginario que nos hemos implantado en el fondo de la memoria para recordarnos de dudar de la realidad y la interfase entre la realidad, nuestros sentidos y entre estos y nuestra razón y entendimiento.
    Es pues que al final, me preocupa el como deben ser las cosas. En verdad, ¿cómo deben ser las cosas? ¿alguien realmente sabe? y ¿alguien puede afirmar que su versión es realmente mejor de forma objetiva? sospecho que no, pero todos estamos convencidos de poder hacer estos juicios y convencidos de poderlo probar y demostrar. Eso en el fondo es bueno, nos muestra como seres no a la deriva. Pero me preocupa la sobre-actuación. Es decir, un deber ser que muchos tienen claro pero no ponen en práctica y jamás intentan volverlo realidad. Esto por cuando al volver "realidad" el "deber ser", las cosas se complican y se vuelven algo fangosas, harto diluidas y a veces en algo irreconocible. Esas lecciones de realidad son las que necesitamos para no fracasar con nuestro deber ser a largo plazo y ajustarnos quizá mejor a lo que realmente es.
    Quizá todos en algún momento seamos capaces de intentar llevar a la práctica uno de nuestros "debe ser". Quizá fracasar en el intento, quizá triunfar, pero en cualquier caso aprender y en todos los casos, dejar de hablar en el aire. Ver como la realidad se consume una idea y solo ocasionalmente la catapulta a algo general, bueno y aceptado, nos pone los pies en la tierra a la hora de pontificar. (Un alto en el camino para reconocer que hago eso con frecuencia, pontificar.)  Y como decía Cioran "en todo hombre dormita un profeta, y cuando despierta hay un poco más de mal en el mundo"... sospecho que se refiere a quienes sin pararse en el mundo nos tratan de imponer un deber ser que no tiene en el fondo que ver con las cosas reales que ese deber ser intenta arreglar. Y las ideas, esos "deber ser", se convierten en proyectos políticos y éstos en guerras y otras calamidades. Un poco más de mal en el mundo.
    De la misma forma casi todos sabemos cosas que andan mal con nuestro sistemas políticos y vemos otros que funcionan mejor. Pero no dedicamos una onza de esfuerzo a mejorar, con acciones concretas, intervención directa, dichas cosas. Nuestro deber ser se queda dentro y nos sirve solo como tema de conversación y controversia. En el mundo de la universidad, el deber ser es de todos los días, es un aspecto vital de la discusión. Pero también nos llena de predicadores que jamás aceptan una responsabilidad y por ende portadores de un mensaje contradictorio, facilista en lo general e irrealizable más veces de las que uno quiere.
    Son los dos extremos, la llevada a la práctica a toda costa y la total inacción las que convierten el deber ser en una amenaza más que en una ruta para allegar un consenso sobre lo que es mejor. La convicción de que el deber ser en efecto "tiene que ser" solo desemboca en realidades prácticas indeseables y la renuncia a una aspiración a cómo deben ser las cosas nos lleva a aceptar cualquier situación y a renunciar al cambio.


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