Mirar hacia atrás, hacia las ruinas

Haber amado y perdido es mejor que no haber amado del todo, dice (mal traducida y recortada) una frase de Alfred, Lord Tennyson. (Por alguna causa el Lord es importante; como "no era un pendejo". Y no era un pendejo, ha escrito uno de los poemas más significativos para mí, Ulyses.) Esa frase inicial, quizá suene razonable cuando uno no es el que acaba de perder a alguien; sin embargo, justo cuando uno pierde a alguien es cruel. No sirve para nada, no es consuelo de nada, solo mortifica y sirve para decirse que el dolor tiene algún origen noble. Y yo no creo que lo tenga. Es dolor y apesta y no deberíamos sentirlo.

Como sea, llegado uno a alguna edad quizá mira uno hacia atrás. Quizá mira en el momento que no es, quizá debería esperar un poco antes de volver la mirada, no sea que pase lo que le pasó a la mujer de Lot. Y se da cuenta que todo es pasado, que hacia adelante no hay mucho, si acaso hay algo (que es quizá la razón para que dios la volviera una estatua de sal a la mujer de Lot: se pudo dar cuenta de que dejar Sodoma era la peor decisión de su vida y que lo que seguía no era más que una pérdida sin fundamento y el dios del cristianismo no podía dejar que revelara tal cosa). Y puede que al mirar hacia atrás vea que aunque más o menos todo sean ruinas, lo que pasó, pasó. Y entre lo que pasó, poder decir que uno amó suena como uno de esos consuelos vacíos del primer párrafo pero quizá no lo sea. 

Poder decir que uno abrió su vida a alguien (al menos una, no hagamos cuentas), que la incluyó en sus pensamientos, que le dio la oportunidad de entrar y salir de esos espacios íntimos que constituyen lo que uno más valora de uno mismo, que le brindó abrigo si eso se necesitaba o consuelo o quizá simplemente escuchó de miedos y terrores, y que le permitió habitar con uno bien sea la casa pero mejor aún sus intereses, sus cavilaciones, sus juicios, sus dudas y sus incertezas, eso implica no solo la generosidad de hacerlo sino cierto valor, pues exponerse no es fácil. Poder recordar no solo la comunión de tardes de quererse o noches de no poder separar los cuerpos; sentir que el cuerpo estuvo allí plenamente y no se fue tacaño con él ni con las sensaciones o los sentimientos o las palabras de amor, todo eso es más que un consuelo. Sospecho (creo que puedo afirmar) que hay quien no lo ha vivido nunca. Claro, también hay quien lo vive y luego intenta sepultarlo. 

El haber podido decir y escuchar, acompañado de miradas que no se pueden fingir, las cosas del amor, no es cero. Duele sí, que haya luego mentiras o dobleces, traiciones o dolores, pérdidas por una razón u otra, a veces sencillamente mala suerte. Pero es mejor ese recuerdo de los cuerpos, de las palabras, de las sensaciones, del calor, del gusto y el tacto, las texturas, la piel, los cabellos sobre el rostro, el sudor, los abrazos, la risa compartida, las caminadas, cualquier anochecer, un paisaje compartido, el descubrir de un color o una palabra o un árbol, ¿no es eso todo mejor que cero?

No pregono que uno diga que se siente agradecido con la vida. Cuando la gente dice "la vida" cifradamente habla de dios. Yo diría que uno debería agradecerse uno mismo por haberse dado esa oportunidad, por arriesgar lo que se necesitaba, por confiar así lo hubieran luego traicionado, por querer, por no negar el deseo, por expresar lo que sentía, por atreverse a vivir lo que había, por invertir lo que uno tiene o es, por ser capaz de entregar algo desprevenidamente así lo hubieran luego aplastado, por poner en frente de otra persona lo que hay bueno o malo. Y sí, uno también pudo ser quien aplastó o destruyó, quien traicionó. Los errores abundan y nos llegan como llegan las catástrofes, sin avisar. Los errores son también curiosamente compartidos.

Diría además que esos amores de lejos, no compartidos, no cuentan.

En medio de todo esto, mirando hacia lo que fue, reciente o en un remoto pasado, poder decir que se fue honesto al menos unas cuantas veces, no borra el dolor de un tajo. Y mirar hacia adelante y ver que nada sigue no hace sino reforzar esa sensación de que todo fue en vano. Pero no lo fue, no lo fue. Que al menos la poesía tenga un poco más de sentido, que el color de las tardes de lluvia o los truenos o los destellos de algún ángulo del sol en una pequeña calle de algún pueblo pequeño tengan ahora un significado adicional que el tiempo desdiburá o transformará pero seguramente nunca borrará del todo, que al menos uno pueda haber dicho "te amo" y haber escuchado esas palabras, eso no nos da esperanza, no llena el futuro ni nos hace felices, pero da al menos un poco más de aliento a la literatura que se lleva por dentro que finalmente será lo único que permita continuar, al menos a gente como yo.

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