La poesía en el camino

La poesía es la poción, el veneno que necesitas solo para ser usado en contra de ti mismo cuando los instantes lleguen, como los espías guardan una dosis de cianuro.

Quienes no leen o no entiende poesía no pueden decir que conocen el dolor, no tu dolor.

Asediado por el dolor, la poesía ofrece una salida hacia algo más triste todavía: el fondo de ti mismo pero sabes que de allí todavía hay posibilidad de ir más profundo, hasta que no puedas tolerarlo más. Es la manera de salvarte, llegar a un lugar tal que la debilidad o las lágrimas te impidan seguir cayendo y, no importa qué tan patético seas o parezcas, has parado de caer.

Cada que alguien te deja recorres cada libro y cada poema en tu memoria y usas cada cosa que has coleccionado para saber qué es el dolor. 

Con la poesía puedes ubicar el dolor de hoy en el album del dolor de toda la vida, de cada relación, de cada día. Lo mides a lo largo de algunas semanas o meses, sensas su poder y ya lo puedes ordenar para revisitarlo más tarde, cuando sea necesario. O para que salte cualquier día del album y se te presente en frente con cara de una lámina, una tonada en la radio, un libro, un poema nuevo que no conocías. Ordenas entonces varias columnas, en una va el dolor, en otra la poesía que lo acompaña, en la tercera la tristeza que va con todo.

Alguien me dijo no hace tanto algo relativo a mi dolor. Dijo que yo me paraba en él... no, querida mía, no sabes de qué hablas; lo sabían otros, los poetas que escribieron lo que mi memoria trae, tú no llegas allí, no sabes nada de lo que me duele.

A lo largo de la vida uno va coleccionando poemas como se coleccionan armas, solo que no son para cazar o dar muerte a otros, eres el único objetivo y las guardas y atesoras, aun cuando no sabes cuándo ni cómo las vas a usar, todavía. 

Nada acompaña a la tristeza como la poesía.

Sabes qué tipo de persona eres y con cuáles podrías tolerar estar según la poesía que leen. No los vas a tolerar a todos, no vas a soportar sino a algunos que añaden algún elemento a tu colección de dolor.

No importa si no has leído o no te gusta todo lo de Miguel Hernández o algún otro poeta mayor o menor o incluso si no te gusta sino una parte o un solo poema. No importa si no sabes su biografía o los hechos, basta que repitas una de sus frases y sepas exactamente qué pensó cuando la escribió, así eso sea discutible, para que lo entiendas.

Cuando aún en el mejor momento de amor lo que se te viene a la mente son poemas de despedida... ya sabes, estás condenado y la poesía será la que te arrastre al fondo y también la que te rescate pero mantenga tu soledad invicta.

Si uno conoce a alguien y lo primero que quiere decirle viene de un poema también sabe que ya todo está perdido. La tristeza viene del deseo de insistir pese a eso,  del continuar, de la duración de todo. El dolor es solo un signo de puntuación en la tristeza, una coma o un punto final, calibra qué te duele y cuantos resistes. 





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