Relaciones, en pasado.

Mis relaciones son todas en pasado, ninguna es en presente.

A todas las mujeres que he conocido, desde los 18 años aproximadamente, y en quienes me he interesado, sea que logre tener con ellas una relación o no, les he escrito. Mucho. Les he escrito mucho. De todas desde que soy mayor de edad, guardo lo que he escrito y no entregué. Que es también considerable. Y en algún caso hasta lo que entregué. Y conservo lo que me han escrito que suele ser muy poco, casi nada. En la era de internet conservo cada correo que envié o me enviaron (envío unos cinco por cada uno que recibo o peor), cada borrador que se quedó sin ser enviado, que también son muchos.

De vez en cuando leo esos borradores no enviados o esas notas no entregadas. Me sirven creo yo para recordar que de vez  en vez repito los mismos escenarios y saber como mis respuestas han cambiado. Algunas dramáticamente, otras apenas ligeramente.

Me pregunto qué han tenido en común las mujeres a las que intenté seducir, con éxito o sin él. Las que me rechazaron y las que no. Y no hay un tipo. Digo, entre las que significaron relaciones de larga duración, diría que hay dos normales, una con una enfermedad mental diagnósticada, otra con problemas emocionales difíciles. Entre las que no fueron de larga duración también hay una mezcla pero no estoy seguro de cómo eran, la razón obvia es que no las conocí muy bien.

Intento analizar las que me han dejado y las que dejé. Entre las relaciones de largo plazo dos las rompí yo, otra fue un mutuo acuerdo forzado por ambas partes, otra me dejaron. Entre las cortas predominan aquellas en las que yo me alejo.

La realidad es que las relaciones son difíciles para mi. He pensado mucho el porqué. Creo que no es que no crea que me pueden querer, creo que es que me cuesta mucho creer que alguien pueda tener mucho interés inicial y me ahoga al principio de todo la sensación de que yo tengo interés y ella no. La incertidumbre de si resulto ser una persona atractiva  e interesante me consume. Y no saber interpretar bien gestos que a otros parecen obvios no ayuda mucho. O interpretarlos, pero mal. El sentirme adivinando me hace sufrir lo indecible.

Lo más estúpido que hago es poner pruebas. Hago o digo cosas que en mi mente deben producir una cierta respuesta precisa de ella: buscarme o preguntarme algo, sentirse de cierta forma o expresar cierto sentir. Hacer un cierto gesto. Cosas así. Siempre fallan por obvias razones, nadie sabe que está siendo puesta a prueba, la prueba es estúpida para empezar y está ciertamente diseñada, bien diseñada, para que todo el mundo falle y yo pueda validar que no tiene interés. Ya se ve porqué sufro? No todo es así pero es el tipo de cosas que hago.

Lo más contradictorio es que cuando me siento atraído por alguien es porque esa mujer abre alguna parte de mi cerebro que de repente dice cosas más interesantes o hace mejores chistes, se ríe más, se le ocurren cosas menos comunes y corrientes. Eso es quizá lo que me hace identificar fácilmente cuando una mujer me gusta realmente. Y lo que lo vuelve muy difícil porque entonces toda la sensibilidad del mundo se vuelca sobre mí y hasta la curva de una mosca en su vuelo me conmueve y cualquier cosa tan insignificante como una mota de polvo se vuelve un planeta.

Cuando ya hay una relación como que descanso de ese continuo martilleo sobre mi cerebro y paro de estar adivinando, pero llegar ahí es toda una odisea. Y como ya dije arriba ha pasado pocas veces de forma significativa. Y cuando esa parte de mi cerebro que se abrió se vuelve a cerrar las cosas hay que dar por hecho que terminaron. Mi cerebro termina primero que yo así como empieza primero.

Dejo de hablar de los libros que leo o de las cosas curiosas que encuentro, dejo de reflexionar sobre las cosas comunes, dejo de discutir las cosas que pongo en este blog, dejo de hablar de mí y dejo de cocinar para ellas o lo hago muy poco y con pereza o por obligación (sí, cocino). Y dejo de hacer cosas poco comunes y me quedo con las comunes. Después de eso solo queda que mi cuerpo se dé cuenta y se vaya. O se vayan antes por otra causa. Y en las relaciones de corta duración pasa algo similar solo que más rápido.

La otra razón para haber terminado relaciones es una imposibilidad profunda de compartir cualquier cosa. De abrir o tener un espacio común en el cual yo esté dispuesto a habitar. Me han llegado momentos en que dejo a alguien porque sencillamente ya en lo único que pienso es en estar solo, en pasar la tarde mirando el cielo o tomando fotos de ramas y pájaros movidos o fuera de foco, en levantarme y solo hacer un café, uno, nada más. En acostarme solo, despertarme solo, no llamar, no recibir llamadas, no escribir, no recibir mensajes, no hacer nada por nadie,  no cocinar, no  ir a recoger a nadie al Metro o salir a ningún lado. Nada, solo estar solo y hacer cosas solo. Y eso puede durar años.

En fin, no es una buena arqueología. Y no sirve para nada. No creo que vaya a encontrar a nadie muy pronto pues no va a aparecer de la nada y no muevo un dedo para buscar. La única persona interesante ha sido muy difícil en estos últimos meses y no creo que vaya a estar y lo que pasó no sabría siquiera si clasificarlo en esto que dije antes. Así que escribo esto como pensando en que ya no habrá más historias similares y que esas son las cuentas finales, seriamente.


Comments

Popular posts from this blog

Poema de William B. Yeats

Las campanas de El Jardin, Antioquia

Huerto En Marrakech