Paranoicos al derecho

Uno nunca escucha de un hacker que entre a nuestro computador y le arregle el sistema operativo, le actualice el sistema de arranque para que inicie más rápido o nos quite algunos virus; tampoco esperamos que alguien entre a nuestra cuenta bancaria y organice algunos pagos pendientes y nos evite molestias posteriores. La verdad es que todos vivimos en la zozobra de que la intervención de los demás en nuestra vida es para dañar. El hecho es que somos programados para pensar que quien entra en algún aspecto de nuestra existencia, sin que sepamos o hayamos pedido expresamente su intervención y pasado mil filtros e incluso después de eso, no puede querer algo bueno para nosotros. Partimos de la base de que es en función del daño o el abuso o los solos intereses puntuales.

Lo anterior me hace pensar que vivimos en un cierto pánico a los demás y, sin embargo, lo que encuentro contradictorio, somos en principio seres sociales a los que la asociación con los demás les ha traído grandes beneficios (ciencia y tecnología por decir algo, seguridad alimentaria, para muchos al menos, no todos). Esas aspiraciones sobre los demás los plasmamos en la ley, presumir la buena fe. Lo dicen en las iglesias, lo pregonamos en el arte y la literatura, los demás son en general seres buenos.  Pero aun así, de los demás, líbranos señor, no pueden querer algo bueno.

Supongo que esa tensión es inevitable. Para empezar,  sabemos que somos egoístas: nosotros mismos lo somos, los demás lo deben ser. Yo mismo quisiera pensar de mí que soy altruista y en el fondo siempre hay un aspecto egoísta involucrado en todas mis acciones. Pero no todo queda ahí, con frecuencia lo que uno quiere involucra algo bueno para los otros también. Entonces sí me llama la atención saber ¿qué es lo que tememos? Mejor dicho ¿no son exagerados los temores si casi nadie está pendiente de robarnos, matarnos o destruirnos?

Las razones para acercarse a alguien varían obviamente. Económicas (queremos vender o intercambiar algo), políticas (queremos su apoyo) y otras para las cuales las cosas tienen casi siempre reglas no solo sociales sino plasmadas en leyes y normas: entonces esas son de temer pero tienen alguna regulación clara. Por otro lado, nos quedan las relaciones de lo social, que buscan amistad, compañía o sexo (o la intersección de estas cosas). Y para ellas hay fines egoístas: el placer (siendo muy biológicos la reproducción no es un fin egoísta en sí pero se codifica en nuestra personalidad como algo que sí lo es), adquirir un estatus social, tener compañía, ser parte de un grupo y supongo que ahí no sobra un etcétera. Me imagino que un sociólogo o psicólogo se reirá de esta clasificación más bien mediocre, pero sigamos. Éstas razones, las que tienen que ver con la imagen o percepción propia (algo de la relación de uno con uno mismo,  generalmente mediada por otros) o con nuestra identificación como individuo que es parte de un grupo o categoría (algo de cómo nos vemos en grupo y en relación con los demás, con nuestra posición en la manada), son las que no están reguladas sino por códigos sociales y morales.

Mi única propuesta a todo esto es que tememos perder esa imagen, ese estatus, esa posición ante nosotros mismos o los demás. Esos otros no es que nos vayan a destruir o a dejar sin recursos, juzgamos que nos pueden dañar la imagen que tenemos de nosotros mismos, la posición en el grupo o la relación con los demás. A quienes aceptamos los debemos integrar en esa relación con nosotros y con los otros; harán parte de esa imagen y si no tienen algo y no lo demuestran de mil formas no los aceptamos. Así que pedimos muestras de fidelidad, de lealtad, de que nos valoran mucho, de que no nos harán quedar mal, de que serán de una o de otra forma. Me imagino que es eso lo que se convierte en un factor de exclusión (si eres nerd estás con los nerd, si eres “lindo” estarás con la gente correspondiente). Lo que juzgo es que esto empobrece enormemente lo que somos. Hace que lo que escoja con quién nos relacionamos sea el miedo. Y nos divide en categorías que limitan lo que podemos ser… por grupos sociales, de edad, de cierta posición social, etc.

Por dónde empecé, un hacker que entra subrepticiamente a nuestro computador para arreglarlo (puede ser que le moleste vernos penar con eso) es una metáfora para aquellos que deberían poder entrar más desprevenidamente pues ni nos van a dañar ni nos van a destruir. Pasar por encima de las clasificaciones basadas en los solos miedos y en nuestras zonas de seguridad quizá no pueda hacer otra cosa que enriquecer nuestra percepción del mundo. Solo que demanda un punto de seguridad en lo que se es y una cierta generosidad, más cierta independencia de lo que los otros juzgarán o asumirán sin saber. 

Elaborando sobre lo anterior, uno de los personajes de J.D. Salinger en uno de sus libros dice: "soy una especie de paranoico al revés, sospecho de los demás confabulándose para hacerme feliz". Ese optimismo es casi imposible de encontrar en los humanos, quizá sea sano no ser tan optimistas, quién sabe que eso juegue un papel muy importante que yo simplemente me niego a ver en esta mañana de domingo. 


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