Adaptarse y sobrevivir

Hace 10 días mi vida era una cierta rutina. Tenía unas clases, tenía que terminar un artículo (todos los días lo recuerdo como un pendiente muy importante), tenía que levantarme a una hora, tomarme una pastilla que ya no estoy muy seguro que tenga utilidad, bañarme, tomarme como un litro de café y salir. En la Universidad había lo usual: paros, estudiantes interesados en una cosa o en la otra y ganas de interesarlos en lo que yo creo que vale la pena, una que otra persona con quien me gustaría hablar pero que por alguna razón no me atrevo, otras con las que no es posible dejar de hablar aunque a ratos me gustaría (solo a ratos), unas clases que preparar y que nunca me quedan muy bien. Mi principal preocupación era desatrasar clases que había perdido por otras actividades con el Ministerio de Educación cuyo real valor está por establecerse. Las fuentes de incertidumbre eran qué hacer para almorzar con la mala calidad de lo que venden en la universidad o cerca, qué hacer con la incopetencia de algunos funcionarios, qué otra cosa escribir en el blog, qué diablos hacer para que alguna chica que me interese de hecho se interese. Financieramente tenía algunos pagos pendientes, me deben algún dinero y no sé cuando lo pagan, debía dos trimestres de predial, tenía que cambiar las llantas del carro y quería hacer un viaje a New York. 

Pero el día a día, casi rutina.La vida pasaba entre las fotos que tomaba desde mi casa de los atardeceres, los pájaros que veía en los árboles de atrás de la casa, los ratos de ver con mis recién estrenados binoculares hacia el cielo para ver algunas cosas que nunca había visto y en otras direcciones en las que llegué a ver cosas menos santas. Mi principal preocupación en las noches era que el viento no cerrara la puerta de mi casa y me quedara afuera sin la llave. Tenía algunos vecinos que no conocía, algunos de los cuales eran más bullosos de lo que yo quisiera pero en general todos anónimos, algunos muy engreídos, otros que no parecían muy interesantes (ellos pensarían lo mismo de mí) y otros que sabía que existían pero nunca ví. De nuevo, mis problemas eran si la nevera hacía demasiada bulla, si debía dejar el carro en casa más seguido, dejar de comer azúcar y grasa innecesarios, encontrar libros de interés, leer un poco. 

Una buena noche, de la que ya hablé, todo cambió. De repente mis vecinos son las personas con quienes tengo unos lazos casi umbilicales. Mi destino económico es incierto, dónde vivo es casi cuestión del día a día, donde voy a vivir en unos meses es imposible de determinar. Cada día me pasa algo que no tenía previsto, algunos días me pasan tres o cuatro cosas. Ayer iba a firmar un contrato de arrendamiento, hoy ya no. Mañana tenía un reunión con estudiantes pero a las 6pm me avisan que debo ir a Bogotá a otra cosa. Pensaba que iba a tardar algunas semanas antes de poder tener mis muebles y mi cafetera y ahora parece que será en una semana. Los viajes no sé cuando los pueda hacer, no tengo idea de qué patrimonio tengo, si es que tengo. Antes nadie me conocía en mi edificio y ahora estoy en una comisión de cinco en la que han delegado conversaciones importantes para el futuro de todos y me han depositado su confianza (y qué responsabilidad). Hace quince días si hubiera visto en el pasillo a fulana o un sutano me habría limitado a un "buenos días", hoy nos damos un abrazo. 

La vida es lo que te pasa entre dos golpes contundentes. No hay rutinas reales, solo protocolos que nos consuelan y nos hacen tener la ilusión de que el futuro es predecible...

Comments

Popular posts from this blog

Poema de William B. Yeats

Las campanas de El Jardin, Antioquia

Huerto En Marrakech