Como dios caído

El sexto sentido parece ser la percepción de sí mismo. Saber, por ejemplo, en qué posición están las manos, los pies y la cabeza sin tener que mirar o verse en el espejo es un sentido tan importante como los otros cinco. Quizá haya siete u ocho, pero a mi ese se me quedó como una de las cosas en que la ciencia avanza y la cultura no... seguimos hablando de cinco sentidos aunque sean seis o más. De cualquier forma, saber dónde está uno físicamente, es decir, saber si uno está parado o acostado, si estamos en posición fetal llorando debajo de una mesa o encima de la mesa sentados, es fundamental para nuestro bienestar. Uso eso para decir que periódicamente me pregunto dónde estoy. Dónde están cada una de mis partes y qué hacen o en qué ángulo se encuentran respecto a las demás. Si quiero moverlas o no es otra cosa, una sobre la que debería buscar una cita en Molloy o algún otro texto de Samuel Beckett. Quizá las mueva, quizá sea mañana y quizá lo deje en la fase de proyecto.

Al final todo procede como al hacer un inventario descriptivo. Esto está allá, lo otro aquí, yace en tal posición y la tensión es esta. Y nada más, no es para iniciar una acción, es curiosidad de saber. Saber quizá lo que tendría que hacer para hacer algo. ¿Desde qué posición exacta debo llevar mi mano izquierda y hasta dónde para tomarme la cabeza? (y si ese gesto va acompañado de un grito entonces hay otras partes que tendré que mover y me interesaría saber si los pulmones se quedarán sin aire, si la tráquea quedará de una forma o de la otra). 

La percepción de dónde estamos debe ayudarse de la que nos dice "este brazo es mío", a lo mejor ésta es más básica. Algunos hombres se han cortado partes de sus cuerpos que no identifican como propias... saber entonces que esta uña es mía pese a todo, es parte de sentirme. No puedo poner en inventario la mano que no me pertenece. Pero saberse uno, saber que soy, que hay una unidad después de todo que puedo llamar yo es lo que permite el ejercicio anterior o al menos dudar de él. Quizá ese saber es todo el propósito del ejercicio. Algunas enfermedades mentales proceden de no poder identificar ese uno.

Lo que se desprende de todo es un plan de inacción, un plan de como parar y estarse quieto. Un programa para la quietud y el silencio, una especie de marcapasos al revés que intenta parar el corazón un poco cada cierto tiempo. Beckett lo llamaba apmonia. Siguiendo a Beckett en Molloy, uno podría hacer un recorrido y ver qué camino te trajo aquí o siguiendo a otro de sus personajes, simplemente describir el qué en extenso, internamente.

II. 

Los ejercicios me hacen pensar que si me preguntaran quién soy, que es otra pregunta distinta al qué y al cómo, tendría que decir que me siento como el otro hijo de dios que vino al mundo. El que vino pero su padre lo olvidó completamente y se concentró en el Otro; abandonado por el padre, se quedó sin poderes divinos, aunque los recuerda como de una vida anterior e intenta usarlos, mirando con cierta irritación y algo de impotencia y nostalgia que se fueron. Piensa en rayos que deberían caer en ciertas partes pero la tormenta no arranca, quiere revivir a alguien como a Lázaro pero visita una tumba y pronuncia las palabras "levántate Juan y camina", solo para ver que nadie se levanta ni hace nada; quizá el tipo ni se llamaba Juan o quizá ni muerto esté o ya se disolvió en la tierra. Observa con impotencia que la gente hace cosas y no sabe porqué pues no puede divinamente entrar en sus consciencias y modificarlas. No puede hacer ni el bien ni el mal. Una especie de dios desactivado y condenado a la disolución y al reciclaje. Quizá todos somos hijos de dios en ese plan, pero dios abandonó hace tiempo a todos y no volverá. Sin embargo, seguimos repitiendo la rutina de desear, esperar justicia y que los demás vean nuestro lado celestial como si todavía fuéramos hijos del señor. El padre abandonó, lo cual no es quizá ni siquiera problema, pero además nos olvidó. Medio locos saltamos en nuestros puestos intentando hacerle recordar. 

Yo no me siento con ganas de saltar. Solo iniciar yo mismo mi olvido, con la certeza del olvido divino. Un olvido que me sirva a mi. Luego, de pronto, empezar otra cosa que arranque de saber en qué posición inicial está cada parte y en qué ángulo. 


Comments

Popular posts from this blog

Poema de William B. Yeats

Las campanas de El Jardin, Antioquia

Huerto En Marrakech