Heroismo Moral, Cambio, Confianza y Liderazgo.


  La foto de un soldado nazi en medio de sus compañeros de armas en formación perfecta es impresionante por sí sola. Se supone que a los soldados les enseñan a obedecer y a no preguntar para que en batalla no duden de las cosas terribles que tienen que hacer. Eso demanda una lealtad sin dudas hacia la causa, la bandera, la patria o una idea similar. Por eso es más impresionante ver una multitud de manos levantadas en reverencia a Hitler. No es comprensible esa lealtad hacia propósitos inhumanos. Sin embargo, reconocida esa lealtad de ese momento, la foto de un soldado con las manos cruzadas, el único, en medio de esa multitud de manos levantadas en la que casi se escucha el famoso ¡Sieg Heil! es todavía más sorprendente. El soldado, se ha sabido, estaba enamorado de una judía con la que no podía relacionarse según las reglas Nazis.

    Rosa Parks, de Montgomery, Alabama, en 1955 se rehusó a dar su silla a un pasajero blanco en un bus. Fue arrestada y su arresto y persecución dio lugar a un boicot a los buses de la ciudad por parte de los ciudadanos negros que duró más de un año y terminó con la abolición de los buses divididos en una sección para blancos y una para negros. Fue el "caso" que dio a Martin Luther King el papel de líder que desde ahí y hasta su muerte mantuvo en la lucha no violenta por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos. No era la primera vez, antes otras personas habían sido arrestadas por la misma razón, pero esta fue definitiva.

    Un vendedor ambulante tunecino se prende fuego en protesta por la humillación de parte de los policías a quienes se negó a entregar las frutas que vendía. Y es el detonante de la revuelta en el mundo árabe, que tumba gobiernos y llena de esperanza a cientos de millones de personas, al tiempo que otros se hunden en conflictos desbordados como el de Siria.

    Todos los anteriores son actos de heroismo moral. Unos son el inicio de un cambio y otros no. En cualquier caso, la desesperación, el cansancio, la ira u otras emociones personales e íntimas lleva a personas normales y corrientes a decir no. Y a sus comunidades a protestar el abuso de que son objeto, organizarse y producir esos cambios. Son esos raros momentos en los que la suma de seres humanos en lugar de producir un linchamiento o la ovación de un dictador, da como resultado un cambio para bien de la humanidad. Por el soldado nadie protestó, excepto él.

    Con frecuencia uno se pregunta ¿qué necesitamos en Colombia para producir cambios? No para agravar los conflictos ya existentes sino para sacar adelante un país que tiene todo para progresar rápidamente pero lo hace tan lentamente que toca hacer memoria fuertemente para detectar los cambios para bien que ha habido y no mucha memoria para recordar los cambios para mal. 

    Si sacamos de la baraja la hipótesis paranoica (todo está mal porque a algún super-poder le conviene) las razones son muchas. Según el libro Why Nations Fail las naciones como la nuestra fallan porque carecen de instituciones económicas y políticas fuertes que provean servicios a todos sin exclusión y sean un piso común para todo tipo de ciudadanos, sobre el que prospere la innovación y el cambio pueda tener lugar, dando oportunidades a todos y no solo a unos pocos, en un clima plural con poderes que centralizan el uso de la fuerza y la administración de justicia sin favoritismos (es una lectura mía, así que puedo malentender todo el tema).

    Eso explicaría que muchas de las naciones árabes que han producido revoluciones en menos de un año de pronto fracasen en su intento por reformarse y vuelvan rápidamente a sistemas corruptos. Habrá que ver. El caso es que Egipto ha dado signos parecidos a ese retroceso. 

    Entonces, dado un cambio como el de la primavera árabe, ¿qué hace que ese cambio se vuelva permanente? En el libro The Power of Habit  se puede leer una idea bastante convincente en torno a los hábitos y que podría ayudar a explicar los cambios sociales que perduran. En principio los hábitos no son solo de las personas sino de las organizaciones, los grupos sociales, las comunidades e incluso los países. En ese sentido, las sociedades cambian cuando un movimiento pasa tres etapas. 1. Nace debido a los hábitos de amigos o conocidos cercanos producidos por los lazos fuertes entre ellos (ayudar, ser solidario, defender al otro, proteger); 2. Crece debido a las hábitos de la comunidad y de los lazos débiles entre sus miembros (los vecinos se solidarizan con la situación de otro u otros que no conocen directamente, actúan para proteger o en solidaridad con esos miembros); y 3. Perdura debido a que la comunidad crea nuevos hábitos sociales, un nuevo sentido de identidad y pertenencia.

    De esa forma el cambio se produce cuando de un movimiento surgen nuevos hábitos que se convierten en el paradigma para todos y reemplazan los hábitos sociales anteriores. En Tunez un vendedor se auto-inmola en protesta por el abuso policial, sus amigos y familia asumen su causa como propia y buscan que haya responsables y justicia, la comunidad acoge esa protesta y se apropia de ella expandiéndola. Si ese movimiento llevará a gobiernos distintos depende de la creación de nuevos hábitos (que la policía proteja en lugar de extorsionar, que las leyes protejan los derechos individuales, etc.)

    Volviendo entonces al punto inicial, Tunez dejará de ser fallido si esas costumbres (traducidas en leyes y comportamientos) que lo llevaron a fallar, cambian y perduran y los cambios son hacia instituciones incluyentes que dan oportunidades iguales a amplios grupos de la población y un piso de igualdad con acceso a servicios, tecnología, libertad de innovar y poder disfrutar las innovaciones.

    Esta una propuesta política. Cambiar a Colombia en un país más igualitario, más tolerante e incluyente, respetuoso de las instituciones democráticas y fuerte, no fallido, es un programa político. El hecho es que la revista Foreign Affairs nos clasificó no hace mucho como estado fallido y los mismos autores de Why Nations Fail (D. Acemoglu y J. Robinson) no nos dan muchas probabilidades de no fallar. Sin embargo, nuestras reacciones nacionales suelen ser de rechazar esos juicios y poner en duda su análisis. La propuesta es aceptar esos análisis y buscar los cambios. Aunque muchas veces surgen de la violencia, los cambios profundos pueden surgir de formas no violentas como lo mostró Martin Luther King y tantos otros. Los catalizadores están ahí. Hemos tenido momentos de casi, casi, iniciar algo. 

    Sin embargo, mi valoración es que no tenemos esa red de relaciones débiles funcionando y por lo tanto casi ningún movimiento escala lo suficiente y cuando escala los cambios no perduran. Logramos movilizarnos para introducir una séptima papeleta y producir un cambio constitucional. Eso es histórico, pero eso no va  acompañado de un cambio profundo en nuestros hábitos sociales (solo algunos cambios como el poder demandar nuestros derechos vía tutela y otros mecanismos) lo que hace que sigamos padeciendo casi los mismos problemas de antes de la Constitución del 91. Seguimos organizados en los mismos partidos con los mismos políticos, usando las mismas tácticas y los seguimos eligiendo. Y seguimos incumpliendo leyes, dando mordidas, usando roscas y haciéndonos los locos con la corrupción. 

    La marcha contra las Farc es otro buen ejemplo de como un país toma una idea y la convierte en propósito, millones de personas nos sentimos compelidas a participar en esa marcha en contra del secuestro. Pero de ahí no surgieron nuevos hábitos sociales para hacer perdurar un movimiento. ¿Qué nos falta? En la opinión de quien escribe, falta confianza. Los grupos desconfían unos de otros, los miembros de los grupos desconfían de los otros miembros. Siempre dudamos de las razones últimas de las personas. Esa es nuestra gran falla como sociedad y la que nos tiene paralizados. 

    Así por ejemplo, la izquierda no se organiza porque los del Moir desconfían de la Juco y del Partido Comunista, éstos desconfían del Polo, etc. etc. La frase cotidiana para referirnos a los motivos de las personas suelen ser frases como "quién sabe qué será lo que quiere...". Dudamos de sus razones. El hecho es que esa desconfianza, en este caso, impide tener una alternativa política viable y una oposición necesaria. Si no confiamos en los fines últimos de personas y grupos y en que esos fines coinciden con los nuestros (un mejor país, más igualitario y democrático, por ejemplo) esos lazos débiles se vuelven inviables para que un cambio se produzca o sea permanente. 

    Una vez se produce un movimiento de escala nacional, por otro lado, no hay un liderazgo moral que los plasme o convierta en nuevos comportamientos. En Bogotá Mockus logró hacer cambiar a sus ciudadanos de forma casi súbita hacia un modelo civilista y cívico, pero no hubo el liderazgo moral sostenido que los mantuviera hasta que se volvieran simples hábitos (dar la vía, respetar normas de tránsito, etc.).  Esos cambios rápidamente dieron marcha atrás hacia los hábitos anteriores (no dar la vía, desconocer las normas, etc.). El error de Mockus al dejar la Alcaldía de Bogotá es costoso (sin culparlo a él, la sociedad le puso delante las tentaciones que lo hicieron seguir sus propios viejos hábitos de aspirar siempre a más y los siguió como haríamos casi todos, aunque eso sí mostró que era el líder moral que la gente creía que era y de ahí que no haya ganado una elección posterior a ningún cargo). Carecemos de líderes morales y los que hay duran muy poco en la arena pública o los corrompemos demasiado rápido.

    Sin ese liderazgo y esos lazos de las comunidades, nuestro futuro no pinta bien como nación, pese a lo que nos guste protestar cuando alguien nos lo recuerda. Pero lo que es claro es que sin cambios de hábitos sociales y políticos profundos, como nación, estamos naufragando.


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