La soledad

Hola soledad... empieza el bolero. La letra que sigue es dramática si uno le pone cuidado, cosa que rara vez hago con las letras de las canciones, aunque me las aprenda de memoria y hasta las cante cuando sé que nadie escucha o cuando todos cantan y uno no está en posibilidad de ofender el oído de nadie con la mala voz y la falta de entonación. La soledad es mala consejera, dice por allá otra canción de la Sonora Ponceña. Y si uno busca en la cultura popular (lo que sea que eso signifique) es raro encontrar un elogio de la soledad. ¿Será que para el común de nosotros la soledad es tan negativa y tan poco bienvenida? ese parece ser el caso. 

La soledad es como un enemigo al que hay que derrotar de forma consistente. Si uno se atiene a lo que aprende en casa (o en sociedad) es como la primera gran batalla de la vida, no estar solo. Y para las mujeres hasta no hace mucho y quizá todavía, salir de casa no era bien visto a menos que fuera a ser madre o esposa o al menos compañera de alguien más. A vivir solas, era como salir en derrota, salir con cierto halo de vergüenza de la casa familiar. El triunfo sobre ese mal significa no estar solo y nos enseñan que la victoria debe ser definitiva y aplastante, queremos que sea para siempre y esté asegurada para todo el resto de la vida, hacemos contratos para que así sea. 

Cuando algo daña esa percepción, cuando nos regresan a la condición de estar solos es como haber contraido cáncer, como tener una especie de enfermedad curable pero grave (o incurable) que nos ha invadido y nos ha llenado de algo poco natural, ajeno, algo de lo que hay que deshacerse, exorcizar de alguna forma. Estamos incluso dispuestos en algunos círculos a echar mano de la magia, de los rezos y de los talismanes y amuletos, incluso someternos a rituales para vencer la soledad: hay novenas, hay santos, sahumerios y ceremonias que se supone nos ayudan a dejarla atrás, a conseguir con quien no estar solos.

Sin ir más lejos, la auto-superación (que más o menos desprecio) es en una buena parte, una larga lista de recetas para superar la soledad. Como si ésta fuera un defecto de personalidad en sí misma, algo estructural que anda mal en nosotros mismos o al que llegamos por defectos de nuestra psique; una especie de mal, producto de otros males psicológicos a los que haya que sobreponerse para poderla vencer. 

¿Un castigo divino? cuando se le desea mal a alguien una de las primeras cosas es que se quede solo el resto de su vida y cuando alguien cesa de vivir solo o consigue pareja, no pocos invocan un milagro, una bendición, una obra de dios. No importan qué tan mal traten a alguna gente o qué tan mal la pasen, el consuelo puede ser: "sí, pero pero al menos no está solo". Muchos están dispuestos a dejarse maltratar para no perder la compañía y no tener que enfrentar la soledad. Y cuando de todas formas volvemos a estar solos no falta quién lo vea como un castigo de dios.

Varias reflexiones que por lo que he dicho antes me podría ahorrar. La soledad ni es una enfermedad, ni es un castigo divino, ni es algo que haya que combatir o ver como un defecto de nuestra personalidad. Tampoco es necesariamente un premio. La vida no es una simple sucesión de premios y castigos. La promesa del cielo es una promesa de no estar nunca solos por el resto de la eternidad y dios es más que nada una eterna compañía.

Sin embargo, quizá valga la pena pensar y darse cuenta y ser conscientes de nuestra soledad básica, como en el poema de Darío Jaramillo Agudelo, Primero está la soledad.

Encontré este hermoso párrafo; 
"I had made no conscious decision to be single, but love is rare and it is frequently unreciprocated. Because of this, people around me continued to view love as a sort of messianic event, and my friends expressed a religious belief that it would arrive for me one day, as if love was something the universe owed to each of us, which no human could escape. I had known love, but having known love I knew how powerless I was to instigate it or ensure its duration. Whether love was going to arrive or not, I could not suspend my life in the expectation of its arrival." (Aquí el artículo completo.)
La soledad es solo una condición más, una estado más, ni mejor ni peor y si la dejamos de ver como un enemigo, un castigo o una maldición divina, seríamos más libres, más independientes y más de uno sería más feliz. Al menos cuando no esté de por medio el miedo a la soledad, las relaciones no serían el secuestro o el refugio en que para algunos se convierten. Refugio en el que escogemos ignorar, por decisión propia, una realidad más rica, menos plana; e ignorancia que escogemos no porque nos sea impuesta o no tengamos noción de que la realidad es más tridimiensional, sino porque significa no tener que enfrentar el miedo.

Comments

Unknown said…
Profe, no sé si ya lo has leído; en tal caso vale la pena volver a leerlo. Solo de Guy de Maupassant http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/maupassa/solo.htm

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