Negociamos todo, desconfiamos de todo, aprendemos poco
Todo es negociable. Esa pareciera a veces, al menos para mí, ser la frase que mejor nos resume como nación. Quizá no tanto resumir como describir: negociamos la justicia, negociamos la administración pública, las elecciones (en todo nivel y en todo ámbito), negociamos los presupuestos, los impuestos, las leyes. Pero lo más importante, negociamos principios. Como es apenas lógico, no todo el mundo. Pero en general, lo hacemos. Sin juzgar muy duro, pues entiendo bien que debo hablar en primera persona. Y lo peor, intercambiamos cosas con valor no cuantificable por otras de muy poco valor cuantificable. Transamos por ejemplo la justicia por unos pocos millones. Escogemos pésimos juristas y de poca moral a cambio de unos pocos beneficios tales como cargos bien pagos por un tiempo y una pensión; ¿qué sacamos como nación de eso, por ejemplo? nada, pero como individuos sí, que cuando nos llegue el turno esperamos ser medidos con un estándar bajo y laxo ...