Libros que te cambian

Una de esas malas píldoras de sabiduría popular dice que nadie aprende por cabeza ajena. Tomamos estas frases como la condensación del saber de la humanidad, eso puede ser (y es) muy engañador... la más de las veces solo condensan atajos del pensamiento que la humanidad se toma para no tener que lidiar con los verdaderos dilemas y adoptar decisiones sobre algo que parece sabio sin tener que pensar mucho. Esta frase en particular resulta tonta. No hacemos sino aprender por cabeza ajena, aprendemos de los demás, de lo que hicieron antes, de lo que piensan y dicen, de lo que elaboran y nos presentan permanentemente. Si no fuera por la cabeza ajena seríamos unos completos imbéciles, la mayor parte de nosotros.

Yo he aprendido de libros escritos por otros. Y quiero mencionar unos pocos en particular, no recomendarlos, solo hablar de ellos porque me enseñaron en su momento cosas de mi que no sabía y de los seres humanos en general. No digo siquiera que sean piezas (pueden serlo) maestras de nada. Solo digo que influyeron poderosamente en mi. Porque particularmente me ayudaron a cambiar hacia algo que siento era mejor intelectualmente

El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas. En mi casa había una edición muy vieja, amarilla, raída y casi sin cubierta. Sin embargo, escuchaba a mi hermano y a mi madre hablar de la novela con reverencia. No puedo precisar si hablaban cosas particulares pero era evidente que la habían leído y que la historia los cautivaba, la ponían de ejemplo aquí y allá. Era un libro muy grande, digamos muy largo más que nada. En mi casa se leía. Quizá eso es todo lo que importa, pero este libro significaba eso: el acceso a un mundo que yo no conocía. Más o menos a los diez años empecé a leerlo. Me subía con el libro a un muro lejano de la casa y leía. Y no entendía nada, ni disfrutaba mucho la lectura. No sabía para donde iba o qué en realidad pasaba. Mi hermano más o menos predijo que no iba a ser capaz de terminar y con amargura comprobé que tenía razón, en ese momento. Luego, un par de años después, cuando tenía unos 12 leí por casi un año El Conde de Montecristo. Es una más bien mala novela, no muy bien escrita, repetitiva, llena de escenas que sobran y diálogos sosos e infinitos (a Dumas le pagan por página entonces alargaba todo innecesariamente). Pero la historia sí era cautivadora, especialmente cuando uno tiene 12 años. Una historia sobre la perseverancia, sobre la justicia y el poder, sobre la venganza y la restitución, sobre el amor y sobre el destino. E influyó en un sentido claro de darme una visión moral sobre el valor de la lealtad. No creo que la vuelva a leer, pero es el libro que me enseñó a leer, a sentir el inmenso beneficio de las emociones encontradas en una historia que trae otros mundos y te los muestra, al tiempo que te habla de la humanidad. Sentir rabia, impotencia, amor, alegría y todo eso sobre personajes que están en la imaginación de otros es de lo que leer se trata y eso lo aprendí con Dumas. Todavía resuena en mi mente la última frase del libro "...que toda la sabiduría humana está resumida en estas dos palabras: confiar y esperar."

El Guardián entre el Centeno, de J.D. Salinger. Tomé este libro por azar en la biblioteca ya estando en la universidad. Pensaba leer literatura norteamericana esencialmente porque había leído que a Gabriel García Márquez lo había influenciado poderosamente y yo quería tener esa influencia o entenderla para poder leer mejor las obras suyas. Un día tomé este libro del estante y no teniendo mucho referente lo llevé a casa como por ensayo. Fue una lectura embriagadora. ¿Cómo podía alguien tener ese poder de describir exactamente las frustraciones de crecer? el placer de saber de personajes tridimensionales que se niegan a aceptar con la cabeza baja un destino prefijado en familia y sociedad, la inmensa alegría que producía encontrar una voz que siente las mismas dudas sobre lo que la sociedad te presenta, la denuncia de la hipocresía y la falta de autenticidad en los adultos, el monologo de un adolescente que se siente extraño en tierra de todos, que no encaja con todos los demás, que sin pensarlo ni habérselo propuesto incita conflictos, que busca una guía que no existe, una salida que no hay... resultan estimulantes más que cualquier alucinógeno. Un libro sobre la búsqueda de la razón de ser, de estar aquí, de vivir como vivimos o de por lo menos una identidad que ayude a enfrentar esas preguntas no podía caer en mejor momento que cuando yo tenía 19 años. Era como encontrar una caja de resonancia a todas las dudas sobre las relaciones, sobre la familia, sobre la sociedad. Recuerdo pasajes que me marcaron para siempre. Uno cuando Holden se reune con su hermanita en el Museo de Historia Natural de New York, ese diálogo lo habré leído cien veces. O cuando Holden busca a una chica que le gusta y le propone sacar sus poco dinero del banco y huir a vivir en una pequeña cabaña del bosque, en un lugar donde nadie los conoce, y ella lo mira sin saber de qué habla o a qué se refiere, o sus comentarios a la actuación de una obra de teatro a la que asiste, son verdaderos pliegos de cargo contra la sociedad, la falsedad y el esnobismo. Debería mencionar que Salinger es el autor de uno de los mejores cuentos que he leído, "Para Esmé con amor y sordidez".

El Existencialismo es un Humanismo, J.P. Sartre. Ya más adelante en la Universidad y coincidiendo con algún comentario sobre el existencialismo busqué a Sartre. Leí algunas de sus novelas y en algún lado encontré este pequeño texto, como libro, aunque es en realidad el texto de una conferencia. Llegó además en un momento de muchas dudas respecto a como vivía todo el mundo. Las personas cercanas decían profesar unos principios y unas ideas y los veía continuamente ir contra ellas y sentía verdadera tristeza de no tener mucho con qué justificar mi propia decepción o con lo cual explicar o entender los atajos que yo mismo tomaba. Moral y éticamente me parecía que los humanos vivimos en dos mundos; uno, al que aspiramos y el otro el real. Y esos mundos no están conectados necesariamente, hacemos cosas al contrario de lo que decimos creer, con frecuencia con nuestras acciones establecemos unas reglas éticas que contravienen todo principio del que hayamos partido. Decidí ser riguroso y de ahí surgió un poco la inquietud por Sartre pues en el establecer unas reglas éticas para la vida, éstas deben ser compatibles con el día a día, con lo que pasa en la vida y no en el intelecto. En fin, lo leí en un par de horas y siempre he creído ser una persona distinta después de ello. En ese momento tomé decisiones muy radicales sobre amigos y personas cercanas, me propuse diseñar unas reglas con las que yo pudiera vivir y ser estricto con ellas. Ya sé, el mundo no resiste ni la vida aguanta tanto rigor. Era una vida ascética, pero era quizá lo que necesitaba para dejar atrás varias malas prácticas, el relativismo moral y otras vicios de pensamiento que había adoptado. Todavía resuenan en mi las tres palabras mágicas de Sartre, el hombre es desamparo, angustia y desesperación y lo que eso implicaba sobre la libertad.

Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, E. Kant. Estaba en último semestre de mi pregrado y necesitaba tomar el curso de ética. Mi profesor, Jairo Alarcón, nos hablaba en clase y nos ponía algunas lecturas. Entre ellas, unas de Kant sobre la filosofía del derecho y ésta sobre la moral y la ética. Sartre critica profundamente a Kant, aunque yo lo leí después, no me había propuesto un orden cronológico. En cualquier caso, leer sobre el imperativo categórico me dio herramientas que no tenía y me ayudó a cocinar una extraña mezcla de poder sobre mi propia vida y responsabilidad sobre la misma. Obvio, al final había decidido cambios radicales que, como cosa rara, hicieron alejar a mucha gente. Lo que no ha cambiado es un agradecimiento profundo a Jairo por el tiempo que me dedicó y las conversaciones después de clase.

Solo quería compartir mi visión sobre estos textos como los recuerdo y su influencia. Si los leyera hoy tendría una opinión diferente y no estoy seguro de que tuvieran un impacto similar. Ni siquiera son textos tan famosos, pero es el momento en que llegaron, lo que movieron y motivaron lo que me anima a mantenerlos como los libros que te cambian. A cada uno le llegan los suyos.

Comments

Popular posts from this blog

Poema de William B. Yeats

Las campanas de El Jardin, Antioquia

Huerto En Marrakech