Viendo a la gente que es feliz

Ver gente feliz me parece siempre una experiencia novedosa y al mismo tiempo intimidante. En especial las parejas. ¿Qué hicieron bien que yo no para llegar allí? ¿en qué parte de mi manual para vivir en este mundo se perdió esa receta? ¿acaso nunca la incluyeron en mi libro de supervivencia y yo me paso hojeándolo en busca de una página o un pasaje que no existe?

La verdad, me lo dicen los sentidos, la experiencia, la comparación de notas con mucha gente, es que no hay realmente tal, no hay un estado de tan profunda felicidad o, mejor dicho, la hay, pero es escasa y dura poco. Y sé por pura probabilidad que muchas de las veces que me hago esas preguntas, porque veo a dos personas en ese estar de pareja, estoy realmente haciendo las preguntas equivocadas. El amor no es un sinónimo de vivir en pareja y la felicidad tampoco.

La invención del matrimonio por amor es más o menos algo del siglo XX; antes las parejas se constituían por otros intereses: económicos, políticos, sociales, de familia. No por amor. Siempre se asumía que el amor llegaría después o que no importaba. Jane Austen vivió en la primera mitad del siglo XIX y en cierta forma fue pionera en la propuesta de que el amor podía ser un factor en la elección de pareja, el mundo dio muchas vueltas antes de ver eso como un factor y quizá por ello sus novelas son apreciadas mucho tiempo después de escritas y llevadas al cine y puestas en escena hoy, mientras en su tiempo escasamente se vendieron. Ella misma, que nunca se casó (y eso era raro), vivió una historia en consonancia con ese sentimiento. Se enamoró a los 20 años de alguien que luego fue separado de ella por la familia (de él). Aunque parece que nunca se olvidaron, tampoco se mantuvieron en contacto o intentaron rehacer el camino. De todas formas, para ella fue como el inicio y final pues a quienes le propusieron más adelante matrimonio no los veía como personas a quienes podía amar. Sin embargo, en sus mismas novelas es claro que lo usual era otra cosa, los matrimonios por conveniencia y buenos o malos acuerdos. Todavía hoy en nuestras familias se oye hablar de alguien "bien casada" (generalmente una mujer), en el sentido de la estabilidad económica, familiar y social, no en el sentido del amor.

Las parejas son, en una medida mucho más usual de lo esperado, un arreglo inestable. Un arreglo; así, a secas. Excepciones hechas, son solo un acuerdo y para eso, precario. La mitad fracasa según las estadísticas y de la mitad que dura, la observación muestra que los acuerdos son disfuncionales y malos en una parte importante de las veces. Luego, diría que las tres cuartas o al menos las dos terceras partes de esas veces, las preguntas del primer párrafo no aplican. Y sin embargo, vivimos en una cultura en la que eso es tan importante y valorado que están profundamente grabadas y no dejo de formularlas.

Por supuesto, repito, no toda pareja es un fracaso, conozco algunos éxitos que hacen mantener cierta fe en el esquema. Pero en el largo plazo y en un panorama amplio, las cosas no funcionan así. En la realidad, creo, las parejas se establecen por razones no siempre claras para los participantes y son arreglos cuya durabilidad debería preverse con anticipación, pero generalmente se hacen con afán y mal pensados y con una idea de ser para siempre; pese a que deberían ser temporales pues duran eso, un cierto tiempo. A veces unos años, otras ni siquiera unos meses y, si no se logran rehacer y renovar o siquiera se habla de ellos y se negocian con regularidad, mueren en su esencia pese a que perduran formalmente. Es aterrador que algunas parejas duren años sobre la base de que ya llegamos aquí, es cómodo, para qué cambiar, dejemos así y simplemente tratemos de acomodar las cosas, cambiar 'de pronto' trae más infelicidad. El de pronto es lo que daña la fe en el esquema y sus motivos. El amor en esos casos cambia de forma rápidamente, eso lo ya sabemos, se convierte en solidaridad, de pronto simpatía y un poco de responsabilidad, pero otros factores se evaporan. Especialmente los que tienen que ver con sel ser íntimo de las personas: uno no sabe qué es el otro realmente, qué sueña verdaderamente, qué aspiraciones tiene y con base en eso ¿qué tipo de pareja se puede ser? solo aquella que cumple el papel del confort de las rutinas y la costumbre, no la basada en el amor y el conocimiento del otro.

Siempre me sorprende ver parejas en citas y en total silencio... a veces en el silencio no solo de palabra sino de la expresión, de la mirada, del lenguaje corporal. Y lo veo con regularidad, cada que me siento en una cafetería o un restaurante. Gente sentada una al lado de la otra, que no hablan, no una pareja, aunque vivan juntos o gente que vive junta y nunca están juntos realmente. Y siempre me sorprendo de las parejas que solo vuelven y hablan de los temas que ya saben: el clima, el cómo estás y la familia de cada uno, el chisme rápido y poco más allá. Las de los chistes malos y fáciles, las que no estructuran una idea común o ni lo intentan porque la desconexión es tan total que cuando lo intentan solo logran poner de presente lo diferentes que son, lo distante que es lo que cada uno es de lo que el otro piensa de él.

Y lo otro a lo que se vuelve con rigurosidad es a las peleas y el resentimiento, con frecuencia el único medio de comunicación que queda o la cantaleta; que es el peor de todos los discursos pues procede del haberse dado por vencidos a la hora de hablar con signficado y a ser capaces de renegociar esos malos arreglos o al menos entenderlos y ponerlos en común. La cantaleta es el inicio o el desarrollo de una guerra sorda en la que la gente puede vivir años sino toda la vida. Guerra en la que lo que predomina son las actitudes pasivo-agresivas, nada se dice en voz alta sino que se dice algo para significar otras mil cosas que se deben dar por entendidas, donde las cosas se actúan, las personas abandonan al otro en los peores momentos solo para hacerles sentir su poder e importancia. Donde la manipulación, el abandono, la ausencia física e intelectual, la inaccesibilidad emocional, la falta incluso de la cortesía, sirven para armar un sola frase "no te quiero a mi lado" que el otro debe entender e irse o echarme pues en general funciona en dos vías.

Luego, la idea de casarse por amor en el sentido de las cosquillas en el estómago es una idea interesante pero de corto vuelo en la mayoría de los casos, una vez la urgencia pasa, la gente se enfrenta a un extraño y la forma como nos desenvolvemos es escabrosa. Nos regocijamos con ideas de que todo el mundo vive así, que esas cosas son las normales y que no se puede ser más feliz de otro modo.  Por poner un ejemplo, hace poco una amiga casada me dijo que pensaba que las parejas no eran para toda la vida, que hoy teníamos una y en un tiempo llegaría otra. Me parecía muy evolucionado todo su pensamiento hasta que me di cuenta que aceptaba regaños de una persona que permanentemente la abandonaba, la dejaba sola, la rebajaba y minimizaba intelectual y personalmente. ¿Se estaba armando de valor para buscar ese otro que la trataría bien? o ¿quizá para estar sola, que es a todas luces como mejor se sentía? No, en sus propias palabras, tenía su situación sentimental y de pareja resueltas. Me llamó la atención que se riera por ejemplo de otro amigo mio con quien me puedo encontrar por una hora, de vez en cuando, y siempre tiene que salir rápido pues su esposa lo va a coger de prestado si no llega a casa. Y alguna vez que nos sentamos a compartir un café ella recibió varias llamadas en quince minutos para que se fuera a casa... y se fue, solo para quedarse sola viendo televisión una hora después. Y esa es una pareja de las que yo me haría las preguntas del primer párrafo.  Siempre me quedo con la duda ¿de qué habla esta gente cuando se queda a solas? ¿puede uno vivir bien enterrando la cabeza en la arena? para mi la historia es solo muy confusa, no una decepción o algo por el estilo pues no me siento muy seguro de querer enjuiciar a nadie,

Ante todo eso, la soledad no es una mala alternativa. El pensarse en soledad ayuda a construir una idea de lo que uno quiere realmente. El problema es que no siempre es una imagen clara y buscarla, que parece obvio, no lo es. La búsqueda de lo que cada uno realmente quiere es una lucha para toda la vida. Toca con nuestros conceptos de libertad y amor, con lo que vivimos en familia, con los miedos y las experiencias pasadas, con nuestros sueños e imaginación. Y encontrar algún esbozo de respuesta es arduo. Tanto que la gente renuncia y simplemente sustituye sus deseos con las aspiraciones puestas allí por la familia, su pareja, la cultura o eso que llamamos "la sociedad" y se acomodan a mal vivir mucho tiempo. Albergan la expectativa de que todo caiga en su sitio de alguna forma, ignorando lo que realmente son o quieren y qué o quién es ese extraño que está sentado a su lado o en el cuarto del fondo. Al mismo tiempo nos concentramos en la película de zombies, el porno o el libro que nos ponemos en frente para poder dormir sin tener que pensar y buscamos a la gente que realmente nos interesa en otra parte para darnos la sensación de que atendemos todos los aspectos de nuestra persona o nos regocijamos con que estamos cumpliendo con un compromiso.

La idea de que la pareja se escoge para pagar una penitencia o una falta anterior o que hay que aguantar y persistir solo por el deber, resulta demasiado cristiana para mi gusto. El amor no es ese salto al vacío, esa feria de mariposas en el hígado. De hecho el peligro es que quizá eso lo que nos lleva a las peores situaciones pues casi siempre y lo digo en primera persona, terminamos atraídos por las personas que de antemano sabemos no nos van a gustar una vez pase la emergencia de estar con ellas; pero "le ponemos fe" en que todo se puede arreglar y en la fe podemos perdurar años negándonos a ver la realidad. La comodidad es la mata que mata las relaciones y la rutina, como dice la canción, es el amor mortal. Yo diría que cuando uno puede honestamente decir que lo que uno hace no le importa al otro o que el otro no sabe dónde o qué ha hecho uno durante toda una semana o no lo puede siquiera contar, está donde no es. O cuando uno no puede discutir con el otro sus sueños o hablar los temas que le gustan, la cosa llama a un alto y a repensar uno qué quiere y a ver con más objetividad lo que se vive. Puede ser que lo uno quiera sea solo la comodidad, la ayuda económica o la posición social, el carro o el estatus o el sexo o que uno sea visto al lado de alguien, en ese caso, todo está bien, pero si uno quiere una vida un poco más plena... no dejarse llevar solo del impulso puede ser buena idea en el largo plazo, tener la suerte de encontrar a alguien con quien uno pueda tener y construir algo que quiera, no dejarla ir y tener de nuevo mucha suerte son la única receta, que no es receta, es azar.





Comments

Francachela said…
"El amor es mortal", mmmm ....o se transforma como la energía?

Qué opinas tu?

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