I hate you, Facebook.
Para quien lea de vez en cuando este blog verá que hay dos
tipos de "post". Unos personales donde he contado como me siento en
un momento u otro y que revelan detalles de mi vida personal, digamos íntima en
el sentido en que no son cosas que suela discutir con el tendero de la esquina o
la señora de las frutas (aunque me convencí de que era buena idea hacerlo aquí, que puede que lo lea no el tendero, sino el borracho que le compra al tendero de
la esquina). Quizá bajo la hipótesis de que este medio otorga a la vez una halo de privacidad
extraño y otro de publicidad que no deja de ser sospechoso.
Nunca he sido una persona muy pública. Pero, como diría
algún filósofo, las circunstancias me han obligado. Mejor dicho, nací sano y la
sociedad hizo lo que hizo conmigo. Y lo sigue haciendo. Por ejemplo, a mi
profesora de pre-escolar le pareció buena idea que yo pintara un águila en un
tablero como cuando tenía 6. Debí cortar de inmediato cualquier intento gráfico
pero claro, hoy me toca dibujar mamarrachos en los tableros e intentar
convencer a un agreste grupo de estudiantes de que eso es una recta o un
círculo. No creo prudente contar mis contactos con el "arte" en la escuela
(lo haré más adelante).
A lo que iba es que publicar algo aquí causa un efecto
curioso: nadie (casi nadie) se refiere a lo escribo cuando nos cruzamos en un
pasillo o en alguna otra parte. Es más, algunas personas que
los leen más o menos me ignoran en la vida cotidiana y pasan de largo sin
saludar. Lo cual no me ofende, solo lo observo como desde lejos. Solo unas
contadas personas me hablan de estos temas y creo que lo que he publicado habrá
atraído la simpatía (o al menos curiosidad) de otras cuantas contadas almas hacia
mí y también ha generado otras cuantas antipatías.
Y entre más personal el tema, menos me hablan de él. En
cierta forma este blog ocupa el lugar del ritual de una confesión. Sin cura,
sin mucha penitencia y sin muchos pecados importantes, Lo cual contrasta con la
sensación que tenía cuando usaba Facebook ..
Facebook solo logra hacerme recordar un poema de Emily
Dickinson:
I’m
Nobody! Who are you?
Are
you – Nobody – too?
Then
there’s a pair of us!
Don’t
tell! they’d advertise – you know!
How
dreary – to be – Somebody!
How
public – like a Frog –
To
tell one’s name – the livelong June –
To
an admiring Bog!
Como ella, siento que Facebook me quita la condición de ser
nadie. De ser nada cuando necesito ser nada. (Piedra pequeña y ligera.) Facebook me vacía la vida de contenido que
pueda usar para pensar, me drena cualquier halo de misterio que cualquier cosa
pueda tener y llena de misterio las cosas que tienen cero importancia. Y a la vez, es ese espacio que llena de la
ansiedad al ver cosas sin ilación que el cerebro trata de pegar con una
historia de alguna forma para poder predecir no se sabe qué..
Facebook llena de contenido inane todo espacio... la fiesta
que nos perdimos, la invitación que no nos hicieron y que quizá hubiera de
todas formas resistido, pero que vista a través de este lente "fb" se
ve como algo que no nos hubiéramos debido perder. ¿Para qué saber eso? Y luego,
la comida a la que fuimos pero preferiríamos no haber ido, la visita que
atendimos y fue buena pero que para qué se tiene que enterar medio mundo de la
misma. Ranas gritando nuestro nombre a un pantano. Como en el poema de Kavafis,
cuando usaba Facebook me sentía degradando mi vida…
Cuanto
puedas.
Si imposible es hacer tu vida como
quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
en contacto excesivo con el mundo,
con una excesiva frivolidad.
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
en contacto excesivo con el mundo,
con una excesiva frivolidad.
No la
envilezcas
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de la estupidez cotidiana,
y al cabo te resulte un huésped inoportuno.
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de la estupidez cotidiana,
y al cabo te resulte un huésped inoportuno.
Para colmo, tengo una condición crónica que no ayuda en
nada. Cuando alguien me muestra una foto yo la veo. Quiero decir, realmente la
veo: qué hay en el fondo, quienes, qué visten, era día o noche, era verano o
invierno, qué actitud tiene todo el mundo, qué hay encima de la mesa, qué hay
colgado en el perchero, las botellas que se ven de qué son... y así
sucesivamente. Eso no ayuda al ambiente de ver y dejar pasar, desechar como
inservible y olvidable cada frase, cada imagen colgada sin cuidado alguno desde
un celular poco antes de que todo el mundo empezara a aburrirse, pelear o salir
corriendo. O al revés, pero que en cualquier caso me lleva a sacar
conclusiones, a interpolar ideas, aportar a algo que no solo puede no estar ahí
sino que además presupone su propia falta de importancia. No estoy muy
acostumbrado a lo totalmente intrascendente.
Por otra parte la dinámica de las amistades en línea no deja
de ser un imposible para alguien con mi nivel de ansiedades e incertezas. ¿A
quién y por qué le voy a mandar una "solicitud de amistad" en
Facebook? En fin, personalmente aceptaba
a todo el mundo cuando lo tenía y mandaba cero solicitudes... ¿quién tiene la
mente tan torcida de aceptarme? (exagero, pero ese es el punto). Aparte de ello
están los comentarios, los "me gusta" (a mi ¿qué me importa que les
guste realmente? aunque, ¡ah! ¡qué bien que les guste! pero ¿qué? ¿les gusta?)
que cuando aparecen te predisponen a buscarlos así que luego, cuando no
aparecen, te hacen sentir como que tu vida no tiene interés alguno pese a que
eso ni importa ni vale mucho. Te dan ganas de entrar con otra cuenta tuya y
gustarte a ti mismo 100 veces
En fin, supongo que hay quienes manejan todo eso mucho
mejor. Yo me quedo con este medio que me permite mi cantaleta más larga y
tranquila, menos inmediata y que de vez en vez atrae una sonrisa cómplice de
alguien que ha leído algo que le hace dar pena o que le hace sentir proximidad
o la risa o la reacción de alguien a una cosa que al menos demanda 10 minutos
de lectura. I do hate you, facebook!
Y claro, la ironía: tengo una cuenta allí
que necesito para otros servicios...
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