Lo primero es el cansancio

Luego de ya muchos días de incertidumbre y desconcierto, despuésde de que mi casa se conviertió en zona de tragedia, oficialmente y todo, lo primero que desciende sobre uno es el cansancio. Un día de un momento a otro se siente un peso enorme sobre la espalda y la necesidad de sentarse o echarse en algún lado a dormir. Solo que cada momento uno también está pensando ¿qué me falta por hacer? ¿qué se me está olvidando? ¿debo hacer esta llamada o aquella? ¿debería escribir a éste o a aquel? Cuando van a dar las seis de la tarde y ya como que no se puede hacer nada "oficial" uno siente que algo expira... que ya no hay nada que se pueda hacer, que otro día se perdió pues no hubo solución a nada.

Un día nos dicen que tomemos las tres camisas que podemos y los cuatro papeles que uno no quisiera que se pierdan. Por alguna razón todos tomamos el pasaporte, como si nos fuéramos a ir a alguna parte de urgencia o en algún lado nos estuvieran esperando para unas vacaciones. En fin, uno valora quizá esos sellos en ese documento y le tiene hasta cierto cariño. Cuando uno en unos minutos resume lo que le importa rescatar de su casa y va y lo toma, al salir, se despide de su casa. Hagan el ejercicio, en cinco minutos recorran su casa y tomen lo que más aprecian y lo sacan, al salir verán que olvidaron cosas más vitales para sobrevivir. Pero no importa. Unos días después, de la nada, te dicen que tienes que correr porque te van a dejar sacar más cosas de tu casa y vas y haces el mismo ejercicio. Esta vez alguien saca el televisor. Casi te ruegan que por favor lo salves, es como una mascota, un hijo inerte que uno no puede dejar tirado. Al final terminas en la calle con un televisor sin control remoto y un montón de ropa envuelta en sábanas.

Otro día te anuncian que van a trastear todas tus cosas a donde tú digas. Te buscas un apartamento en el cual en compañía de tu mesa, tus libros, tus bibliotecas, esperas retomar tu vida. Al otro te anuncian que todo eso queda aplazado. Y una tarde te dicen que eso no va a pasar, que solo podrás entrar de nuevo a tu casa a sacar las cosas menudas que se pueden cargar. Pienso en mi cafetera que la he ido dejando atrás injustamente. Y más o menos te insinúan que todas tus cosas, que están en perfecto estado, se van a perder. Sin decirlo, nadie en realidad dice mucho de forma clara.

Así que llega ese cansancio. Quieres solo encontrar un lugar que puedas llamar tu casa y ni siquiera eso te permiten con los continuos cambios de idea respecto a lo que va a pasar, lo incierto de lo financiero, el silencio de unos y otros. No creo mucho en tirar la toalla pero dan muchas ganas: asumir que hay que empezar de cero y arrancar como tal. Pero ese enemigo clave en la vida, la esperanza, no te deja. Uno tiene la esperanza de que las cosas se van a resolver, que se va a encontrar una salida pronto, etc. Y en esa esperanza se puede uno quedar eternamente pues quienes no están en medio de todo esto tienen casa, hacen su tarea de no decirte las cosas con claridad o toman decisiones sin pensar mucho o bien tomadas, lo que sea, pero luego de hacerlo, recogen sus cosas y se van a casa, a dormir y descansar. Los otros nos vamos a lugares temporales a seguir esperando. Hay familias en este país que llevan decenios esperando. Sus lugares provisionales son su hogar y quienes toman las decisiones siempre parecen tener otro día, para ellos existe el mañana. Lo que no saben es que ese mañana también se puede caer.

En fin, voy a hacer algo definitivamente provisional. No sé qué será todavía, pero sera provisionalmente definitivo. Hay que, al menos, descansar un poco. Pues los jefecillos que uno se consigue ya empiezan a mirarte como si estuvieras incumpliendo tus deberes y estuvieras en falta permanente porque no has podido cumplir un horario o llenar un papel. Más cosas qué hacer, más variables que considerar, más personas a quienes quedarle mal. Así que hay que tener algo que uno pueda llamar "mi casa" con cierto convencimiento y sin pensarlo demasiado.

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