Una buena muerte

Un artículo que me encontré en The Economist (leer aquí) me ha puesto a pensar una vez más en la muerte. Creo que es un tema recurrente para mi. Mejor, es uno de las cosas en las que más pienso, desde cuando seguramente me di cuenta que había una salida de este mundo, fácil o difícil, dependiendo de a quien uno le pregunte. Sospecho que es simplemente uno de esos temas que dan lugar al arte; el otro es el sexo y un poco, quizá, otras cosas. Puede, no estoy seguro.

'La Vida', leemos en infinidad de poemas, canciones, libros de todo tipo, escritos por hombres buenazos que escriben muy bien (y yo leo). En el fondo, cada que leo algo sobre 'La Vida' yo me encuentro a mi mismo leyendo más bien aclaraciones, notas de pié de página y salvedades sobre la muerte. Henry Miller, de lejos alguien de quien llegué a saber páginas casi de memoria, escribía en realidad sobre la muerte aunque, en forma algo delirante, hablara más de La Vida. Su proximidad con la muerte lo anima, si no creen: leer los primeros tres párrafos de Trópico de Cáncer. A veces no la muerte sino su proximidad, la continuidad y conexidad de nuestra vida con la muerte. Traigo a Henry Miller a la mente pero podría ser casi cualquier otro escritor. Bueno, uno que signifique algo. Debo decir, pocos escritores en mi opinión significan algo.

Saliéndome de la literatura, en la que muerte juega ese papel primordial para a la vez dar fin y ser un comienzo, algo así como ser el alfa y la omega (dios es la efigie de la muerte en la religión cristiana, es el que nos salva de ella pero el que nos invita a acogerla y a morir permanentemente), la salvación y la perdición (¿cómo no volver a pensar aquí en libros como Bajo el Volcán o El Cuarteto de Alejandría?); digo, dejando este tema que explora nuestra atracción eterna hacia la perdición y el final, quiero decir algo sobre el artículo de marras.

Quiero morir. Es decir, citando a Borges, lestoy seguro que la inmortalidad es una amenaza más que una esperanza. Creo que desde Borges nunca volví a pensar que ser inmortal podría ser siquiera remotamente interesante. Que desde esa lectura hace muchos años me ha quedado claro que quiero morir. Y con cada año que pasa la claridad es mayor. Quiero que las cosas tengan un fin, no "fin" como cuando uno tiene una meta (y el doble sentido de la palabra vale) sino un verdadero final, para mi. Es decir, que en algún momento ya no haya un mañana, ni esperanzas que arruinen el presente, ni propósitos, nada. En algún momento todo esto tiene que terminar, me digo esperanzado.

Ahora, sabiendo eso, enfrento a medida que pasan los años algunos dilemas obvios. Uno que viene de los miedos de toda la vida, el temor al dolor intenso, el temor al ahogamiento, la no muy severa acrofobia y la tampoco muy severa claustrofobia. Supongo que me interesa entonces morir como tranquilo. (No puedo evitar cierta risa sardónica al escribir eso.) Y a eso viene el artículo. A que nos hemos vuelto seres que todo lo volvemos medicina. La muerte, las ansiedades, los temores, el vivir. Todo es parte de la medicina. Excepto que morir no es medicina. Es morir, es para terminar y poder dejar de existir. Y como tal, tener una salida y un final.

Así que declaro que no solo quiero morir, la verdad es que quiero morir en uso de mis facultades, consciente, ojalá saludable y ojalá sin pasar por malos ratos. Especialmente sin hacer pasar malos ratos a otros. Sin ser una responsabilidad para gente que debería pasar bien sus propios días y horas. Más aún, no quiero aferrarme a la vida y pasar tiempo en hospitales, tratamientos, rehabilitaciones. No quiero ser un caso médico, ni ver médicos o enfermeras (a menos que sean siquiera amigas mías).

Así, al final, de la medicina solo espero alivio al dolor y las incomodidades y ojalá y fuera posible, alguna mano amiga que ayude con el tiquete de salida cuando ya no se pueda más. Sin embargo, veo con optimismo que no esté demasiado enfermo y no parezca tener condiciones que me hagan prever largos y penosos tratamientos. Aunque eso es un estado que puede durar poco. No estoy buscando afanosamente morirme, ese no es el punto, pero sí definitivamente necesito tener la esperanza de que el cansancio que siento de los humanos, de este planeta, de lo que he hecho, de lo que no dejo de pensar, de lo que hago y de lo que dejo de hacer, que ese cansancio, repito, tenga un final. Solo eso, que haya un final ojalá no muy remoto que me permita parar.

Comments

Unknown said…
A mí también me duele....

Yo recuerdo de Henry Miller a quien también leí yo diría con fruición, como las ciudades y sus edificios no volverían a ser jamás los mismos´después de lo que uno ha vivido en ellos, como si cada lugar se impregnara de nuestros deseos, de nuestras lágrimas, de nuestros miedos....

O como cuando cojo y toco una piedra y pienso en la vida que ha pasado por ellas y por lo tanto, tamién en la muerte.

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