Los maestros, la disculpa de siempre y la media verdad

En los últimos días en la prensa nacional han salido reportes y "estudios" varios en los que de una forma o de la otra se llega a la misma conclusión a la que siempre se ha llegado: el problema de la  (mala) calidad de la educación es la (baja) calidad de los maestros. Empiezo a sentirme engañado con esa explicación. La razón es que aunque parece profunda e importante, es superficial y facilista. 

Otro columnista, editorialista además, decía hace un par de días en El Espectador que el problema es que a las facultades de educación están pasando estudiantes de bajo rendimiento o pocas habilidades, si es que recuerdo bien la frase que usó. Los admitidos en las facultades de educación son estudiantes de bajos puntajes en pruebas estandarizadas. Y hasta puede ser cierto, eso en el fondo no importa pues no es la explicación a nada.

El problema es que los maestros son seres humanos y ciudadanos como cualquiera. Tienen las debilidades de la población en general, del sistema productivo, del sistema educativo, del sistema político, del Sistema, en pocas palabras. No son super-humanos, por encima de todo eso que conforma el país. Y como tal, no entiendo cómo, por ejemplo, un periodista le pide a un maestro que sea mejor: los mismos periodistas rara vez escriben muy bien, sus historias viven llenas de errores, imprecisas y mal hechas. Los periódicos colombianos dan pena. La TV, vergüenza. La radio, grima: basta oír un programa matinal en una "emisora tropical" para querer vivir en otro país. Y sin embargo, estas son las personas que una y otra vez concluyen que los maestros son el problema en sus crónicas superficiales.

De los políticos, ni hablar. A uno que trabaja en la Gobernación de Antioquia le he escuchado de viva voz descalificaciones tales hacia los maestros que dan rabia y eso que es el asesor de la Gobernación para mejorar la educación. Si uno no respeta a aquellos con los que tiene que trabajar, difícilmente podrá lograr objetivo alguno, excepto gastarse la plata en un eslogan vacío. Pero más allá, ¿qué respeto puede imponer un parlamentario intentando hablar de la calidad de la educación? si ellos mismos copian, no saben escribir, no saben leer y pareciera que lo que aprendieron fue solo a calcular porcentajes de las mordidas y a firmar cosas sucias. 

El problema no son los maestros. O mejor, los maestros solo somos una parte del problema. El problema es el país. Ese que es corrupto y que hace que los maestros para aumentar sus salarios a un nivel decente tengan que adquirir diplomas mediocres (que es lo único que importa: el papel), el que hace que muchos, para tener un nivel de vida adecuado, usen su tiempo para tener dos trabajos en dos colegios distintos y por ende no sean capaces de prestar buena atención a ninguno. El mismo sistema que hace que un gran porcentaje de rectores sean de las camarillas de los políticos y se alíen con concejales y congresistas para hacer política con los recursos de la educación. Ese mismo sistema que permite que se hagan colegios mal pensados solo por construir y construir, que es lo que mueve los contratos, que es lo que mueven la plata de alcaldías y gobernaciones. Ese mismo sistema que hace que para tener un traslado se necesiten palancas e influencias... o para cualquier cosa. El que permite que los maestros de matemáticas tengan que dictar otra cosa de la que no saben pues es necesario llenar horas o el profesor le cae gordo al rector.

El problema no son los maestros. Es un sistema productivo que rara vez demanda realmente calidad. Que solo ocasionalmente la aprovecha ¿para qué un diploma si mi trabajo es sacar fotocopias todo un día? ¿quién necesita ser bachiller para recibir plata en un taxi o en un bus o para empacar cosas en un supermercado? la calidad de nuestros empleos está ligada a la calidad de nuestra educación, es cierto. Pero no de la forma como nos la quieren hacer ver: que hacer un megacolegio en una zona de tugurios le va a dar a esos chicos una vida de clase media de ahí en adelante. Eso no está garantizado y sospecho que es una premisa falsa. Es un asunto de todo nuestro aparato, no solo de nuestros maestros. Unos tremendos bachilleres para tomar fotocopias o lavar carros o estar en otro subempleo no es la solución. Pero no solo eso, es también cosa de la calidad de nuestra educación superior, que hace agua por todos lados.

Descargarle a los profesores de escuelas y colegios lo imposible es la salida equivocada. Es decir, hacerlos de repente responsables de que todo salga bien en educación es un despropósito. Es una estupidez propia de nuestra visión voluntarista del mundo: basta tener mucha voluntad. Los premios que dan a los maestros solo premian eso, la buena voluntad. No, no es un asunto de voluntad. Se trata de que todo el sistema mejore y para ello hay que invertir y estudiar, ciertamente, pero no solo es eso: es cómo nos organizamos como nación.

Echarle la culpa a los maestros es la salida fácil y vergonzosa que nos inventamos para no tener que lidiar con el problema real: la educación es de todos, se da en todo ámbito y espacio, es algo que permea la sociedad y la cultura. En el momento en que la profesión de maestro sea vista con respeto por todos, en la medida en que ser profesor signifique un empleo con un salario digno y adecuado (que no es lo mismo que ser rico), en la medida en que haya verdadera visión de méritos académicos, en la medida en que acabemos la injerencia de los políticos en todo esto, en la medida en que respetemos a los maestros y la sociedad reconozca en el conocimiento un valor y no un lastre, que es lo que es para la mayoría de colombianos, ahí empezaremos a mejorar. 

Esto último lo diré en otra entrada de este blog. Pero es que para los colombianos el conocimiento es un lastre. Una cosa de la que hasta nos quisiéramos deshacer. "No piense, actúe." "El que piensa pierde." Y estupideces similares oye uno todos los días. Y a todo el mundo, a todo el mundo, lo ve uno negociando cual es el mínimo que tiene que aprender para poder seguir adelante. ¿Cuál es el estricto mínimo que debo saber para poderme mover? sería como el dilema con el que nos levantamos cada día. 

Al final, un país que no quiere aprender es un país cuya educación tendrá resultados pobres. Si nos trajéramos mañana a todos los profesores de alguna escuela Finlandesa, dudo que en donde los instaláramos tendríamos en un tiempo el mejor colegio de Colombia. Sería un colegio más. Porque no es solo lo que el profesor pone, es lo que la sociedad pone e invierte (y no me refiero al dinero). Y nuestra sociedad ni respeta ni valora, ni realmente cree en el conocimiento. Así, no hay profesor que sirva. Es más, el profesor no es necesario. Solo se necesitan algunas personas que despeñen un empleo más, de relativa mala calidad, como cualquier otro. Eso sí, con mucha voluntad.



Comments

Unknown said…
Nelson, con todo lo que me gusta tu blog y lo lúcido y certero de tus textos y los análisis que exponés aquí con frecuencia, pienso que merecés mayor divulgación, pues todo escrito tuyo aborda profundos cuestionamientos y no elude la mirada directa sobre los innumerables problemas de este país. Creo que una excelente oportunidad está en que te postulés para esa convocatoria que tiene abierta El Espectador hasta el 15 de febrero para convertirse en columnista de ese diario. Estoy seguro de que tus seguidores veríamos con gusto si tu voz alcanzara muchos más lectores críticos en amplios sectores de la opinión. Lo merecés (y lo merecemos).

Esta columna tuya sobre los maestros me ha gustado mucho y le da vuelta completa a ese fastidioso lugar común de despachar de manera tan frívola y mediática la supuesta solución a un problema estructural que todos padecemos diariamente (no solo los estudiantes).

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