Demasiada sinceridad

Escribir un blog es como una confesión semanal (o cuando menos periódica), de esa que uno hace antes de poder recibir la comunión. Hay que usar mucho la primera persona del singular (ocasionalmente el plural), demasiadas veces, so pena de poner en boca de otros lo que no dijeron. Pero he llegado a pensar que es una confesión a la inversa. Si uno confiesa algo muy embarazoso o perturbador, los que pretenden que no lo saben son los otros, los lectores; a diferencia de la confesión tradicional cristiana donde uno hace como que nadie sabe lo que acaba de confesar y, fuera del confesionario, uno pasa de agache, como que nunca ha dicho nada. De hecho es curioso que la confesión religiosa tenga protección legal si uno lo piensa bien. Mi conclusión es que las confesiones rituales son un convenio entre dos o más partes para decidir ignorar lo que cuesta trabajo admitir. Un blog en cierta forma es el compromiso de ser honesto contando con que los demás no se lo van a enrostrar a uno (no muy seguido) y se harán los locos con las fallas de carácter que uno refleje en su confesión.

Supongo que escribir en general conlleva una confesión y si se hace periódicamente, ritual. Hace un tiempo (todavía hoy en realidad) quería escribir algunas cosas personales y una de las consideraciones más complicadas es lo que haría la familia cuando las leyera, si las leía y si las escribía. Si uno cuenta lo que le pasó (o piensa que pasó) de hermanos o de los padres o la historia que piensa de ellos, no necesariamente mala, es seguro que no se sentirán reflejados en los personajes como uno cree. La razón es justamente, esa, los personajes son inventados aunque sean identificables y las historias compartidas. Con los amigos es igual. 

Hay un película hecha a manera de documental, Stories we tell, de Sarah Polley, que creo es mucho mejor que cualquier cosa que yo pueda decir acerca de esto último. Cada uno recuerda algo ligera o completamente distinto. Por eso será que es tan importante contar las cosas a quienes ya las saben. En cada ocasión se cambia un poco lo recordado como ya está claro en neuripsicologia. Y en cada cambio afirmamos algo de cómo somos en ese momento y cómo vemos a quien éramos antes. 

De cualquier forma, cuando el blog no es de hechos sino una corriente de pensamientos es un poco diferente. Uno trata en lo que escribe de organizar lo que piensa y reflejar algo de lo que se es. Pero es como ponerle un sello del día y hora en que uno siente o piensa algo. Es un proyecto egoísta y egocéntrico, algo exhibicionista, sin duda, pero también es una forma de compartir ideas que ojalá fueran geniales y que infaltablemente se quedan cortas. En mi caso tiene un tinte de coleccionista: que luego alguna vez pueda repasar lo que pensé en algún momento de la vida, una forma de fijarme recuerdos a mi mismo; como repasando una colección de figuras e ir recordando cuando llegaron a la colección y por qué, por qué son importantes o valiosas, por qué uno no las borra pese a que quizá no las sienta cercanas o válidas. Es un diario mental en cierta forma que usa hechos del mundo y de la vida personal para darse pistas a sí mismo si se pierde alguna vez un camino o para decidir abandonar una ruta y buscar otra. Quizá sea simplemente para nada. 

El límite a lo que uno dice está en que cuando mis personajes (familia, amigos, conocidos y hasta algunos desconocidos) pasan a la ficción, seguramente los de la vida real se molestan. En realidad esa disculpa que leo en avisos que la gente pone por ahí para describirse a si misma (perfiles que llaman) no es aplicable: "soy una persona demasiado sincera". Eso generalmente significa que no saben detener la lengua y su imprudencia se mezcla con la grosería... me propongo no ser demasiado sincero.

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