Comprar el cepillo de dientes

En estos días no he tenido tiempo de asumir lo que ha pasado de verdad. Mi resistencia se manifiesta en una completa pereza de ir a comprar un cepillo de dientes. Pensar en que necesito unos zapatos pues estoy usando los mismos tenis con los que salí de un edificio demolido por la incompetencia humana y la codicia de algunos, me supera. Ayer lo intenté, pasaba cual ciudadano común y corriente por un centro comercial (la vida es light) y vi un par de esos que alguna vez me gustaría tener. No tenían mi talla.

Todos los días trato de hacer algo normal. Hoy por ejemplo, fui a mi oficina, hablé con algunos estudiantes y le escribí a otros. Luego tuve que salir a una reunión de casi cuatro horas con abogados que le aterrizan a uno la dura realidad. Una, por ejemplo, que es poco probable que aunque se cayó un edificio entero, y nosotros ni lo tumbamos ni tenemos nada que ver, terminaremos perdiendo parte de nuestros ahorros de una forma o de la otra, como por ejemplo, pagando abogados que no tendriamos que necesitar. Dos, solo para seguir, que esto no va a ser rápido y que tendremos que luchar mucho para lograr algo.

Lo más triste es darse cuenta de que este país es incapaz de proteger a sus ciudadanos con las leyes en las manos de manera simple. Hay que recurrir a una maraña de leyes, decretos, normas, artículos, parágrafos, incizos y resoluciones y a las conexiones entre ellas, recurrir a entidades como superintendencias, jueces y alcaldes; cada uno de los cuales tiene que ver con otra cosa y con ninguna y con todas y que al final, aunque hay un problema colectivo, 132 familias perdieron sus enseres y apartamentos, eso no significa que tengan algo en común.

Por alguna causa la primera reacción de todo el aparato es clasificar, dividir, subdividir, escindir y excluir. Hacer grupos y subgrupos que solo debilitan las causas comunes y obvias que no son las que parece que motivan a nadie. Lo obvio; que perdimos nuestros ahorros por un descarado acto de una empresa y que estamos penando para vivir el día a día, eso es (según nuestras leyes y normas) subdividible según yo sea una cosa o la otra. Eso es lo que debilita a nuestra justicia. Los grandes conglomerados tienen otras formas de arreglar en general. Los ciudadanos solo tenemos el incizo, el párrafo y el artículo. Y tenemos los dedos cruzados para que algo que es obvio para uno, alguien con el poder lo vea y lo reconozca pero, para que pueda hacer justicia, debe encontrar un parágrafo, un decreto, el renglón de una ley.

Por eso salí muy tarde de esa reunión, pensando en que el futuro es más bien gris. Y cuando regresaba para contarles a mis compañeros de tragedia las grises noticias, después de comer algo, y ya iba a entrar al lugar donde todos nos reunímos,  me dí cuenta de que me habían robado todo el efectivo de mi billetera  (que no se quedó en un edificio en ruinas) y no tenía para pagar el taxi. Menos mal también hay alguna gente como el señor conductor, quien solo me dijo que le dejara el dinero en la misma portería donde me había recogido y ni siquiera tomó mi nombre o mi teléfono.

También están los fantásticos amigos que me han acogido en su casa, los que me han invitado a quedarme con ellos, los que han ofrecido consejo o simplemente comparten su indignación por lo sucedido o los que se han ofrecido a comprarme un chicle por $500.000 (dos por $800.000, para la dama o el caballero que me desee colaborar).

Y yo sigo de alguna forma negando que las cosas pasan. Esta noche me forcé a entrar a un supermercado. Pasaba por el lado del café y pensaba que no tengo ya cafetera, que no hay donde hacer nada pues no tengo cocina. Cada que intento pensar en qué necesito no se me viene nada a la mente. Y al final, salí del supermercado sin comprar el bendito cepillo de dientes.

Comments

Unknown said…
Dos datos claves que hubieran podido evitar tragedia en Medellín, Columna de Héctor Riveros

http://lasillavacia.com/historia/dos-datos-para-cuando-se-caen-los-edificios-45909

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