No a la reelección de Rector en la Universidad de Antioquia
Hay que decir de entrada que el debate
nacional sobre las reelecciones ha sido ganado por el no. No a la reelección
presidencial y no a la del Procurador, Gobernadores, Alcaldes y otros cargos.
Luego, podemos decir que hay claridad en la opinión y la comunidad en que la
figura de la reelección no es buena y va en contravía del interés general. La
Universidad es una entidad pública cuyo quehacer tiene grandes implicaciones en
la región y el país y un impacto considerable en la formación de ciudadanos y
de pensadores. Así las cosas, el mensaje de que aquí somos una isla, apartada
de esas tendencias de buenas prácticas políticas y administrativas, es negativo
para la sociedad como un todo.
Formar ciudadanos y
líderes conlleva la responsabilidad de tener un estándar más alto que el común,
no porque se nos apliquen normas más severas, sino porque le debemos a la
sociedad una respuesta calibrada muy alta en cuanto a ética, procederes claros,
transparencia y buenas prácticas en todo orden. No aceptar ese dictamen
nacional sobre la reelección es al final una muestra de desconexión y
aislamiento que tiene consecuencias palpables. Así por ejemplo, la Universidad
Nacional limita las reelecciones a una sola, en el entendido de que tres años
por término son muy limitantes para desarrollar programas de más largo plazo.
Otras, que permiten reelecciones sin límite, han pasado por no pocas crisis a
raíz de esta práctica, la Universidad Tecnológica de Pereira viene a la mente
como una historia reciente de estas crisis, por no hablar de otras como la Universidad
de Pamplona, para quedarnos en el sector público. No somos inmunes en la
Universidad de Antioquia a las crisis políticas y administrativas que se
devienen de la posibilidad de irle dando, de
facto, el término de vitalicio al rector.
No existe una sola forma
de ver la Universidad, existen múltiples formas de sentir este mundo
universitario y esas formas deben tener la oportunidad de ir dando forma y
esculpiendo la Universidad. Y para ser un ente en el que la crítica y el pensar
deberían tener un lugar privilegiado, la Universidad de Antioquia se ha
comportado con un conformismo poco esperanzador en los últimos años. Como si la
forma de llevar y orientar la Universidad fuera una sola. Ese conformismo con
el statu quo es poco característico
de una comunidad que solía debatir hasta la sola definición de crédito
académico. Y he ahí una razón más por la que la reelección indefinida de rector
debe merecer un estruendoso no. Cuando todos caemos en nuestra zona de
comodidad y confort, empezamos a promover, por defecto, por inacción, una
Universidad anquilosada e inmóvil, políticamente aislada, inercial y alejada de
la verdadera tarea de pensar críticamente no solo la Universidad, sino la
sociedad como un todo.
Perseverar en el buen
camino no tiene nada de malo. Pero cuando pensamos que hacemos las cosas porque
esa es la forma de hacerlas, porque
no hay otra y no podemos repensarlas, nos resignamos a una Institución que no
cambia. La Universidad ha ganado puestos de liderazgo nacional que nadie quiere
perder y en eso hay un reconocimiento a las administraciones pasadas. Pero esos
puestos de liderazgo ganados pueden ser usados hoy para innovar en nuestro
quehacer, para liderar la educación superior colombiana desde adentro, hacia
caminos nuevos y de excelencia, más dinámicos y actuales. Sin embargo,
perpetuar la administración nos lleva a que los programas que hay, los marcos
normativos, la organización y talante de la Universidad son así porque así deben ser o, peor aún, así son. Y no, la Universidad necesita ante
todo revisar lo bueno para mantenerlo y si es posible mejorarlo pero también
para revisar lo que no funciona o no anda bien para igualmente descartarlo y
plantearse alternativas y mejoras. Así las cosas la evaluación de programas y
proyectos se hace imperativa para poder hacer los ajustes y giros necesarios.
De otra parte la
Universidad enfrenta problemas que hay que resolver: la salud (Programa de
Salud, IPS y clínicas), la subrogación, el déficit, la deserción, nuestro bajo
desempeño en pruebas Saber PRO, la burocracia y normas obsoletas, las
dificultades de calidad y retención en las regiones, la alicaída infraestructura
física de la Ciudad Universitaria, son más bien urgentes. Y no son nuevos, esos
problemas vienen de hace mucho tiempo, lo que implica que la actual
administración ha tenido oportunidad de actuar y habrá actuado pero los
resultados en esos frentes o son magros o están por verse. Nadie los va a
resolver en un semestre, pero claramente casi 13 años sí son un plazo razonable
para esperar algunos resultados.
Y todo esto por no
hablar de una Universidad que aun lucha para ser factor de innovación en el
país, que necesita caminos para ganar relevancia internacional en investigación
o para ser la aspiración de estudiantes como los de programa “Ser Pilo Paga” o
aquellos que ganan las Olimpiadas del Conocimiento. Nuestra Alma Mater tiene
retos que vienen de antes y otros que no hemos siquiera registrado, divisado o
planteado. Si no lo hacemos pronto la misma universidad como proyecto pierde
relevancia para Antioquia y el país. Y se necesita urgentemente renovar la
visión sobre todo este panorama. Los
ojos cansados merecen descanso y reconocimiento, no más tiempo de seguir viendo
lo que está en frente de los ojos.
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