La historia patria

Nunca dejo de admirar el compromiso de algunas naciones con su historia. La enseñan, aprenden, se toman el trabajo de seguirla viviendo día a día. Por ejemplo, hace unos pocos días leía el debate público que se ha creado en Inglaterra pues en un parqueadero municipal en Leicester encontraron restos humanos que podrían corresponder a Ricardo III (esta es una nota al respecto). La historia es que una persona dedicó tiempo a leer los registros históricos y a compararlos con los mapas de la ciudad en la que aparentemente habría sido enterrado el último Rey de Inglaterra que ha muerto en batalla, en 1485, el último de la dinastía Plantagenet. El debate se debe a que para muchos Ricardo III era un jorobado malvado que mandó a asesinar niños para poder acceder al trono y encerró en la Torre de Londres a sus propios familiares. Sin embargo, se dice que esa es solo la historia que los ganadores de esa batalla y que luego se convertirían en la casa reinante, los Tudor. De hecho los historiadores de la época cambiaron sus historias iniciales para decir lo malo que era Ricardo III, solo una vez los Tudor empezaron una guerra "mediática" (versión siglo XV) en su contra. Aparte de la curiosidad y de muchas otras cosas, lo interesante es que hay un debate sobre si ofrecerle a Ricardo III una ceremonia fúnebre estatal o si solo trasladar sus restos a la catedral de Leicester o si incluso debería yacer en Westminster (ya la Reina dijo que no). Y un debate sobre si era tan malo como lo pinta Shakespeare o no.

En días pasados para compartir con algunos amigos puse una canción de Pink Floyd (Good bye blue sky) e intentando explicar la razón de mi elección creo que terminé hablando demasiado sobre la relación de los europeos con su historia, la forma como respetan y mantienen en su memoria colectiva a aquellos que los convirtieron en lo que son. No es por el nombre (del todo) que encuentre fascinante que en la principal plaza pública de Londres figure la estatua de Horatio Nelson. Cuando murió en la batalla de Trafalgar libró a Inglaterra de una segura invasión. Le juraron que no habría en suelo inglés nunca una estatua más alta que la suya y cientos de años después así es, es la columna más alta en Gran Bretaña. No ha habido un recién llegado con la idea de que otro hizo algo más importante y hay que hacer otra. Y ha habido gente igual de importante: Churchill para no ir muy lejos. Cada año a principios de noviembre se celebra el Bonfire Night pues en 1605 la ciudad se libró del incendio del Parlamento y la instauración de un rey católico. No lo han olvidado y no lo convirtieron en una fiesta mafiosa como la famosa y triste alborada nuestra que se nos olvidó que celebra el cumpleaños de Pablo Escobar, no la llegada de diciembre.

En Estados Unidos la gente sabe quienes han sido sus presidentes, han estudiado las batallas e historias de la lucha en contra de los británicos y de la guerra de secesión; el sitio de Gettysburg es visitado por miles de personas cada año. Se preserva la memoria de la constitución, y la memoria de Lincoln, Washington y otros se mantiene vigente. Si nos refiriéramos a la historia del conocimiento o la ingeniería, la obra de Brunel permanece sólida y un puente que Newton diseñó está todavía en pie. 

¿Alguien sabe qué pasó en la batalla de Peralonso o en la batalla de Palonegro? ¿visitamos Rionegro para conmemorar la firma de una de nuestras constituciones y que se firmó como final de una de las guerras civiles del siglo XIX? (la historia aquí) La principal queja de la gente que visita el Puente de Boyacá es que es un puentecito en un campo con nada interesante. Gettysburg es un campo, ni siquiera tiene un puente, si eso nos sirve de referencia. Donde antes estaban los campos de concentración nazi hoy no quedan sino campos y placas conmemorativas y aun la gente visita estos lugares, sabe qué pasó allí. Le dan importancia. Por no hablar de tanto otro hecho: los escoceses tocan hoy el mismo instrumento que los ha hecho famosos y bailan su baile tradicional, hacen reuniones para ello, a nadie le da pena.

Volviendo a lo nuestro, el Museo de Antioquia tuvo una muestra de fotografía de la historia de Colombia hace unos meses. Había fotos de la Guerra de los Mil Días y de tantas guerras y tragedias. Y todos los nombres, excepción hecha de unos pocos (muy pocos) eran desconocidos para casi todo el mundo que fuimos. El General Uribe Uribe sonaba familiar pero entre la gente que estaba por esos lados pocos o nadie sabía qué hizo, qué le dio nombre, a son de qué murió. Nadie sabe que hizo parte de la Universidad de Antioquia por ejemplo. 

Le pregunto cada semestre a mis estudiantes que nombren ingenieros colombianos a quienes ellos admiren por su obra. Nadie sabe uno: no recuerdan a veces que Cisneros era ingeniero (y mucho menos que no era colombiano). Este semestre uno de mis estudiantes me mencionó a José María Villa. Nadie sabe por ejemplo la historia del diseño y construcción del Ferrocarril de Antioquia, del Túnel de La Quiebra (diseñado por un estudiante antioqueño cuando la Escuela de Minas era parte de la Universidad de Antioquia) o del Cable Aéreo de Manizales.

No sabemos nuestra historia, no nos importa. Todo lo que hay ahí carece de significado para nosotros. Y nuestra falta de perspectiva y conocimiento nos impide reconocernos como Nación, como comunidad, y ser capaz de defender eso que somos. Quizá si supiéramos eso hubiéramos defendido el mar de San Andrés con convicción suficiente para no dejar que nos lo quitaran. Quizá eso nos haría sentir responsables antes de votar por gente como Samper o Pastrana (que aceptaron la demanda en La Haya sin que estuvieran obligados a ello). Un personaje de la ignorancia de Pastrana no puede liderar la defensa del país. Por no mencionar a otros antes y después. Sus únicos méritos es que nacieron en una élite a quienes no hemos sido capaces de quitarles el poder que tienen y reemplazarlo con verdadera democracia. Para eso tendríamos que conocer de dónde surgieron esas élites, cómo se consolidaron a costa de nuestras instituciones y las han saqueado desde toda la vida. Y lo seguimos permitiendo porque siempre nos parece que es la primera vez o que será la última y que el Gaviria que hoy está de bobo mayor en el Congreso (el que no sabe leer) será presidente solo porque hace parte de esa élite. Saber nuestra historia es reconocer que no estamos destinados a fracasar, que se puede cambiar y a reconocer entre la población a aquellos que verdaderamente pueden liderar esos cambios y no a aquellos que siendo parte de la misma élite llegan a seguir perpetuando sus abusos. Y sabiendo que el poder es de la gente, no de unos pocos a quienes les seguimos confiriendo un poder que no merecen.  Quizá así tendríamos instituciones fuertes y transparentes (justicia, gobierno, etc.). 

Eso demandaría saber que nuestra propia educación superior viene de un lugar tan débil que la Escuela de Minas la sacaron de la Universidad de Antioquia por capricho de un señor que tenía el poder (era más importante su capricho que las instituciones mismas) para hacerlo sin que nadie dijera ni mu.


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