Sobre la situación de la U de Antioquia
Carta (no publicada) a un periódico nacional sobre la situación de la Universidad de Antioquia.
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Creo
 que al día de hoy la Universidad de Antioquia completa 60 días de una 
cuasi-parálisis en sus pregrados. El paro afecta a miles de estudiantes,
 especialmente de estratos 1 a 3, que verán sus posibilidades de 
graduarse aplazadas, y a sus familias que tendrán que pensar cómo hacen 
para sostener a un muchacho otros seis meses en la Universidad. Vale 
entonces hacer una reflexión sobre este problema.
Los
 estudiantes por su parte, y los profesores por la nuestra, propusimos 
parar la improvisación y no hacer cambios hasta no saberse bien qué 
arreglar. Es decir, nadie en cierta forma se opone a los cambios per sé,
 sino a la forma dictatorial con que se dan y a lo desatinado de los 
mismos. Como resultado, los estudiantes entraron en paro y ya se habla 
de cancelarles el semestre, como si eso arreglara algo, que no lo hace.
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Sr. Director,
Primero
 sobre su causa original. El Sr. Rector Mauricio Alviar había hablado de
 hacer ajustes al examen de admisión lo cual es, de hecho, algo que 
nadie descartaba para actualizarlo o mejorarlo. Pero un buen día, quizá 
viendo que sus primeros seis meses en la rectoría iban a pasar sin 
ejecutorias que mostrar, decidió que el cambio se tenía que hacer ese 
mismo mes. Lo que a todos nos deja sorprendidos es que nadie en la alta 
dirección de la Universidad se preocupó por estudiar las falencias del 
examen y sus dificultades para saber donde hacer ajustes. Nada, esos 
directivos por pura intuición y sabiduría innata sabían qué hacer. Y lo 
hicieron. A marchas forzadas sacaron un nuevo examen, lleno de errores y
 problemas que muestran el grado de improvisación que se dió. La calidad
 de la componente nueva del examen está muy en entredicho.
Segundo,
 habría que preguntarse por qué los estudiantes (que ya pasaron a la 
Universidad) se preocupan por esto. Un intento de respuesta es que si no
 son los actuales estudiantes y profesores ¿quién? El nuevo gobernador 
de Antioquia, a quien no le tengo mucha devoción, ha dicho que le 
preocupa que a nadie en Antioquia le duela esta Universidad. Por eso 
quizá le escribo a El Espectador, por que ese ya no es un mal de 
Antioquia, es un mal nacional. Las Universidades públicas parecen 
preocuparles solo a los actuales estudiantes y profesores. Uno no ve a 
los gremios expresando su preocupación por como se invierten allí los 
impuestos, ni ve a los noticieros haciendo debates profundos sobre el 
tema, ni escucha a parlamentario alguno, ni uno, que diga algo sobre 
esto. ¿A nadie le duelen las Universidades públicas en Colombia? Pues 
deberían dolerle a mucha gente. No solo por la parte presupuestal que no
 es poca, sino por lo que representan: un camino para cerrar las brechas
 de desigualdad, una forma de equidad social. Pero no, que cierren, que 
abran, que sean malas, buenas, regulares... eso no importa 
aparentemente.
El Congreso, que 
aprueba presupuestos (y estampillas pro-universidad, por ejemplo), el 
gobierno nacional, los gremios y el país tienen que preocuparse por las 
Universidades Públicas. Ni la Contraloría pregunta si está bien que por 
una mala gestión se terminen perdiendo cientos de miles de millones de 
dineros estatales. 
A nadie 
parece importarle que a través de Ser Pilo Paga el Ministerio de 
Educación esté transfiriendo a universidades privadas dineros que en 
universidades públicas podrían ser mucho más efectivos para formar 
estudiantes con talento de estratos 1 a 3. Un estudiante en una 
universidad privada cuesta N veces más que en una pública (de calidad) 
y, con lo que se paga uno hoy, se podrían financiar varios, dependiendo 
de la ciudad e institución. Mientras tanto, las Universidades Públicas 
se caen a pedazos raspando la olla para encontrar con qué reparar un 
techo o comprar un reactivo.
Y 
como no importan, no importa quién las dirige, qué hace, cómo lo hace, 
qué logra. Las Universidades Públicas se han dejado al garete, en manos 
de camarillas que para elegir rector (el que contrata) se hacen casi 
matar o en manos del que le genere simpatía a algunos estamentos sin que
 realmente tenga las calidades para dirigir y orientar. Este círculo 
infernal solo tiene una solución: la reforma de la Ley 30 de 1992 de 
manera concertada y profunda. Pero el Ministerio de Educación no va a 
dar un paso en esa dirección ya que se ha metido en la pelea de 
cambiarla a través del Plan Nacional de Desarrollo y por decreto, lo 
cual está muy bien para carreras políticas que buscan réditos a corto 
plazo, pero no para la Educación Superior en su calidad y viabilidad de 
mediano y largo plazo. 
Las
 Universidades de Antioquia y Valle han tenido este año paros que 
deberían ser evaluados para estudiar qué hacer para prevenirlos y 
establecer los controles para que esos muchachos, miles de ellos, no 
terminen engrosando las filas de la informalidad o del empleo de mala 
calidad. Colombia necesita ingenieros y profesionales buenos y, quienes 
sienten la necesidad de los mismos, que son los que más se quejan del 
alto costo de los impuestos, deben y pueden hacer más, no necesariamente
 dando más plata sino exigiendo que lo que ya pagan se invierta bien, 
por ejemplo. El Congreso debe tocarse y hacer su tarea de control 
político. No porque no haya incendios y muertos significa que estos 
paros y problemas no sean una tragedia y un despilfarro.
de Uds.
Nelson Vanegas A.
Profesor
 
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