La corrupción es un fractal

Una de las cosas más llamativas de las matemáticas para el público general en los 90 eran los fractales Hoy ya hay pocas personas que parezcan interesarse en el tema. Quizá una de las razones es que los gráficos de los fractales se sobre-utilizaron en todo tipo de cosa y al final, hay que ser francos, no son muy variados. Esto es de esperarse, los patrones fractales se caracterizan porque se repiten. Si alguien quiere un ejemplo, aquí hay uno:


El hecho es ese, si hacemos zoom sobre una parte del fractal encontramos el fractal mismo: idéntico patrón general, sin importar el factor de ampliación. En otras palabras si observamos el fractal en gran tamaño luce muy parecido a si usamos un microscopio. Esto no es el común denominador de la naturaleza. Si hacemos zoom sobre un gas encontramos gran cantidad de partículas diminutas (polvo por ejemplo), si hacemos zoom de nuevo aparecerán moléculas, que no lucen como el gas en general. Y así sucesivamente.

Pero una cosa que sí repite su estructura es la corrupción. A todas las escalas y en todos los sectores, la corrupción y las estructuras que la soportan y la aprovechan, se repiten. Las cuantías cambian, de miles de millones a pequeñas cantidades; de grandes esquemas con muchas organizaciones o personas a estructuras más simples. 

Un amigo me contaba que en su colegio iba con otro de sus amigos a una de las cafeterías y pedían un refresco con algo más. Pagaban e invariablemente el muchacho que los atendía les devolvía más de lo que correspondía. La diferencia la partían después de la jornada. El kinder garden de la corrupción, por llamarlo así.  Para poner otro ejemplo, alguna vez llegué a una playa cerca de Santa Marta con un amigo, las playas son públicas en Colombia, ninguna playa es privada. Sin embargo había una valla y un señor que nos cobró 2.000 pesos por entrar... por último, ando en bus con frecuencia y donde vivo a uno le paran el bus de tal forma que se suba por atrás. Le cobran entonces solo el 60% del valor del pasaje, pues este pasaje no entra a la caja única de la empresa de buses. Los conductores terminan simplemente apoderándose de parte del pasaje, el pasajero se ahorra algo puntualmente. Todo por 1.000 pesos.

Luego ve uno esquemas en entidades pequeñas. La mordida al agente de tránsito para librarse de una multa de 150.000 pesos, los 20.000 para que te dejen entrar licor a un estadio (puede ser menos), unos miles más para que te den certificados falsos o te los acepten o te agilicen un trámite en cualquier parte.  El apoderarse de espacios públicos para comerciar es otro ejemplo. 

Seguidamente, los contratos. Ya son millones para obtener un contrato (que por supuesto se cobran a la entidad y se recuperan) o los contratos para hacer nada que se le dan a los amigos en entidades tanto públicas como privadas (aquí las Universidades son expertas). Había un decano de una pequeña Institución de Educación Superior que homologaba los cursos de programas de pregrado a personas que no los habían visto pero que, según él, habían adquirido esos conocimientos porque trabajaban en cosas algo parecidas. La Sra. del Instituto Caro y Cuervo que cobró no pocos millones durante años sin tener las calificaciones y que acaban de descubrir, las ventas de exámenes del Icfes que descubrieron hace unos años, las de admisiones irregulares en varias universidades (que claro, no son baratas).

Escalando hacia arriba, los grandes contratos de construcción. Los sobrecostos de toda obra pública que son no solo injustificados sino inevitables porque ya iniciada la obra no se puede paralizar. La refinería de Cartagena y su tremendo costo para el país (1500 millones de dólares por encima del costo original), el robo de la 26 en Bogotá, el desfalco de la Vía a Las Palmas en Medellín (una vía mal hecha y mal diseñada y que cuando funcione debidamente habrá valido mucho más del doble de lo que se supone debía valer), los robos en Foncolpuertos, Dragacol, DNE, Caprecom (se pagó para la absolución de Samper), los robos en las elecciones, etc.etc. Llegamos a los mega-robos, las grandes estafas de las que somos a veces víctimas directos pues es finalmente algo que se hace con dinero público.

El esquema se repite: un grupo o persona a quien los demás le importan muy poco, que no tiene auto-control moral o ético usa para beneficio propio o se apropia directamente de recursos de otros (si no de todos), se apoya en que hay una justicia inoperante porque en su propia esfera reproduce el mismo esquema de corrupción, corrompe a otros que deciden no actuar, intimida a quienes los pueden denunciar (el miedo a perder los puestos, el miedo a morir o sufrir daño físico o económico), se vuelve ambicioso y escala de un nivel a otro para seguir robando a mayor escala y finalmente adquiere el poder para poderse perpetuar en sus prácticas, excepto por unos pocos que terminan sacrificados a la justicia penal o social (que dura un tiempo, si no pregunten al Ministro Mauricio Cárdenas que firmó la conciliación con Dragacol y ya hoy es de nuevo ministro de nuevo, conciliación que se dio por fallas en contratos firmados por Juan Gómez Martínez, que hoy es flamante director de El Colombiano).

Donde quiera que se haga zoom ahí estará el mismo esquema: los buses urbanos, los gobiernos municipales, las universidades, la justicia, el gobierno nacional, las grandes obras nacionales o los arreglos de un antejardín o un kinder. La corrupción es fractal y su dimensión es fraccionaria.

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