País gamín


Nuestros políticos se dedican a decir mentiras sin consecuencia alguna. A montar una historia, mejor, muchas historias paralelas, con el afán de que algún sector de la opinión tenga una historia medio coherente, alternativa a la realidad, que le pueda mantener una cierta fidelidad política a proyectos bien sea fallidos o gastados o casi inexistentes e inconsistentes. Realmente no debo decir "nuestros" pues es la función de casi todo político en el mundo, depende del poder que vayan alcanzando. Solo que cada país le pone diferentes límites a sus propios idiotas en el poder, el nuestro es un control casi nulo, el europeo mucho más alto.
La inteligencia no es protección, el Gobernador Fajardo todavía cree que sus intervenciones en educación sirven y no ha podido ver las cifras que muestran que lo hecho ha sido casi totalmente perdido (algún magro resultado hay pero no comparable con la dimensión de los invertido), lo que implica mucha carreta (mejor que otra en este caso) pero poco resultado, producto del mismo mal: falta de una verdadera autocrítica o de colaboradores menos lambones y más fieles (fidelidad es decir la verdad, digo yo, en este caso), que les ayuden a ver la realidad, no la historia paralela.
Los comentaristas viven desde hace un tiempo con las manos en la cabeza condenando las andanadas de Uribe en Twitter o las declaraciones de Pastrana. Nos dicen que hemos descendido pues el lenguaje es cada vez menos elaborado y cada vez más pobre, a diferencia de otras épocas en que era mucho más grecoquimbaya. Hemos perdido mucho, nos dicen, pero ¿realmente?  He ahí la pregunta; mi posición (aunque oscilo y mañana puedo pensar distinto) es que no hemos descendido. Es donde hemos estado desde toda la vida. Cuando escucha uno a los mayores quejarse de que no hay en el Congreso los grandes "debates" de los grandes oradores o que los periódicos y demás no están llenos de la misma erudición de otras eras, que el discurso público se vuelve callejero, de gamines, yo hago otra reflexión.
En esos años de erudición, eran tan pocos los que tenían el poder y algunos tan inteligentes que podían usar la civilidad como arma; eso sí, el que no perteneciera a esa élite era excluido de ese discurso de una forma o de la otra. Quien tuviera un proyecto que eventualmente amenazara esos privilegios sobre el uso de la riqueza nacional o el poder, era sacado del sistema sin importar el costo. Sobra mencionar ejemplos.
Luego, no hay un pasado brillante al cual volver. Esos prohombres que hablaban tan bien fueron un fracaso para Colombia: no lograron construir un país incluyente y con acceso de todos al uso pleno de lo que la democracia brinda. Lo que ha sucedido y que es un cambio, es que últimamente unos bocones han tomado algo de preeminencia cuasi-permanente y hay medios con menos "civilidad", más inmediatos. Se ha llevado a la plaza pública el lenguaje que nunca ha dejado de ser el lenguaje promedio de los colombianos (puede ser peor) y que antes se reservaba para ese promedio y en sus espacios pero que no salía  a colación entre políticos o rara vez lo hacía.
¿Es eso tan grave? pienso que no. Simplemente es lo que somos, gente intolerante (todavía matamos 17000 colombianos cada año, sin incluir riñas y lesiones personales), excluyente, regidos por unas élites corruptas que no tienen un proyecto nacional, ni regional, sino un proyecto familiar o personal. Que eso se transvase a la plaza pública, al "debate", es quizá algo bueno, por primera vez nos vemos a nosotros mismos públicamente como lo que en promedio somos. O vemos esas características del ser nacional que son de lo peorcito, representadas por los elegidos y que antes eran tapadas de forma consistente.
De ahí las comillas en la palabra "debate", eso generalmente no ha existido. Ha habido diálogos y peleas menos civilizadas de élites en el poder, entre ellos mismos. La inclusión de voces distintas es todavía inexistente, o casi. Basta ver las columnas de los periódicos... uno a veces se pregunta ¿cómo le dejan a esta persona publicar esto? cosas mal escritas, sin principio ni fin, sin argumento, con errores conceptuales, etc. Y cuando uno mira, ah! sí, es que es el hijo de peranito o el ahijado político de fulano. Eso no es debate, menos todavía cuando aquellos en el poder no escuchan, como lo ponía de ejemplo en el caso de Fajardo (a su vez hijo de una élite). Luego, las rebatiñas de Uribe y compañía no son ningún debate y las peleas el Congreso de una minoría para ver como mejor se repartían los privilegios, tampoco. Era más sonora y más interesante, pero no mejor debate.
La democracia colombiana es débil, como ya dije, pero aguanta los madrazos y estas posiciones descalificadoras, inútiles, impensadas y tontas y a veces infantiles. De uno y otro lado. Aguanta que se hable el lenguaje del promedio y se exprese en ese lenguaje porque los temas para debatir carecen de altura intelectual y de argumentos sutiles y son entre ignorantes con poder y dinero.
Somos un país gamín. Al menos eso puede servir saberlo. No saber y reconocer lo que somos es peor, saber qué somos nos puede dar una mejor idea de qué hacer o para dónde ir. Reconocerse es parte importante de explorar nuestro futuro. Somos un país que de fondo no sabe leer y escribir, que tiene problemas para elaborar argumentaciones complejas (ver resultados de pruebas TIMMS o PIRLS) y en donde solo unos pocos tienen el privilegio de entender un argumento sutil. Claramente eso es hoy más público que en los años 40 ó 60 pero ciertamente no estamos peor ni mejor realmente. No desde el punto de vista del progreso real como pueblo.
Lo que habla mal de nosotros es que esos trinos de Uribe o las falsedades de Pastrana tengan seguidores. Eso habla mal de nuestra capacidad de pensar críticamente. Y la frase de Min-interior descalificando a Uribe y que también tiene seguidores, habla mal de nuestra capacidad para razonar con las reglas mínimas de la lógica de Aristóteles, usando falacias  (se llama argumento ad hominen) como la del ministro en lugar de argumentos y conclusiones válidas. El derecho de Uribe a comportarse como un niño chiquito solo tiene que ver con que nuestro pueblo quiere oír ese tipo y nivel de argumentación… o algo por el estilo. 
No leemos, eso es muy difícil, entonces nuestro lenguaje promedio es pobre, como los argumentos de Uribe o Pastrana o Santos o las argumentaciones de Fajardo, que nunca dice nada de fondo. 
Acepto, yo preferiría frases bien elaboradas y argumentos, pero el país que tenemos rara vez da algo como eso, solo suele dar solo cosas como Uribe, Pastrana y el Mininterior a pesar de la élite que son. Quizá la queja no es que Colombia haya entonces descendido sino que la élite ha bajado un paso o se ha modificado en alguna forma acercando su lenguaje al de cualquier colombiano; como aquellos en el poder son una tremenda minoría, el promedio sigue sin cambio y eso es lo que realmente importa.
(Es verdad en las últimas décadas mejoró la cobertura en educación y esas cosas, pero eso no ha significado realmente mejoras sustanciales de la democracia, simplemente nos hemos ido actualizando conforme el mundo demanda cierta actualización.)
Partamos de ahí, eso es algo que debemos cambiar: aprender a leer y escribir bien, a pensar y a comunicar pensamientos complejos. Estos personajes son solo producto de lo que somos como país. Si los queremos cambiar está en nosotros hacerlo y mejorar, empeorar es difícil y la democracia que tenemos, con sus bemoles, normalmente logra detener deterioros por debajo de ese mínimo histórico. Por eso realmente Uribe no es una amenaza para la democracia, alguna vez quizá lo fue, pero decir que hoy tiene el poder de amenazar la democracia es un argumento falaz que no sirve para nada.


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