Ciencia colombiana (sumando épsilon)

Siempre me ha sorprendido que seamos tan buenos para diseñar formas de contar lo que no tenemos y clasificar con casos, clases y características generales lo que escasamente se puede contar. Eso se aplica a nuestro Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. Un nombre muy altisonante para algo que funciona tan mal, si damos por sentada su existencia. Quiero decir, no se pone en duda que haya ciencia en Colombia pero la existencia de un sistema es bastante discutible. Digamos que más que sistema es un arrejuntado de cosas por un lado y otro. Una especie de selva virgen formada no por evolución sino por física yuxtaposición, en la que todas las especies luchan por sobrevivir de alguna forma soltadas ahí por un creador medio sombrío; un ecosistema, digamos que aún no en equilibrio sino que encuentra equilibrios precarios a medida que pasa el tiempo, sin lograr estabilidad ni funcionalidad, ni mucho progreso.

La premisa nuestra parece ser: si no lo tienes, inventa un sistema de contarlo para dar la sensación de que lo tienes. Mejor dicho, en matemáticas, uno prueba que tiene algo en un punto (digamos, el punto cero) y luego crea al menos un épsilon, no importa qué tan pequeño, con el cual pueda argumentar que ese algo funciona en cero pero también ahí en ese 'cero más épsilon'; aunque el épsilon sea muy próximo a cero, pero no cero. Eso ya amerita llamar a la cosa como existente en una región, sin importar qué tan pequeña. En matemáticas funciona y es de hecho importante; en la vida de las instituciones, es una premisa mal trasladada y falsa. La vida de las instituciones, si es infinitesimal, no sirve. No basta llamar la cosa con un nombre para que exista, no basta una sigla y una Ley o un certificado para decir que hay algo. La burocracia o los papeles, las meras ideas, no reemplazan la realidad.

Para claridad, fui parte del Consejo del Programa Nacional de Ciencias Básicas de Colciencias por 6 años. Y me han interesado las estadísticas de ciencia, especialmente la bibliometría, sin ser un experto pero habiendo buscado, estudiado y escrito un par de cosas para el caso colombiano. Por ambas cosas, no reclamo ser inocente y un observador externo totalmente objetivo, sino que debo tener un épsilon de responsabilidad, no nulo. Así que lo que diga, me cae a mí tanto o más que a otros.

En un artículo de El Colombiano (leer aq), Andrés Oppenheimer nos da unas pistas interesantes. Mientras las patentes internacionales pasan de las 50.000 en Estados Unidos en un año y de las 20.000 en China, en Colombia se solicitan menos de 100. Menos del 10% de las patentes de Latinoamérica son solicitadas en Colombia, aunque somos como la 4a o 5a economía de la región. Más aún en producción de artículos científicos la cosa es quizá peor. Sin entrar en detalles, baste decir, nuestra producción científica es ese épsilon que tiende a cero si se mira en el contexto global.

Es por eso que sorprende que usemos unas tecnologías extraordinarias para contarla. Colciencias ha venido haciendo "convocatorias" para que los grupos de investigación colombianos se "clasifiquen", se "categoricen" o se "registren"; eso desde hace 10 o más años. Personalmente llené uno de esos formatos una vez para mi grupo y puedo decir: es un ejercicio que pasa de frustrante a imposible rápidamente. Los formatos, los "indicadores" y los "índices" pululan. Nos hacen una disección quirúrgica al milímetro como "investigador" ¿lo eres o no lo eres? como grupo ¿eres X o Y clase o categoría? y nos inventan unas clasificaciones en las que de un día para otro ya perdiste estatus o lo ganaste y nadie sabe exactamente qué pasó. Si no fuera por lo inútil, si no fuera por lo inane de todo ello, hasta sería interesante.

Las personas detrás de todo esto son personajes grises, ya lo he dicho en otro lugar. En su cabeza está la trampa. No hacerla como tal, sino pensar como tramposo para evitar que el tramposo verdadero entre al sistema, abuse del mismo, use sus recursos, etc. Lo significativo es que eso es una receta para el fracaso, cosa que ya deberíamos saber y dos, a menos que uno efectivamente sea tramposo, uno nunca pensará como un tramposo y nunca podrá evitar su trampa. A lo que se reduce todo este pensamiento es a normas, subnormas, minucia tras minucia de exclusiones, excepciones, salvedades, inclusiones del caso raro y definiciones que pretenden ser generales pero quedan tan vagas que todo cabe. Un laberinto que al final no sirve para nada, no evita la trampa y generalmente termina castigando al que no tiene la corrupción en la cabeza. El que la tiene siempre encuentra la forma en esta maraña de vaguedades y principios generales que luego nadie sabe cómo se llevan a la práctica. Esto porque cuando uno es corrupto ya sabe cómo leer todas esas normas para saber por dónde se mete. El que no lo es las lee pensando qué diablos será aquello y tratando de interpretarlas de buena fe

Lo peor es que esta contabilidad minuciosa solo sirve para distribuir unos recursos tan magros e insuficientes que uno se pregunta si vale la pena realmente meterse en ese proyecto imposible de tratar de mostrar que uno es lo que es. De esa premisa es de donde surge todo lo malo.

Nuestro Sistema, todo, el Estado, sus aparatos, sus formas de funcionamiento, dependen de que el ciudadano viva demostrando que es lo que es. Que está vivo, por ejemplo, para los pensionados. Que existe, para firmar algo. Hace tiempo me dijeron que iban a ponerme en una lista de nominados a alguna distinción (gracias por pensarlo) pero que para poderme poner me pedían que presentara certificados de que hubiera hecho absolutamente todo lo que mi hoja de vida decía que había hecho. No importa que lo había hecho, lo importante para esa nominación era certificarlo. No importa que los resultados estuvieran, que las personas que hacían todo el proceso pudieran ver esos resultados o, con una llamada, verificarlos. Lo importante era certificarlo. Dije no, gracias. No puede ser posible que para a uno darle la categoría que supuestamente merece lo que debe hacer no es merecerla y que se confíe en esa tarea, sino que se traslade la tarea de demostrarlo al que ha hecho todo. Esa es la raíz de buena parte de los males. El que se mete a demostrar todo y mantiene todo listo, tiene algo en la cabeza que es distinto a lo que tiene en la cabeza el que sabe que lo hizo sin tener que buscar certificados. Luego, las convocatorias y demostraciones siempre cogen desprevenido al que no está en el plan de demostrar que es lo que es, al que se limita a ser.

Los países europeos y anglosajones, tienen una historia algo diferente. Se basan en la confianza. Ud. me dice algo, yo le creo. Es más eficiente, más barato. Eso sí, si Ud. miente, le saldrá caro. Y de ahí que se dé una importancia máxima a decir la verdad desde niños, desde siempre, en todo. No es que sea perfecto, pero juzguemos por nuestra posición vs. la europea en los indicadores de corrupción.

Finalmente, volviendo a esta contabilidad minuciosa, solo nos sirve para desviar la atención de lo verdaderamente importante. No tenemos un sistema, no tenemos orden ni un norte en ciencia y tecnología, no hay verdaderas guías de hacia dónde nos debemos dirigir con una sustentación académica y científica. Eso da lugar a que todo quepa y todo sirva; cuando todo cabe y todo sirve, el tramposo inventa algo que meter y hace su trampa. El que publica un mismo artículo tres veces en tres revistas grises que nadie lee, tendrá tres. Y el que se dedica a áreas donde publicar es difícil y producir también, aparecerá como un infante sin status frente a los grandes productores de material inservible para la ciencia como un todo. Y éstos se codearan de tú a tú con los productores de material de buena calidad e impacto, sin diferenciación alguna. Ese es el otro defecto, tanta contabilidad y tanta taxonomía para después poner en el mismo grupo o categoría a los que hacen las cosas bien y a los que las hacen mal a sabiendas y con una agenda triste en la mente. O peor quizá, para excluir al que trabaja duro y produce, pero no sabe llenar formas y enviar información en la forma como debe lucir para poder figurar. Sin sistema ni orden, no sabemos qué valorar y cómo. Pero eso sí, tenemos un software, siglas, sitios web, indicadores, índices, clasificaciones. Con eso disfrazamos la dura realidad de la ciencia colombiana.

PS. Yo digo que tiene que haber una forma más sencilla de hacer todo esto... contar lo que hay, hacerle alguna clasificación y verse en el espejo como somos. Hay profesores universitarios nuestros que pueden ganar más que un premio Nobel en otro país. Eso no puede ser posible.


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