Sobre lo ambiental (II)

Con relación a la entrada anterior de este blog (Lo ambiental como religión) siento que me faltaron algunos temas y me quiero referir a ellos. Y quiero aclarar de nuevo que no me refiero a todo lo ambiental ni a todas las personas que trabajan o simpatizan con estas causas (entre los que me cuento).

I.

Encuentro que en la religión son generalmente muy importantes las limitaciones o la supresión del placer y el goce del cuerpo, incluso en algunas un nivel de sufrimiento corporal es bien visto (que lo diga el Opus Dei). Es quizá una de las razones para tener una religión. Tras esto viene un ideal ascético en el que la persona debe privarse de aquello calificado como superfluo y material en aras del alcance de logros espirituales que de otra forma son calificados como inalcanzables o incompatibles con "el bien". Los "estados superiores" es decir, los más cercanos a lo divino generalmente suprimen el cuerpo y su goce a cero o casi cero. Lo que es perturbador es que noto algo similar  en muchas personas que son no tanto ambientalistas sino que esta condición las define. El ideal ambiental de perfecta armonía con la naturaleza parece llegar acompañado de un ideal igualmente ascético: el castigo o el sacrificio corporales son vistos como un logro. La mortificación del cuerpo es elevado a una necesidad y una forma de escalar y avanzar en el camino hacia la salvación. Y la comodidad, el pequeño hedonista que todos llevamos dentro, es terriblemente censurado.

Lo anterior lo veo representado en las formas en que la consciencia de lo ambiental se manifiesta y va acompañada y asociada con vivir en condiciones precarias o que simulan la precariedad, comer alimentos básicos no procesados (en principio), suprimir todo aquello que se vea como un lujo o no espiritual, la renuncia a la tecnología y a sus logros y beneficios, el descrédito de al menos cosas básicas de la medicina y sus avances y otros comportamientos que me perturban especialmente porque no veo nada que tenga realmente relación con el mejoramiento ambiental. No creo que el regreso a una especie de estado salvaje sea un avance ambiental. 

Mi perturbación es que si bien el cuerpo no es la única y última necesidad, sí creo que lo ambiental y natural no riñe con el placer, la comodidad, la tecnología en todas sus formas y con el disfrute de cosas un poco vanas pero humanas. Eso es lo que creo que es un deje religioso disfrazado de ambientalismo que finalmente resulta terriblemente contradictorio, no entiendo en qué parte el goce se volvió enemigo de la conservación de la naturaleza. Pasar frío bajo la luna puede ser romántico pero no necesariamente ayuda al ambiente, guarecerse del frío es una opción bastante buena.

II.

Pienso en el caso de la comida. En estos días escuché la propuesta de volver a la dieta de nuestros ancestros, los hombres de las cavernas. No niego que en buena parte somos iguales a los hombres de las cavernas, de hecho basta caminar por una calle de Medellín e intentar cruzarla para darnos cuenta que los conductores no somos mucho más evolucionados que nuestros ancestros más tempranos. Esa realidad nos muestra que nuestros cuerpos no han evolucionado exactamente a la par que otras cosas y que por ende hoy comemos mucha cosa a la que nuestro cuerpo apenas está aprendiendo a adaptarse. Nuestro gusto por las grasas, el azúcar, etc. es posiblemente una herencia de otras épocas evolutivas. Sin embargo, la idea de volver a la dieta del paleolítico (ver vídeo) me resulta incomprensible. Menos mal, otros más inteligentes han dicho esto mejor que yo (ver artículo): ni siquiera sabemos bien qué comían nuestros ancestros y en qué partes del mundo como para poder volver a ella. 

Ese regreso al estado salvaje (en vídeo) es un esfuerzo un poco extraño para mi de negar que aunque comemos mucha basura y cosas innecesarias o decididamente malas para la salud la alimentación hoy es menos precaria, más compleja y en muchos casos infinitamente más placentera. Los hombres de la edad de piedra seguro encontraban placer en la comida pero comían mucho más por la necesidad de sobrevivir, era una dieta de supervivencia, la nuestra ya no es una dieta de supervivencia. En nuestra dieta se inmiscuye el placer de comer, el placer de degustar y saborear. Pero, mucho más importante, la cocina en estos últimos miles de años se volvió un producto de la cultura. Pretender comer como en el paleolítico es como negar esa evolución y riqueza cultural y el placer que buscamos en la comida.

III.

No hace mucho tiempo alguien me argumentaba de no sé cuantas formas que solo había que comer sal marina. Que la sal procesada era el peor engendro de la civilización o si repitiera sus palabras, "civilización", lo cual para mi es mucho más que sorprendente  ¿cómo puede alguien repeler el conocimiento de que la dieta necesita yodo (para evitar enfermedades de la tiroides) y flúor (prevenir enfermedades dentales) que es lo que agrega la sal procesada?.  Como eso, entro en conflicto con que quienes se vuelven naturalistas y eso les significa repeler medicinas que les alivian síntomas de la gripe, el dolor de cabeza y miles de otras cosas. Steve Jobs con toda su inteligencia se dejó matar por un cáncer que hubiera podido tratar mejor si hubiera hecho lo que la medicina occidental le recomendaba. 

Y entiendo, la magia parece muchas veces mejor cura. Pero pretender que la magia nos cura es un salto muy largo hacia el pensamiento (perdón la redundancia) mágico y su dulce compañía: la religión. Quizá la medicina occidental se excede en su necesidad de medicar pero negar sus avances es tapar el sol con las manos, una vuelta a un estado semi-bárbaro no es deseable (creo). En el paleolítico la gente no vivía siquiera 40 años, a esa edad todos sus dientes estaban podridos si es que los tenían, un fractura podía significar la muerte y una infección era casi una condena. Lo natural es eso, morirse muy jóvenes y en una decrepitud evidente. No creo que mejorar la calidad de vida sea anti-ambientalista.

IV.

Cosas similares pasan con la vivienda, el vestido, el hogar, que pueden ser mucho más verdes. Ciertamente. Pero a menos que cultivemos algodón y nosotros mismos lo procesemos o criemos ovejas y tejamos lana, debemos convivir con los tejidos, los materiales y los procesos industriales. Que podemos mejorar, pero una camisa incómoda no es más verde que una cómoda.  Sacrificar la comodidad y el confort no nos vuelve verdes o más amigables con la naturaleza.

V. 

Como todo lo anterior me parece fascinante el manejo de la culpa con el ambiente y la similitud con la culpa del pecado original y la muerte de Cristo. Somos culpables solo por existir, ser y convivir... en nuestro mundo de hoy, ser y existir implican el uso de recursos, energía, materiales, etc. que se extraen de la naturaleza. Se pueden pasar una vida tratando de restituir ese daño, lo mismo que en el cristianismo; debemos vivir en culpa eterna por no ser perfectos, por usar y depender de las cosas terrenas y mundanas y por encontrar placer en cosas no muy santas (de uno y otro lado).

VI.

Con el tiempo lo ambiental y la culpa con la tierra o la naturaleza se convierte en una tiranía sobre el creyente y eso es todavía más raro de cierto ascetismo ambiental... se vuelve un conjunto de reglas inflexibles cuyo papel parece ser la mortificación de la carne como forma de acceder a lo divino. Justo como en el cristianismo. Al principio dije algo que ya había dicho en mi blog anterior: ponemos una religión en nuestra vida para darnos orientación, ponernos límites, no tener que decidir cada paso y a veces tener una buena disculpa para no tener que responder mil preguntas. 


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