La naturaleza humana en la tragedia

Después de haber vivido muy de cerca un desastre, la respuesta a todo lo que nos pasa no deja de sorprender. Y no por nueva o mejor o peor, sino por humana. Y cuando digo humana no digo espiritual o algo similar, hablo del comportamiento y de cómo nuestro cerebro moldea, modifica y adapta lo que sabe, la información que tiene y recibe, y usa las conductas probadas y ensayadas previamente, los entrenamientos previos, para producir un comportamiento que lo proteja. Es decir, que proteja el cuerpo que contiene ese cerebro. El cerebro es egoista, quiere sobrevivir. Y para hacerlo necesita el cuerpo que lo alimenta y cuida ahora y lo cuidará mañana.
En fin, no quería entrar en tanto detalle sobre eso. El hecho es que el 12 de octubre fuimos a almorzar con mi madre, volvimos a descansar un rato y esperar unos amigos que venían a compartir mi cumpleaños. Como a las 7:30PM llegaron los primeros y como a las 8PM los últimos, algunos no se conocían entre sí pero la conversación fue cuajando y el tema inicial era la falla y ruptura de una columna del edificio 6 de mi unidad residencial que había sucedido el día anterior. Comentábamos que era difícil pensar en formas de reparar ese daño y alguien mencionaba que, no sabiendo muchos detalles, debíamos confiar en los "expertos" que habían dictaminado medidas de reparación. A las 8:15PM más o menos, sentimos un temblor y un ruido fuerte, en realidad tres movimientos fuertes tras los que, al pararnos, sentimos el piso ceder y el edificio 3 temblar fuertemente. Luego fue la oscuridad y escuchamos ya gritos, luego de un par de segundos de total silencio, y vimos crecer una nube negra de polvo y escombros. Creo que todos pensamos que era un mal vídeo, no la realidad. Pero de inmediato salimos y en menos de cinco minutos todos estábamos a 100mts de todo. Verificamos que todos estábamos y nos fuimos tan rápido como pudimos. Lo demás está en las noticias.
En las noticias no está, sin embargo, que apenas se sintió el primer ruido yo dije (dicen que dije) "se cayó". No lo recuerdo. Recuerdo haberme parado a mirar hacia el techo y pensar algo así como "¿será que nos da tiempo de salir?" o algo quizá más en la línea de "no vamos a poder a salir", tampoco recuerdo tanto. Y en seguida, empezar a acosar para que la gente saliera (éramos 12) y alguien fuerte ayudara a mi madre a bajar 9 pisos mientras yo cerraba la puerta (costó mucho trabajo), tras verificar que nadie estuviera dentro; proteger la casa cerrando la puerta era como un certificado de paz de alguna forma. Muchos de mis vecinos no lo hicieron, dejaron todo tirado.
Lo que no figura en las noticias es que de inmediato se creó un grupo humano de unión al rededor de la tragedia colectiva, de las tragedías individuales, de las tragedias derivadas. De un día para otro uno encuentra un grupo de personas que antes no notaba ni conocía y que de repente tienen casi todo en común con uno. La primera línea de todas las conversaciones es "¿en qué torre vivías?" y la segunda "¿y estabas ahí esa noche?". Y a partir de ahí hemos ido construyendo una especie de familia frágil en la que cada uno pone algo de sí en la dirección que mejor cree que sirve. El problema es que, siendo humanos, no siempre lo que sirve es realmente lo que sirve, no siempre lo que parece obvio lo es. Los colectivos entramos fácilmente en pánico. Los miedos son duros de controlar para intentar obrar con razón. Y los intereses individuales son todavía más complicados de morigerar. 
Un poco a ciegas, todas estas personas nos establecimos unos principios que nos garantizaban (es una expresión simplemente, no la quiero poner entre comillas, pero es solo una palabra pues garantía de nada hay), digo, que nos imaginamos que garantizaban que todo iba a salir bien. Y esos principios son los que unen todo grupo humano: un sentido de la lealtad hacia el grupo, una declaración de unión y de deposición de lo personal para apuntalar la probabilidad de éxito del grupo, unas promesas de no salir del grupo hasta que todos no salieran. Solo que al otro lado de toda ecuación de este estilo están las cosas personales, las necesidades, los intereses, las oportunidades, las cortapisas propias de todo ser humano.  Nuestros temores se exacerban cuando intuimos que alguien abandona esa familia. Si percibimos que alguien va a resolver su problema, sin esperar al de todos, la sensación de dolor y traición es demasiado fuerte.
Y hay muchas formas de subdividir el grupo humano, unas personas eran dueñas de apartamentos en Space, otras eran solo inquilinos, otros estaban de visita, otros solo tenían el carro guardado, en fin, todas las combinaciones posibles. Todos estamos separados de las cosas por las que hemos trabajado o luchado de una forma o de la otra. Eso es común, y no tenemos a quién realmente preguntarle qué pasó y contarle lo que nos pasó, uno por uno, eso es también común. Por eso lo contamos como una unidad, aunque todos seamos un caso particular, pero pensando que los subgrupos son la muerte del colectivo y el abandono de esa familia que nos hace fuertes. Sin embargo, si preguntáramos qué quiere cada uno las respuestas serían muy disímiles. Así que hay que aceptar que este grupo humano es endeble y se puede caer, como se cae un edificio de 24 pisos que, 8 horas antes de caer una de las ingenieras de la obra me dijo que era seguro y que no habría más sustos.  Aceptar que en algún momento, para salir de este problema, cada uno pensará en qué le conviene y qué va a hacer, ante quién y cómo, es casi una obligación pero es un paso al vacío y un paso en una dirección que se nos hace impensable y desleal, va contra natura.
A nosotros han venido abogados a quien nadie invita a ofrecer sus servicios, han venido empresas pequeñas y grandeas a regalar cosas, dinero y comida y sin más en mente y otras a buscar hacer algún negocio. Han venido personas a robarnos, han venido oportunistas a intentar reclamar lo que no es suyo, han venido políticos a intentar figurar, han venido políticos a ayudar realmente y lo han hecho, han venido funcionarios honestos tratando de hacer su trabajo, han venido personas con todos los intereses combinados. Intentar comprender sin indignarse con nadie en especial es quizá la tarea más difícil de todas. Cada uno intenta proteger ese cuerpo que cuida el cerebro que lo sostiene. Y al final, algunos ven un camino hacia el futuro, ven surgir nuevos intereses, nuevas relaciones, nuevas oportunidades, la mente adapta y amolda, modifica el comportamiento, va tres pasos adelante disponiéndose para lo que vendrá y por eso a veces obramos como no esperamos y vemos a los otros actuar como no se espera, no como prometieron. Aceptarlo y entenderlo y no descuidar los propios intereses es una tarea demasiado complicada y a veces inhumana. Quisiéramos certeza, seguridad y que alguien nos dé solución. Lo que no vemos es una manifestación del desamparo del ser humano en su soledad: no hay cosas ciertas, ni nadie nos va a llevar de la mano hacia una tierra prometida pues ésta no existe.


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