Días sin carro, facilismo del Alcalde de turno

Escribo en contra de lo que ya muchos en Colombia hemos experimentado; los días sin carro. Y escribo en contra no porque me mate de ganas de conducir, creo que quienes me conocen me criticarían tener auto porque es costoso y lo uso relativamente poco y, con frecuencia, prefiero dejarlo en el parqueadero y tomar un bus o el metro. Así que no es manía por conducir. Pero sí creo que la facilidad con la que los alcaldes toman las decisiones de día sin carro solo muestra la superficialidad con la que toman estas medidas, la falta de profundidad y populismo que implican, aparte de la real y profunda pereza que les da estudiar los problemas ambientales y de movilidad, así como las soluciones a los mismos. Es más fácil tomar decisiones que figuran en la prensa y los hacen lucir como muy verdes sin que en el fondo sean nada. Verdes no son, eso por seguro.

El aporte más fuerte al ambiente sería eliminar los atascos de tráfico. Si la jornada del punto A al punto B no tuviera paradas, fuera en unos pocos minutos y sin frenar ni tener que acelerar de nuevo, el consumo de combustibles sería la mitad o menos de lo que un carro consume. El centro de Medellín es de los lugares más contaminados que puedan haber y en buena parte es gracias a que en frente de cada semáforo hay decenas de autos y motos de forma permanente entre 7AM y 10PM. No hay un segundo en frente de un semáforo de la Avenida Oriental de Medellín en que no hayan 50 autos esperando que cambie a verde. Todos consumen combustible, liberan contaminantes y calor. Por lo tanto hacer que pasen rápido y no se queden allí sería un alivio ambiental. Trancarlos e impedir que fluyan no sirve mucho al aire o al clima. Quitar de circulación los autos por el 70% de una jornada elimina digamos que el 50% de la contaminación por 1/365 de año. Es decir 1/730 de la contaminación producida en el año. Vale decir, nada. Hacer que los autos redujeran su tiempo encendidos a la mitad o al menos a una fracción, realmente contribuiría. Pero no, ese no es el propósito de alcaldes como los de Medellín que quieren posar de serios sin serlo, quieren posar de verdes sin serlo, quieren la ovación pública sin tener ni que pensar ni que tomar decisiones realmente difíciles y de fondo y enfrentar las mafias y retos del transporte.

La razón para decir que quieren posar sin ser, es simple, sus acciones contradicen sus prédicas. Tomemos por ejemplo las ciclo-rutas en vías principales, el sistema vial del río cuando cierran la mitad para que anden 30 ciclistas a la altura de la Calle Colombia atasca cientos de autos, entre todos producen el triple de la contaminación que producirían si pudieran andar cada ciclo de frenar/arrancar es mucho más contaminante que solo mantenerse en ruta. Esos programas entonces no alivian nada, contaminan. Pero lucen bien, eso sí. Las ciclo-rutas por vías principales son el acto de pantomima política más descarado que hay, contaminan más de lo que arreglan y solo sacan a la calle a quienes de todas formas harían ejercicio aun si la ciclo-ruta no existiera. Por supuesto, hay otras soluciones pero esa es la fácil, la que se toma y no hay que pensar, la que no necesita debate o explicación.

Otra contradicción cada vez más evidente, las rutas de buses. El transporte público de calidad sería a todas luces una solución a la movilidad y el problema ambiental. Pero, aparte del Metro, el Municipio de Medellín no toma las medidas que debe tomar para arreglar el problema. Salgamos a un lugar con muchos buses y contemos en horas normales cuantos van razonablemente llenos. Son muy pocos, la mayoría andas semivacíos, sino vacíos complemente. Es decir, son buses que no solo contribuyen a multiplicar las emisiones de material particulado y dióxido de carbono y otros gases sino que no prestan servicio alguno. El exceso de buses lo denunciaron desde la alcaldía del más superficial de los últimos alcaldes, Fajardo. Pero, como en casi todo, no hizo realmente nada, dejó el problema. Su sucesor menos y el actual, puedo predecir, hará nada. No solo eso, el Metro de Medellín apenas se dio cuenta que necesitaba trenes nuevos hace un año, algo que cualquier usuario sabía hace mucho más tiempo. Y algo que desde que se planteó el Metro se sabía. La razón para más trenes es que se supone que el sistema eliminaba las rutas de fueran paralelas al tren, es decir, Sabaneta, Envigado, Caldas... todas debían llegar a una estación y nada más. Pero no, del Centro de Medellín salen buses hacia cada municipio, los de Caldas parten de la Universidad Nacional. Más aún, el Metroplús se planteó para sacar de circulación cientos de buses de Belén... tampoco, algunos salieron pero muchos siguen en sus rutas con buses viejos que son chimeneas ambulantes a las que, ¿debo decirlo? los alcaldes les da miedo poner coto.

El alcalde de Medellín fue elegido con plata de las empresas constructoras, así que cuando dijo que las volquetas contaminaban y le rugieron los constructores, paró toda acción para ponerlas bajo control. No solo contaminan, dañan las calles con el sobrepeso y son vehículos antitécnicos desde todo punto de vista. Nunca he visto una sola cosa parecida a una volqueta fuera de Colombia excepto en Mad Max.

Nadie parece preguntarse seriamente porque la gente no deja el carro y se va en bus y ver si se puede resolver. Buses viejos, incómodos, sucios y extremadamente mal conducidos, sin horarios, sin confiabilidad y sin seguridad, es lo que encontrarían. Rutas diseñadas en los años 80 que dan vueltas infinitas y paran donde les da la gana, se demoran lo que les da la gana, abusan cuando encuentran pasajeros o cuando no, sin paraderos fijos, sin buena señalización y desintegrados del metro, eso sería lo que hallarían. A las personas no les sirve un transporte así y prefieren demorarse un rato en un atasco de tránsito pero llevar la mínima comodidad y seguridad de su propio vehículo, digamos la verdad. Peor aún, prefieren que les salga más caro. Y ni eso, uno puede pagar fácilmente dos pasajes para un recorrido normal y esos $4.000 le pagan medio galón de gasolina que le sirve para hacer ese mismo recorrido dos veces. De mi casa al trabajo tengo unos 7Kms y en gasolina eso son $2.000 con un carro de unos 36Kms/galón. El bus me vale solo un poco menos. Si me tocara cambiar de bus me valdría el doble el bus que el carro particular.

Pero claro, echarle la culpa a los carros particulares en lugar de pensar lo que tienen realmente que hacer es más fácil. No hay que pensar, solo firmar un decretillo. No he visto días sin carro en New York o Londres. Y en esta última a los carros que entren al centro de la ciudad les cobran un peaje, pero el transporte público aunque costoso lo tienes garantizado, con calidad, con horarios, con rutas bien pensadas y seguras. Tampoco se preguntan esos días sin carro la gente que hace, los que se quedan sin ingresos por falta de vehículos, los que pierden negocios por eso. Pero la productividad en este país merece un libro aparte. Llegar a tiempo y rápido es solo un sueño... y la gente confunde ese sueño con tener carro. Mientras no cambiemos esa ecuación los días sin carro no pasarán de ser una alcaldada arbitraria, dañina en realidad o, en el mejor de los casos, inútil. Eso sí, da para que los egos de nuestros alcaldes se inflen... eso no les ha de faltar.













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