Los Trabajadores

Ayer fui a comprar unas cervezas para tener el necesario aliento para aguantarme el partido entre Argentina y Portugal del Mundial Sub20. El partido prometía ser malo pero tenía un cierto deber patriótico de verlo debido, básicamente, al hecho de que se juega aquí en Colombia y no en cualquier otra parte, que ni me importa ni me duele mucho. Verlo es como hacer un poco de patria... y verlo todo es ya casi un sacrificio personal por el Buen Nombre del País en el Exterior. Nadie en el mundo le pone mucho cuidado a este mundial, como yo no lo he hecho en los pasados ni lo haré en el futuro.  Y por ello cuando uno ve en TV esos estadios vacíos da como pena y algo de tristeza, así que mi gesto iba dirigido a acompañar esos colombianos que se fueron a ver el partido para que la tribuna no luciera tan vacía y ser solidario con ellos desde mi casa. Obvio, eso no significaba que no pudiera darme el lujo de "una fría" como decimos en Medellín o de "una pola" como dicen en Bogotá (voy aprendiendo).

En fin el partido fue un bostezo que ni la cerveza logró transformar. Excepto los "tiros desde el punto penal" como dicen en lugar de "penalty" porque, nos aclaran los comentaristas deportivos, no son "penales" como el decimos los demás sino eso: "tiros", digo, excepto eso, lo de los tiros, todo fue muy aburrido.  (El lenguaje del fútbol en español debería ya tener un libro que lo explique en algún lado.) 

Y luego Colombia va y pierde...

No era eso lo que quería contar. Al ir por las cervezas pasé por el lado de cuatro personas admirables. Estaban insultándose el uno al otro tratando de organizar algo que decirle tal vez al jefe o un contratista. Llevaban una carga de ladrillos rojos y debían subir en un carro viejo y acabado una loma de muerte. Hablaban en un lenguaje de insultos locales e internacionales para ponerse de acuerdo. Eran casi las cinco de la tarde y estaba haciendo un sol de miedo todavía. La tarde habría deshidratado a cualquiera que se pusiera al sol más de una hora. Y estos tipos, vestidos todos en ropas viejas, cubiertas de polvo de ladrillo, habían claramente estado todo el día llevando y trayendo ladrillos rojos. El polvo de ladrillo no era de jugar tenis, es lo que quiero decir. 

El caso es que me llegó a la mente la dificultad y arduo que es un trabajo como estos. Me pregunté cómo hacen para hacerlo todos los días, hora tras hora. Cómo se las ingenian para no desfallecer y vivir con lo poco de dinero que les representa. Y en mi cabeza, en una voz mucho más alta, me dije lo tenaces que son y lo admirables que me parecen. Aparte de sus insultos y su trato no muy agradable, son admirables. Por encima de todo admiro su decisión diaria de hacer un trabajo por duro que sea en lugar de quedarse en casa haciendo nada o saliendo a cobrarle vacunas a los vecinos para vivir como parásitos de los demás. 

En días pasados tuve que cambiar de casa y adonde vivo ahora me trajo una empresa que contrato también otros muchachos para cargar cosas. Tenían que subir y bajar cosas pesadas en medio, de nuevo, de un sol que le quita el ánimo a cualquiera. Y cada que terminaban un tramo con algo suficientemente pesado, se secaban el sudor con su camiseta de 5.000 pesos. Y volvían a arrancar. Los admiro. No se robaron un alfiler, hicieron algunos daños, en medio de todo protestaban que el trabajo estaba duro, que las cosas pesaban, que era difícil (lo cual por supuesto eran mensajes para un propina que es más una obligación que una opción). Pero pese a eso, a cierta falta de cuidado con dos o tres cosas que yo valoro, se ganan mi admiración. 

Años atrás, salí de mi casa un domingo temprano. En ese momento pasaba un anciano con una caja de madera a la espalda, vendía aguacates. Un domingo a las 7:30AM este hombre había salido a vender aguacates y a gritar e intentar ganarse la vida. No le compré porque en esa época no tenía con qué yo tampoco. Y porque no como tanto aguacate... y no creo que la forma de arreglar nada sea la limosna ni los actos motivados por el pesar o la conmiseración. Esa gente admirable no necesita ni pide que les tenga pesar. En realidad los del trasteo me manipulan un poco con ello pero si no les doy nada se van tranquilos, me echan un madrazo o dos, se ríen de alguno de mis muebles y me olvidan. 

Pero desde el incidente de los aguacates siempre llevo conmigo una duda existencial sobre lo poco que valoramos este tipo de trabajo y esas tareas arduas hasta el desespero y cual debería ser la forma de hacerlo saber. A un hombre de más de 60, un domingo a las 7:30 AM por un vecindario pobre, con una caja llena de aguacates al hombro, que vocea lo que vende... ¿cómo le haces saber que lo admiras? ¿sirve eso para algo? ¿deberías no admirarlo sino comprarle todos los aguacates y regalarlos al que pase?

Mentirle al jefe en el caso de los tipos de los ladrillos rojos no se gana mi admiración, pero la discusión que tenían era que el camión estaba demasiado pesado y viejo para subir esa cuesta. Lo cual me lleva por supuesto a la pregunta sobre energía, potencia, etc. que no tienen nada que ver. Y de regreso al fútbol. ¿Porque no parecen estarse divirtiendo los jugadores de ninguna selección en el mundial sub 20 si son jóvenes, están haciendo lo que les gusta y no es la mitad de difícil a cargar y descargar con brazos, hombros y piernas y sin levanta-cargas alguno, un bulto de cemento, una pila de ladrillos o los muebles de un tipo de clase medio media por una paga más bien mala?  Esos muchachos de las selecciones deberían verse jugar a si mismos sus partidos de bostezo para entender que sus vida es divertida y disfrutarla. Y no es solo un cristiano "desagradecidos" que les digo, es solo que el fútbol se vuelve aburrido cuando solo es un trabajo arduo. 

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