¿Para qué tener la razón?


Estoy cayendo en la cuenta de algo de lo que había caído en cuenta hace mucho tiempo. Solo que lo pensaba en el contexto de la vida administrativa, universitaria, burocrática o medio política. En esos espacios no pasa una hora sin que uno escuche a alguien hablar del deber ser. X debería, Y cosa debería ser de esta forma o aquella. Generalmente quien lo dice es a su vez una autoridad (autoproclamada o no) y lo que debería ser no es, no porque no se pueda o no haya habido quién se le mida sino por la ignorancia e inoperancia de todo y de todos. Y también generalmente quien lo dice es alguien que lo ha dicho toda la vida, ha advertido cada desastre, cada corruptela, cada problema y ha diagnosticado certeramente todo síntoma de lo mal que andamos. Y sabe las soluciones que son el "debería". Me curé en buena parte de eso intentando hacer y viendo que los que me decían "deberías" generalmente no estaban a su vez dispuestos a meter el hombro, apoyar propuestas difíciles pero que ayudarían a que algo fuera como debería y no como sencillamente siempre ha sido.

En Colombia la contradicción más triste es que ese personaje del "debería" está a su vez rodeado de los que asienten sin más. Y en la administración uno está rodeado de esos y otros que a su vez dicen con cada cosa: "eso siempre ha sido así" como argumento que cierra cualquier debate.  

Pero este texto no es para echar cantaleta contra colegas o burócratas. Es para decir que de eso ya había caído en cuenta pero que, recientemente, me doy cuenta que aunque no haga eso mucho a la hora de hablar en los corredores, sí lo hago en otros momentos o lugares de la vida. 

Por ejemplo, a lo largo de los años adultos uno tiene todo tipo de desencuentros con la gente. Centrándose en amigos o amores, por ejemplo, me doy cuenta de la gran cantidad de veces que ha habido discusiones, desacuerdos, pequeñas traiciones, mentiras, problemas. Y cómo en ellas generalmente mi posición ha sido ver las decisiones que tomo o lo que digo a la luz de esa razón. 

Yo dejo de hablar, dejo de saludar, sanciono, me alejo, silencio y una larga lista de acciones que tomo, todo por que sé que tengo la razón. Y me tomó mucho tiempo darme cuenta de que puede que sí la tenga, puede que no, pero de lo qu caí en cuenta es de que eso no importa tanto como yo pensaba. Mejor, que eso no es lo primordial ni  es siempre lo que más pesa. Algunas veces sí, pero no siempre.

Y con ello quiero decir que ese pequeño trono moral en que me he subido, por ejemplo, cuando sé que alguien ha cometido alguna falta moral o ética o cuando alguien ha engañado o hecho algo equivocado, ese pequeño trono sirve para poco. Sirve para sancionar y elevarme (auto-elevarme) y nada más. Más bien pocos cambian realmente por eso,  solo alguien que te quiere va a revisar sus acciones, los demás no van a reparar mucho el daño hecho en razón de mi sanción. En esos casos quizá haya una excusa y una reparación a medias o un pedido de perdón. Y habrá quizá un intento serio de reparar de parte de aquellos que lo quieren a uno, que no son muchos. Pero lo que sigue, aun con eso, no es muy bueno en numerosas ocasiones pues ser el juez moral te lleva a un solo lugar, el estar aislado. Solo, eso no duele tanto, pero aislado es diferente. Como sea, uno puede amar la soledad y estar solo, pero estar distante, muy distante del primer ser humano, es un lugar frío y desolado.

Tener la razón me ha servido para eso, para perder contacto. Digo, no me quejo de la soledad, me quejo de la pérdida de contacto, de la pérdida de conexión con las personas. Y la falta de conexión lleva a una extraña falta de afecto y calidez que empobrece la vida terriblemente.  La soledad no es solo tolerable, es también deseable en mi caso, pero la falta de afecto o de amor, la desconexión con lo humano es paralizante, es un congelador donde uno va a morir. 

No sé muy bien  qué crea yo que vaya a hacer, pero sí puedo decir que tanto tener la razón, tanto saber cuál es el deber ser de aquellos a quienes miro desde arriba (yo que presumiblemente no he cometido esas faltas) no sirve sino para estar lejos. Y eso es especialmente cierto con los amigos y las personas que uno ama. 

Tener la razón es un camino hacia perder a quienes uno aprecia o quiere. Y con ello no me refiero a querer como en un gusto o una preferencia por alguien; aquí me refiero a realmente quedarse sin vínculo con aquellos que uno más quisiera tener cerca.








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