Antioquia, la Maleducada.

El título de este escrito da para mucho. De un lado para hablar de la falta de respeto con la que nos tratamos en este territorio; nos las damos de "muy educados" o de muy dulces y cariñosos. Las comillas no son gratuitas, las puse por lo que voy a decir después, pero esperénme un minuto. Estaba diciendo que nos las damos de dulces y respetuosos cuando la dura realidad es que nos tratamos a las patadas y codazos. No hay sino que ver la forma de conducir un vehículo en Medellín. Lo más contradictorio es que los que generalmente reciben más educación somos de los peores: nos le atravesamos a cualquiera, le tiramos el carro a la viejecita para que no pase la calle, jamás damos una vía y un penoso y largo etcétera. Si eso no  es evidencia, veamos qué hacemos en un supermercado (en pequeña escala): lo mismo, pero con carros de supermercado, que es todavía más ridículo. Y ¡ay! de decir un "con permiso", "disculpe" o algo parecido; eso no es antioqueño. Parece que nuestra función verbal desaparece en las filas y lugares públicos, no pedimos que nos den permiso para pasar, solo hay que empujar y atropellar. Así que estamos lejos, muy lejos, de ser muy dulces y cariñosos, mucho más de ser respetuosos y "educados". 

Por otro lado, da para hablar de nuestro plan de desarrollo y de eso sí quiero hablar y del estudio de la gente, de lo que también quiero hablar. Pero antes, nos da también para decir algo de nuestra propensión a usar cuantificadores inútiles como "lo más", "el primero", "lo máximo".  Nuestras cosas parece que no pueden simplemente ser. Deben tener afiliados a su ser un cuantificador que sirve de calificativo que le dé una dimensión. Somos una cultura insegura que necesita continuamente reafirmarse el hecho de que es parte del mundo y  de que, pese a que en Europa o Nueva York hay cosas difíciles de igualar o emular, las nuestras las superan o están a la misma altura. Un actor desconocido y mediocre estrena un monólogo y lo convertimos en la premiere mundial de la obra. En Londres, excepto para películas de Hollywood que cuestan esta vida y la otra, estrenan todos los días obras y películas, las llaman "estreno" no "estreno mundial" o "primicia universal". Tampoco necesitan decirse cada día a sí mismos que su metro es el primero construido en el mundo, es solo "the underground". Un sistema que sirve y transporta, así sea muy caro. De hecho los calificativos son bien distribuidos: se usan para cosas negativas como que ese metro es de los más caros del mundo, eso sí lo dicen. Pero no es el más profundo, el más largo, el más subterráneo de los subterráneos, el más sucio, el más oscuro, el más nada... solo "es". Es oscuro, largo, subteráneo, etc. Lo nuestro debe ser "primicia mundial" para que nos parezca que vale la pena... ¿a quién? a nosotros mismos, ni siquiera para toda Colombia pues en Bogotá ese fanfarronada no se la tragan (aunque hagan fanfarronadas similares).

Entonces "la más educada" solo es una de esas fanfarronerías tontas e inútiles. Faroleros, nos decía Alberto Aguirre, QEPD. La educación formal y de calidad suele aplanar esas aristas e inseguridades pues pone en acción eso que llamamos el pensamiento crítico, que nos lleva automáticamente a dudar de esos cuantificadores y calificativos. Por lo tanto, el eslogan "la más educada" se auto elimina, es un argumento en contra de sí mismo.

Ahora sí. La educación y otras cosas. Volvamos a las Europas, que no dejan de ser un referente pese a la crisis. Cuando uno quiere una fotocopia en un país europeo, cualquiera, y está en la calle (no en la oficina donde esas cosas están a la mano) va a una tienda, pequeña o mediana y sucede una de dos cosas: que uno le haga seña al dependiente de que va a tomar una copia o que simplemente vaya a la fotocopiadora y la accione. Tomada la copia (ampliada, reducida, doble, triple, lo que sea) uno va y le paga al señor en la caja. No hay un dependiente para una fotocopiadora. En Colombia necesitamos dependientes para operar una fotocopiadora. 

El café. Las cafeterías, los pasillos de los edificios en países de más desarrollo industrial, están poblados de máquinas que venden un café de calidad regular pero automático. Uno mete una moneda, presiona el botón, retira. Fin. En Colombia necesitamos operarios que aprieten el botón. Cada uno de esos empleos, es un trabajo mal pago e inútil. Es más, nos vuelve más improductivos, lentos (hay que esperar que el dependiente termine de hablar con el amigo, suelte el teléfono, encuentre las monedas, negocie la devuelta por un confite, etc.etc.). No agregan nada de valor a lo que venden.  Su trabajo no agrega valor.

Eso me lleva al problema de la educación. Guillermo Amaya publicó una columna (puede ser leída aquí) hace poco donde pone en duda el eslogan de nuestro gobernador y que recomiendo en este punto. El hecho es que no se trata simplemente de hacer pasar por la escuela a la gente. Uno puede ir once años a un colegio y salir tal y como entró, intelectualmente igual. Cuando era niño, hace tiempo, los empleos a los que accedían mis vecinos con frecuencia demandaban "bachillerato". Había que ser bachiller. Y la verdad es que no todo el mundo podía acceder a esos empleos, era un nivel relativamente alto. Más aún, no todos los trabajos demandaban ser bachiller, solo algunos. Hoy se da por hecho que la gente ha terminado la secundaria. Y los trabajos son los mismos. En otras palabras, ahora el bachillerato ni se pide, se asume, pero los trabajos son los mismos: operar rutinariamente equipos y herramientas. Hacemos pasar once años a alguien por el colegio para que presione un botón (es una pequeña exageración pero es la idea). Y yo discrepo de ese esquema. Nuestra educación, si es que vamos a hacer algo con ella, debe agregar valor y por el ejemplo dado, no está agregando nada. Es más, agrega menos que en los años 70. 

Ese es nuestro drama. La solución de ese drama por lo tanto no es hacer pasar once años a alguien en una Institución Educativa. Es transformar su estructura cognitiva, sus procesos cognitivos, de una forma permanente, reforzando su pensamiento crítico, incorporando el pensamiento numérico, el uso del lenguaje en forma lingüística y gramaticalmente fuertes, la lógica y la ética y otras cosas que muchos intuyen, de tal forma que cuando se sienten en un trabajo agreguen valor. Y puedan cobrar por ese valor que agregan: ganen salarios dígnos.  Apretar un botón y voltear un libro no son indignos, para nada. No es que los trabajos sean indignos sino que los salarios y el fruto de los mismos son solo tangencialmente útiles a la comunidad. Esto por supuesto conllevaría una transformación de la sociedad misma y sus esquemas productivos sino también una revisión de nuestro currículo, la forma como formamos a nuestros jóvenes, los fines mismos que a veces perseguimos (ser los más, por ejemplo) y otros valores que francamente nos tienen atrancados en 1960 en educación pero en un mundo del siglo XXI. 

Desde ese punto de vista nuestro Plan de Desarrollo  de Antioquia (la más educada) no deja de ser un eslogan más de campaña y de político. No una verdadera transformación productiva, social y comunitaria, asociada a mejores formas y contenidos en los cuales educar.  La educación es para nuestro Gobernador Fajardo como aumentar el número de kilómetros de vías pavimentadas pueden ser para otro funcionario. Nada muy distinto. Y como políticos, éstos hacen las vías (o los colegios) con quien les conviene. Los permisos para las estaciones de gasolina las entregan a los amigos (o los contratos para 'transformar' un colegio) y así sucesivamente. El resultado al final es una vía (o un colegio) por el que transita lo mismo que antes pasaba por un camino destapado (productos agrícolas básicos, ganado o bachilleres en el otro caso) sin un valor adicional. Un poco más rápido un poco más decoroso, pero los mismos. Eso no nos vuelve más ricos como nación. 

Lo anterior pasa con la educación actualmente, no agrega valor porque el trasfondo y la base siguen siendo los mismos (como la producción de piña sigue siendo la misma pese a la carretera peor o mejor).  Cada que oigo "Antioquia la Más Educada" en mi mente lo reemplazo con "Antioquia la Maleducada" y al menos me da a veces algo de risa... con el debido respeto.

Explicaré luego porqué lo que se hace "nuevo" en Antioquia tiene muy pocas probabilidades de éxito... baste decir, uno no puede llevar a una región como Antioquia esquemas que ni siquiera han sido exitosos en una ciudad con alta concentración de personal y dinero como Medellín o de los que ni siquiera se ha medido su verdadero impacto. Antioquia es menos del 14% de la producción industrial y tiene menos parte del PIB de Colombia que Bogotá, con el problema de que además está mucho peor distribuido. Eso no se resuelve poniendo un call center para repetir libretos por teléfono a cambio de un salario mínimo. De nuevo, eso no agrega valor aunque sea un trabajo digno. Tampoco se resuelve construyendo edificios para la innovación sin que nadie explique bien cómo se va a innovar, quién, cual será la medida, etc. En ese sentido nuestra región parece tener claro el nombre (innovación) pero a él asociamos construir edificios, no el verbo: innovar, eso sucede en muchas partes y a veces en edificios muy feos y malos. Si no lo creen busquen en Insternet las historias del "Building 20" del MIT y piensen en el edificio de Ruta n.  Creo que nadie sabe que significa la n chiquita y como una potencia de ruta.

PS. Este es el primer párrafo de un artículo de El Colombiano: "Si Nueva York está entre las tres primeras en el Índice de Ciudades Verdes de Siemens, y Tel Aviv ha sido distinguida como ejemplo de arquitectura moderna y urbanismo, Medellín no se queda atrás en términos de innovación."

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