Acceso a la Democracia

Vivimos en un país democrático. Mal que bien los peores contradictores del Estado o de quienes lo manejan y controlan tienen espacio para hacer sus críticas y denuncias, hay formas para participar de la vida política, se tiene libertad para ganar e invertir, emprender, aprender, leer y en general pensar. Sin embargo, no tanto. Los contradictores del Estado no dejan de sufrir amenazas y correr peligro físico o jurídico. Es tan negativa la amenaza a un sindicalista como contra un congresista que intenta hacer control político o uno que intenta cambiar las reglas de la rama jurisdiccional y es intimidado a punta de investigaciones por la Corte Suprema de Justicia.  Luego, existen limitantes serias al libre accionar y a expresar libremente las ideas y promoverlas. Los enemigos en Colombia se dejan sentir, algunos matando físicamente y otros acallando mediante el uso del poder. Se necesita entonces mucho valor para ponerse en la situación y riesgo de ser enemigo de quienes tienen el poder.

A lo anterior hay que sumar, y ese es otro punto central, el acceso a los canales democráticos o mejor, la falta de ese acceso. No basta con que no me molesten porque critico al Estado o a alguien poderoso; aun si no se presentara la intimidación, es necesario el acceso a los mecanismos que hacen mover la democracia. Kafka pinta bien esa contradicción: existe un justicia pero su poder es tal y sus mecanismos tan perversos que al final es igual  a que no haya justicia. 

Ese acceso a la democracia en Colombia es limitado. Por ejemplo, los crímenes se investigan más y mejor si la familia del afectado o el afectado mismo tienen el renombre necesario o se lo logran ganar. El secuestro de una niña en Arauca moviliza a todo el mundo, el mismo hecho en una modesta familia del Putumayo o Chocó no hace caer más de una hoja, no se vuelve tema nacional ni cruzada de nadie (Un ejemplo aquí). La muerte de un estudiante de Uniandes es generalmente un tema nacional, los de una Institución Universitaria de un pueblo intermedio no produce titular alguno. Y por supuesto, si la muerte de un muchacho de Uniandes llega a ser declarada suicidio cuando en realidad fue un asesinato, el titular es mucho más grande pues las familias tienen amigos en la Fiscalía, abogados poderosos que los representan, etc. etc.  En todos los casos, quienes son afectados logran que sus causas se vuelvan importantes porque tienen lo que no tienen los otros: acceso. Alguien poderoso los escucha.

Que Sayco necesita revisión se sabe hace años: en Medellín Juanes dio un concierto, aun cantando canciones compuestas por él mismo, le tocó pagar de su bolsillo (porque nadie lo había contratado para cantar su propia música ya que el concierto era gratis) a Sayco. Sin embargo, solo hasta que alguien con influencia suficiente se dio cuenta del desajuste de Sayco, el tema se vino a tratar  nacionalmente. Si alguien con algo de influencia no lo toma como cruzada personal (Julio Sanchez con Sayco, Daniel Samper con el mega hotel en Tayrona, por ejemplo) las cosas por injustas o desajustadas que estén no se tocan, no se mueven en el calendario nacional. No importan las quejas, los llamados, las denuncias de los anónimos colombianos que a diario se quejan o denuncian, lo importante es que alguien de renombre lo escuche.

Alguna vez leí la carta de renuncia que un abogado manizaleño presentó en 1959 (más o menos), al dejar uno de sus cargos en la justicia (Juez si mal no recuerdo), en la que con toda honestidad esgrimía como razón para esa renuncia que la acumulación de casos en su despacho era tal que necesitaba meses sin un solo caso nuevo para poder evacuar los que ya tenía. Sin embargo, hasta que alguien como Luis Carlos Sarmiento Angulo, 52 años después, no habla del tema éste no parece volver a importarle realmente a nadie.  Bueno, eso no es exacto completamente pues el tema ha estado en boca de mucha gente antes, pero solo como tema light que hay que decir pero al rededor del cual no hay nada que hacer.

En el trasfondo hay otro patrón: no solo no es el acceso, sino el que lo que haya que hacer, sea rápido y puntual y dé réditos políticos o económicos lo más inmediatos posibles. (Por que si no, la acción no pasará del decir.) Entonces sí se pone a funcionar la máquina estatal: Santos le hecha tierra al proyecto del Tayrona, la niña desaparecida es liberada, la reforma a la Justicia.... no tanto, se deja ahí para que fracase sola porque lo importante no es que la reforma sea la que el país necesita, sino que salga el titular sobre que se pasó la reforma o se debatió o se firmó o algo que permita después decir que "se reformó". Llevarse el crédito es suficiente paliativo para una reforma que no hace realmente nada como ya más o menos es el consenso nacional que pasa con la reforma a la Justicia actual.

Luego, se necesitan dos requisitos para que el Estado ponga en marcha algo: tener acceso, influencia o poder y que lo pedido del Estado sea algo concreto que dé réditos inmediatos. Y hay quizá otro fastidioso elemento que no hay sino a mencionar: no vivir en la periferia o conseguir la influencia de alguien cerca a  los centros de poder (geográficos).

Difícilmente la gente común y corriente cumple esos requisitos. La gente común y corriente no tenemos columnas en los periódicos (a veces nos publican una carta aunque en general debe estar suficientemente de acuerdo con la linea editorial del periódico para que eso pase), no conocemos gente muy poderosa o la conocemos pero no se van a desgastar en causas que no dan mucho crédito. Nada de eso, las preocupaciones del ciudadano sin influencia son la falta de acceso a la salud (hay un sistema pero acceder a él es cada vez más difícil), a la justicia (un proceso dura años y años y la gente entonces ni siquiera presenta las demandas o denuncias), a la educación, a los servicios públicos y a los procesos de planeación (que arreglen una carretera, un puente veredal, revisen el estrato de una vivienda) y un terrible etcétera que abarca cada rama del actuar estatal.  

Hay formas de ganar influencia y poder legalmente (el camino ilegal es con demasiada frecuencia mucho más corto infortunadamente), pero no dependen de argumentos inteligentes o bien elaborados o de tener la razón. Dependen por ejemplo de que la causa llame la atención de medios cada vez más venales y vanos como nuestros periódicos o noticieros. Y ahí hay otro problema gigante... los medios de comunicación han sido secuestrados por una clase bastante proclive a lo efímero, lo inmediato, lo sin importancia o trascendencia alguna. 

Es en esos dos patrones donde notamos la inmensa desigualdad que existe en Colombia. Hace poco se publicó el Reporte de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (puede ser visto aquí) en el que quedamos, como decimos en Antioquia, "como un zapato". Antes de eso se había publicado por parte de la revista Foreign Policy el reporte de estados fallidos 2011 (puede ser consultado aquí) y también, como en el anterior, no nos fue muy bien. Lo que no parecemos ver los colombianos es que todas estas cosas están unidas. Todo se puede reducir a los problemas para acceder a la democracia. 

Nuestra democracia da acceso, pero si tienes dinero y poder tienes mucho más acceso, miles de veces más acceso. Nuestra democracia aparecerá como a punto de fallar mientras para tener acceso a sus beneficios se necesite influencia o poder (sean estos la justicia, el pago de derechos de autor, la investigación de la desaparición de una niña o cualquier otro). Es tan raro que un colombiano del común obtenga con una queja (por justa que sea) que algo medio cambie, que suele salir como gran noticia nacional. 

Con frecuencia propia de un reloj atómico nos presentan el ejemplo de Korea como un país al que le ha ido muy bien en la economía global. Y es cierto, en menos de 50 años, en el tiempo de vida de una persona, se pasó de ser uno de los países más pobres del mundo a uno de los más ricos. De ser cero en Investigación y Desarrollo a disputar los primeros lugares. Lo que olvidan los que nos ponen el ejemplo, es que a la vez Korea se ha democratizado e igualado internamente. Es un país en el que el índice Gini ha mejorado notoriamente y el acceso a la democracia es cada vez mejor. Un informe de la Revista The Economist da los ejemplos de como esto ha funcionado (ver aquí).

Tenemos una ancestral desigualdad frente al poder, no todos los colombianos somos iguales frente a quienes lo  detentan en Colombia y ese es un buen origen de muchos de nuestros males nacionales. Democracia sin acceso será siempre una democracia limitada. La desigualdad no sólo es económica. Hay países más pobres pero más democráticos. 



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