Perder la esperanza

Días como hoy honestamente me dejan exhausto. No de hacer mucho, no del calor, el frío o el cansancio... del hecho de estar vivo, de ser humano, de ver a otros cómo escogen ser humanos. Pero al final, solo queda un halo de hastío y una tremenda necesidad de alejarse. Los humanos escencialmente no pasamos de cosas tan elementales que sorprende que logremos mucho. Hay gente que ha estudiado eso, quizá algún día lo comente. Aún así, los avances en cualquier cosa se basan en buena medida en nuestras cosas menos altruistas y mucho más en nuestras características más tristes y desconsoladoras.

Si uno pudiera leer en la cabeza de la gente o si tan solo pudiera uno leer en la de uno, si hubiera un interprete de lo que realmente y a todos los niveles nos pasa por la mente en el momento de decir algo o lanzarnos en una dirección, todos nos arrojaríamos al mar en desespero. Siempre me digo que lo primero es perder la esperanza, matar la esperanza o hacer lo necesario para que no entre en las ecuaciones. (Y sin darme cuenta la vuelvo a dejar entrar.)  Entonces llegan días en que vuelves a ver la necesidad imperiosa de perderla y evitarla. Porque solo sin esperanza está uno al margen de las estupideces, falta de altura y grandeza de los seres humanos.

Solo perder toda esperanza le daría a uno alientos para superar las poses falsas, la necesidad de figurar, la superficialidad y banalidad de la especie. De lo triste que resulta ver a otros usar a los demás para posicionarse y aparecer. Y de lo infinitamente deprimente que resulta ver lo que motiva lo que hacemos...

En fin, hay días en que uno aterriza y repite en un coro interno con uno mismo: "lo primero es perder la esperanza". Y luego trata de moverse hacia adelante, solo para ver si caemos más bajo. Y sí, logramos caer más bajo.

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