Las relaciones en mi mundo

Sufrir es una de esas cosas humanas que no entiendo. Nadie nos está haciendo nada y, sin embargo, sentimos dolor. Sin estar enfermos físicamente, sin que nadie nos haga daño, sufrimos. Lloramos incluso, apretamos los dientes y padecemos. Yo, por ejemplo, quiero confesar al jurado que sufro como pocos con algo específico, las relaciones con otras personas. Digo, las relaciones afectivas; no las de trabajo, no las de colegaje o profesionales. Esas son lo más normal que pueden ser. Pero hablando de amistades, amor, relaciones que involucren emociones, eso es algo con lo que no soy capaz.

Uno diría que con el tiempo debería tener alguna estrategia, algún aprendizaje práctico al menos para tolerar y no sufrir. Pero no, no soy capaz. De pronto hay algún nombre para eso pero lo desconozco. Solo sé que cuando alguna persona aparece en mi vida y en alguna medida uno encuentra unas cosas comunes; en mi caso, que puedo hablar con ella, que puedo contar las cosas que quiero, que las conversaciones fluyen, que la proximidad física es cómoda y deseada y que no cesa una comunicación así uno no esté presente; en esos casos en que esa persona toca fibras y se inician y se construyen lazos, se abren oportunidades para crear en la vida del otro un pequeño toldo con cosas compartidas, complicidades, pequeños secretos más o menos significativos; en fin, cuando se aterriza y uno encuentra que el país donde uno tiene todas sus cosas de pronto tiene un habitante más, ahí, se abre en mi vida una vena y un cráter de indecible sufrimiento.

En 2013 de un día para otro no tenía casa. Superar todo aquello ha sido difícil por los obstáculos, las cosas legales, la energía de negociar con malas personas y un largo etcétera. He tenido responsabilidades administrativas y de otros tipos con cosas complicadas de manejar. Nada de eso me ha quitado el sueño o lo ha hecho muy poco. Las incertidumbres familiares, las dificultades laborales, los retos de sacar cosas a tiempo pese a los problemas. Nada o casi nada de eso me ha producido mucho más allá de cierto estrés y tensión. En cualquier caso, nada comparable a cuando por ejemplo una mujer entró en el panorama y yo no sabía como manejar las incertidumbres, los tiempos, la ansiedad, el querer hablar, etc.

Para mi, por ejemplo, no existe en esos casos el mañana. Lo que en las otras cosas es un simple "esperemos a ver qué pasa", en el caso de las relaciones afectivas es angustia y ansiedad, sufrimiento, esperas dolorosas en extremo. Y añado, no relaciones románticas solamente sino a veces las de la simple amistad. En mi caso, muero de ansiedad descifrando qué me quieren decir con cualquier cosa que, por lo que veo, para cualquier otro mortal es algo sin mensaje indirecto alguno. Ya ni se digan mensajes de WhatsApp o cualquier otra cosa similar.

No hay lógica, no hay proporcionalidad. Ni siquiera hay buenas noticias, cualquier cosa es igualmente fuente de angustia. Noches de dormir a medias, conclusiones precipitadas y erróneas. Lo que otra persona hace por pura formalidad yo lo doto de sentido, lo hago parte de una narración en la que nada es bueno. Aun si mi mente racional me dice que esa otra persona está tan interesada como yo en lo que se está dando, algún monstruo interno presenta las cosas con una lógica más implacable, unos hechos y unas evidencias incontrovertibles de que eso no saldrá bien, que todo será tristeza y dolor. Y gana el monstruo, siempre gana. Al final, gana.

Lo que no quiere decir que nunca he tenido relaciones. He tenido amigos y amigas, novias, esposas, amantes, etc. No entiendo bien cómo, eso sí. No sé qué hice o qué hicieron esas otras almas para tolerar y dejar pasar, ignorar todo lo destructivo que de lo anterior brota. Y debería insistir en que no es un asunto de pareja. Simplemente es un asunto de lidiar y ser capaz de articular que algo puede en ese terreno salir bien.

Puedo en un momento dado tener problemas que resolver y no fáciles. Y simultáneamente surge alguna amistad potencialmente significativa o un romance o algo similar. E ir a todas luces (racionales) bien. Yo resuelvo el problema dificil sin pensarlo demasiado y hago un mundo y una tormenta de lo otro. El increíble desasosiego, la zozobra que eso crea lo convierte en un universo pequeño, en un infierno desproporcionado sin razón de existencia alguna.

Podría dar causas de todo ello: no tolero bien el abandono y la separación, no recibí alguna cosa en la infancia (amor sí, eso lo sé bien), tengo un cuadro en alguna forma compatible con el síndrome de Asperger, las situaciones sociales, las pistas del lenguaje o del lenguaje corporal generalmente se me escapan y no las entiendo. En fin, hay una arqueología que se podría hacer. Y la he intentado hacer. Lo que no sucede es que vea formas o estrategias de alivio. Sigue siendo algo igual de doloroso cada vez. Mi única estrategia ha sido siempre matar la esperanza, es la única cosa que a veces funciona. Pero no siempre lo logro.

Atenerme a la  esperanza es algo que me hace levantar más temprano un día cualquiera y escribir en mis notas personales:

"Quiero reununciar a todos mis futuros: al que veo hoy, que luce desde aquí oscuro y llano, al que mañana puede que llegue a ver, quizá, más claro; al que veía hace unos días, brillante y transparente.

"A todos, quiero renunciar a cada uno, no quiero un futuro. En ninguno seré feliz. En ninguno estaré sonriente al final de la tarde y en ninguno habrá alivio.

"Sin eso, sin futuro, quizá muera la enemiga eterna: la esperanza.  Y con ella la fatiga de buscar. El increíble dolor de encontrar  y la quietud de nunca hallar. "

No sé qué sucederá en el futuro y no escribo esto para buscar ayuda ni apoyo ni entendimiento, es más una de las confesiones que quisiera hacer más que nada para mi mismo.  Necesito aceptar que hay cosas que no voy a lograr arreglar o mejorar en el tiempo que me resta en este planeta. Esa es la que más duele.

La literatura a veces es un alivio, a veces la música. Pero al final, la soledad y el silencio son lo único sostenible y que puede durar más tiempo.

Comments

Natalia Castro said…
Nelson, qué horror. Creo que no debí leer tu entrada. Sufro algo parecido. Tenía esperanza de que se pudiera hacer algo al respecto. Veo que no. Qué desesperanza.
Como en el poema de Emily Dickinson, "...hay dos de lo que somos". Lo recuerdas?
Natalia Castro said…
Then there's a pair of us?
Si hay dos, uno podría verlo como algo positivo?

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