Trabajar sin moral
Creo
que cada dos o tres días me formulo la misma pregunta, ¿cómo hace uno para
trabajar para una persona o empresa sin ética, sin valor social o sin proyecto
moral? Cuando digo trabajar quiero decir 'prestar sus servicios', cuando digo
'sin proyecto moral', quiero decir sin una validación social, moral y ética de
lo que se hace. No que todo paso en la vida necesite un reflexión profunda, eso
sería paralizante; pero digamos de las cosas importantes que hacemos en el día,
el sentido que gana esa vida cuando pasan más días y se hace lo mismo o casi,
el propósito general de seguir haciéndolo hacia el futuro: que todo eso no sea
por la sola supervivencia es importante para mi. Es lo que llamo el sentido o
proyecto moral.
No
intento ser genérico en esta reflexión. Mi primera preocupación tiene que ver
con lo que hago. Trabajo para una universidad pública y además asesoro al
ministerio de educación (eso dicen ellos). El paréntesis no lo pongo porque sea
algo secundario. Y en ambos proyectos y con frecuencia que puede ser
devastadora, me tropiezo con todos los sabores de la negligencia, la desidia
oficial, los funcionarios incapaces por escogencia propia y obviamente, los
corruptos. La corrupción en este caso es también multicolor, no solo el que se
apropia de un contrato, es el que lo asigna a dedo a sus amigos, el que
traslapa su agenda personal con la oficial, el que daña para obtener réditos
personales de algún tipo. Ese tropezarse significa ver el daño que hacen, ver
el detritus que resulta, ver las instituciones andando mal o de para atrás. Es
ver como se desperdician recursos que podrían ser mejor utilizados y sentirse
parte de ese aparato. Me cuesta mucho saber que trabajo en un ente u otro al
frente del cual la corrupción campea o cuando menos se pasea oronda. Me siento haciendo algo inmoral y
anti-ético. Me siento ayudando indirectamente o por pasividad a producir esos
robos, a producir las fallas y a producir el fracaso y, en últimas, haciendo
daño.
De
otra parte, menos mal, yo mismo no me apropio de las cosas o los recursos, no le
doy contratos a los amigos (no tengo ninguno para darles, excepto los privados
como para pintar mi casa) y no intento apoderarme de un cargo para adelantar
proyectos que nada tienen que ver con los propósitos de las instituciones.
Cuando me doy cuenta de algo hago una denuncia, directa o privada, pública si
hace falta o anónima, si creo que eso es mejor. Y aquí hay que ser claros: uno
"se da cuenta" de muchas cosas pero enviar una prueba o una evidencia
a una autoridad es poco menos que imposible desde las orillas que uno
trabaja. Luego, eso no ayuda mucho
realmente. Es muy complicado sacarse en limpio completamente aunque uno
activamente no haga cosas indebidas y aun si intenta frenar las que pueda.
Queda
pues la idea de irse de estos lugares pero por otra parte, está la reflexión
que un colega me hacía en estos días; si uno se va ¿quién llega? Dejaría uno el
campo libre para que esos que lideran inmoralmente estos entes fichen y
posesionen allí a uno más de su clientela que ahí sí echará por la borda el
poquito que queda. Es algo válido; aquello de que uno lucha desde adentro y
asumiendo y dando las peleas base y siguiendo con la tarea por hacer mejorar o
mejorar. Sin embargo, ¿no es esto también algo fallido por los magros
resultados y por ende sin mucho objeto?
Personalmente
no me aclaro qué es mejor y mientras tanto, pereza mental, me quedo. Por ahora.
Y el tiempo pasa y quizá cuando diga "me voy" es que ya de todas
formas me tengo que ir. Me vigilo todo el día para que no sea así y no sé qué
más hacer para que las cosas cambien de rumbo. La frustración es el pan de cada
día en mi universidad, en el Ministerio de Educación, en mi ciudad, en mi país.
El
segundo caso que quisiera meter en esta sopa es el de los ingenieros que
trabajaban para la firma CDO y todavía lo hacen. Me fastidian. Me fastidia que
alguien con título de ingeniera civil me haya dicho el día que se cayó un
edificio que era seguro estar ahí. Me fastidia que esos ingenieros por título y
tarjeta profesional se escuden en que "hacen su trabajo" para seguir
y soportar con su apoyo a una empresa con unas cargas morales del tamaño de una
basílica y que manejan su ética como un claroscuro en el que todo matiz
cabe. Sin embargo, ver más arriba, mis
propios atajos morales y éticos, quedarme donde sé que se producen fallas
monumentales, no me dejan ser más incisivo.
De
todas formas el exceso de celo sería condenarse a vivir como Diógenes con una
lámpara y en harapos andando por la calle en búsqueda de un hombre honesto; lo
que no deja de ser medianamente contradictorio pues significa que "hombre
honesto" es el que uno piensa y modela y seguramente ese juicio depende de
que uno mismo sea eso. Así que en alguna medida confiamos en que hay hombres
justos a los que no les escrutamos todos y cada uno de sus actos e
intenciones... y esperamos que los demás nos juzguen un poco menos duro que
eso. Lo cual lleva al meollo de este escrito ¿cómo seguir así?
Me
siento haciendo parte de sistemas que no buscan el bien común realmente sino
por defecto (toca que otros se beneficien de alguna forma para poder mantener
los privilegios y la mecánica de todo, pero ese no es el propósito principal de
aquellos en el poder en aquellas instituciones que dicen orientar) y eso me da
entre rabia y desesperanza. Y escudarme en que "hago lo que puedo" no
siempre parece ser suficiente para tranquilizar esa ira o ese desespero.
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