Fundar una religión

Pasa por en frente de mi casa una caminata de personas profiriendo frases al unísono. Los antedece un señor en bata blanca que claramente no es un científico desubicado del laboratorio. Todos se detienen periódicamente en ese lento recorrido y, mientras el de blanco dice cosas, los demás responden (como una fuga pero sin la música). A veces emprenden cánticos. Desde arriba, que es desde donde veo todo, me doy cuenta que entre varios de los asistentes llevan una reproducción agrandada de un hombre, un ídolo, que parece pesar un montón.

Algunas cosas me saltan a la mente. La primera es preguntarme si no habrán oido hablar de la fibra de vidrio o el plástico para que fabriquen el ídolo que portan, quedaría más liviano y podría todo ser como menos penoso, me parece que se van a caer con tanto peso. Por otra parte, lo que dicen es poco coherente y suena a cantaleta. Luego de la detención al frente de donde vivo se marchan de nuevo despacio cargando su pesado ídolo, sin parecer estar todos muy de acuerdo con estar ahí. La gente parece resignada a aguantarse la lluvia de esta mañana y el frío, la madrugada a hacer esto y el tener que contestar todos lo mismo y al mismo tiempo. Me pregunto porqué no pueden dejar que contesten algo diferente cada uno, cercano a su conciencia y a su corazón. Digamos que el de blanco dice "señor ten piedad" y los demás contestan algo como "vale!" mientras otros dicen "claro, por favor, ten piedad!" y así.

Parte de lo anterior lo pensé mucho después que se fueran. Mientras se acercaban con su megáfono (¿no pueden orar en silencio o en voz baja? ¿tenemos que escuchar todos los que no estamos en el grupo de caminantes la cantaleta del señor de blanco?) sabía que se trataba de un procesión de semana santa y sabía de antemano qué pasaría cuando los católicos salen a festejar su religión (los que no se han ido a pasar esta semana en fincas, hoteles o casas de familiares).

Como casi toda actividad humana vista fuera del contexto y de la época, las celebración de los católicos en semana santa es extraña. Lo primero es la necesidad de que sea pública; es decir que no puedan simplemente orar en su templo y dejar a los demás por fuera. Se da por sentado que todos tienen que participar. Ni un alma puede ser ajena al evento y todos, quieran o no, están obligados si no a orar, al menos sí a escuchar a otros hacerlo. Hoy creo que eso era hasta viable hasta hace un siglo pero para estas fechas es anacrónico y abusivo por decirlo en pocas palabras. ¿Por qué debo yo participar en esos ritos así sea de forma pasiva? ¿por qué tengo que aguantarlos aunque no quiera? ¿no es una invasión de mi privacidad y de mi libertad? ya sé! es una forma de penalizarme por aceptar unos días festivos a los que por no ser católico en principio no tendría derecho... si no fuera por la santidad de los días habría que trabajar. A eso no renuncio (el tiempo libre) por lo que quienes motivaron que fuera libre adquirieron el derecho a no dejarme descansar.

Pero entonces, ¿qué si yo decido inventar una religión y declarar que cada semana tiene dos días santos (digamos martes y miércoles) o que la semana dura en realidad 10 días de los cuales hay tres que son por mandato divino de total inactividad? ¿Qué si yo decido que yo con mis feligreses (quién se apunta... prometo no poner muchos pecados en la lista y que las penas no sean tan duras ni tan eternas) tengo que yacer en el piso bocarriba a las 9, 12 y 15 hrs de cada día do quiera lo coja a uno esa hora y por un espacio de cinco minutos? ¿qué si los feligreses a esa hora se tienden digamos en el cruce de la Avenida X con la Calle Y y paralizan el tráfico?

Todo lo anterior para decir que la religión católica tuvo las mayorías o las tiene pero no por eso es ley y el Estado haría bien desligándose completamente de ella y volviendo a su laicidad, recuperando esa condición post revolución francesa por la que no pocos murieron. ¿Qué si mi religión demanda insultar a todos los pasantes a las 18hrs de cada día?  En nuestros cerebros toda esta trama y la forma como la religión se inmiscuye en nuestras vidas y actividades está tan arraigada que no parecemos concebir bien las razones por las cuales es saludable sacarla (no dejar de profesarla si alguien quiere) y hacerla privada y opcional. El ejercicio de pensar en que alguien tenga ritos y costumbres que impongan una pesada carga en los demás que no están ni de acuerdo ni tienen por qué estarlo es saludable para meditar por qué es necesario separarla de las costumbres o modos sociales y llevarla al ámbito de lo que cada uno en privado hace, solo o unido a un grupo.

Los derechos como unos días libres al año por efecto de celebraciones religiosas y otros similares bien podríamos tener que negociarlos; pero la pregunta más profunda es si la religión católica y las leyes morales de esa convicción son tan necesarias que sacarla de la vida comunal de nuestro país sería negativo o positivo para la sociedad. Si logramos que la religión sea solo una opción y algo totalmente privado ¿cambiaría mucho la sociedad? ¿mejoraría o empeoraría? yo creo firmemente que sería para bien que eso pasara, independiente de la negociación de los festivos religiosos.

El hecho es que la religión con sus signos externos, ritos públicos y presencia social la considero anacrónica e invasiva y ultimadamente nociva para que la comunidad avance en civilidad, tolerancia y convivencia. Nos releva de pensar y eso es algo que, por cómodo que sea, no es mejor que tener que usar el cerebro para tomar decisiones según la responsabilidad individual, la moral y la ética basadas en principios que hayamos cada uno meditado y estemos decidos a observar. Las religiones nos traen la paz solamente por el silencio y la obediencia ciegas y especialmente por la fuerza de las mayorías que están dispuestas a reprimir o ser cómplices de la represión de las minorías no observantes en aras de esa paz. Creo demasiado en la libertad y en la libertad de expresión y pensamiento como para pensar que eso es bueno y no creo en la libertad de quedarse callado.

No profeso ninguna fe. Creo que las cosas se ordenan por un azar no siempre malo pero no por eso menos azaroso. En cada cosa que pasa o nos pasa hay algo de fortuito y aunque nuestras decisiones (muchas veces tomadas antes de siquiera pensarlas) alteran nuestras vidas de una forma o de la otra, no hay nada divino ni hay un destino. Lo que hacemos trae consecuencias pero no sobrenaturales, sino las obvias: sobre la salud, sobre lo económico, social, etc. No creo por ejemplo que desearle el mal a alguien nos traiga el mal a nosotros mismos, así como desearle el bien no resulta en que a esa persona le pase algo bueno (nos hará sentir buenos pero ni nos trae el bien a nosotros ni se lo trae a los demás, solo nos consuela). Tampoco es al revés, es el azar. En fin, la vida es interesante y eso nos debe guiar. Unido eso con un sentido ético que no discutiré ahora de donde puede salir o qué exactamente lo constituye (los filósofos no metidos en política se reirían de mi en este punto exacto), el camino se vuelve al menos eso: interesante, podemos trabajar para que sea bueno para el planeta, sin duda, pero no tenemos que y sin duda no es una nueva religión. Es una opción que me atrae pero dudo que la pueda prescribir para todos. Parafraseo a un filósofo que olvido y que ayuda aquí, debo actuar como si lo que hiciera yo hoy y ahora fuera lo que cada ser humano debiera hacer siempre en las mismas circunstancias. Es una pesada carga pero es útil. Los neuróticos la tenemos más dificil en ese sentido que los psicópatas.

La religión católica intenta aliviarme la carga moral y ética. Yo digo no, gracias, pero no. Prefiero la carga personal. Y de pronto fundar una religión que cante estupideces por todo el barrio los domingos a las 5AM con megáfono en mano y gritos de todo tipo. Quien quita, las religiones dan plata como está claro y puede que termine uno diciendo alguna verdad aunque sea por azar y ganándose algunos días libres en el trabajo.


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Lastimosamente a los políticos de este país les queda grande la responsabilidad de hacer respetar el carácter laico del estado.

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